jueves, 18 de agosto de 2016

relaciones

Existe una enorme diferencia entre fracasar en un intento y fracasar por no intentar. O algo así escribió Francis Bacon allá por el siglo XVI. O sea, que el fracaso te encuentre ocupado y no tirado en la cama si ya son las 11 de la mañana. El miedo es el peor consejero. Vivir la vida en un macetero en un lindo departamento, en lugar de un bosque donde llueve, hay viento, insectos y pájaros es la manera infalible de despertarse un día, cuando los hijos ya no llaman tan seguido, y preguntarse para qué joraca uno se comió todos esos años esperando que se hicieran las 5 y poder fichar para irse a su casa.
La vida no viene con manual de instrucciones; no, no es la biblia ni ninguno de esos libros pedorros escritos por gente primitiva, ignorante y supersticiosa; libros con menos crédito que sagas del tipo El Señor de los Anillos o Batman. Si hay libros a los que uno puede recurrir, esos son los de gente que ha pasado dificultades, las ha superado, y las ha documentado. Con más o menos talento, prosa, poesía, fama y detalle. La regla de oro, no hagas a los demás no que no te gusta que te hagan, es la base moral que llevamos incrustada desde mucho antes de la invención del papiro y el resto lo vemos. Excepto algunos imbéciles que piensan que esas escrituras toman precedencia al principio natural de no hacer daño a otro ser humano, el resto de nosotros nos entristecemos al ver que otra persona sufre.
Los últimos días no han sido precisamente relajados. Novia, como cualquier mujer, tiene arranques paranoicos. Distinguir entre la realidad y lo que ella interpreta de la realidad es un desafío de por sí, y a las mujeres les resulta más difícil que a los hombres no dejar sus miedos guiar sus trenes de pensamiento y, en definitiva, la interacción con la realidad. Esto, para los que están alrededor, es un desgaste innecesario de la relación. De mi parte, la solución es cortar con ella, pero ella se lleva el problema bien abrazado contra el pecho, y la aprecio demasiado para dejar que se haga eso a sí misma. Así que estoy gastando un poco más de mi tiempo en ayudarla antes de dejarla seguir su camino con una palmada en la cola y mis mejores deseos, y yo seguiré el mío.
Para quien se pregunte de qué mocos estoy hablando, he aquí la anécdota. Ni la primera, ni la peor. Resulta que estuve enfermo toda la semana sin poder hablar. Ni una palabra dije desde el martes a la tarde hasta el viernes al mediodía. Y sin embargo, jueves a la tarde tuvimos una discusión. O mejor dicho, ella tuvo una discusión. Formuló preguntas y propuso respuestas. Eso en sí no tiene demasiado de malo. Bastante, pero de por sí no es grave si uno considera mi situación de mudo aficionado. El asunto se puso interesante por el calibre de las estupideces que preguntó, pero que parecían serias comparadas a las mega-estupideces que se contestó en mi nombre. Esto ya de por sí desafía la paciencia del más pintado, si no fuera porque entonces volvió a su rol de formular preguntas y asumió que su respuesta era mía, y de ahí disparó. Esto lo hizo 3 ó 4 veces. Algo así como Kennedy y Kruschev con los misiles en Cuba, pero monólogo. Todo con una stracciatella de recriminaciones por cosas que pasaron hace 6 meses y se guardó por insegura, y en las que no puedo dejar de recalcar que mi única falta fue estar ahí o apenas pasar por la esquina. No le metí los cuernos, ni la desprecié, ni ninguna otra cosa. Simplemente tuve un dolor de cabeza que se me partía en algún momento en que ella requería mi atención. Cosas así.
Por factores que se combinan y además de sumarse se potencian, me cuesta terminar una relación. Lo primero que me detiene es el rechazo que me provoca herir a otra persona. Pero le siguen la sensación de fracaso, el miedo a la soledad, el convencimiento de ser defectuoso e indigno de amor, la situación del "mercado" (mi edad, el lugar donde estoy, la estupidez generalizada), mis aspiraciones de la vida... no es fácil encontrar una compañera. No, no es nada fácil. Y eso me hace aceptar condiciones y bajar la cabeza, buscar la forma, seguir intentándolo... a pesar de estar insatisfecho. Tomar y ejecutar la decisión de permanecer fiel a mí mismo y atender a mis necesidades, sin egoísmo, pero con mí mismo como prioridad, requiere también perder aquello que por lo menos nos acompaña. Cuando Novia no está ocupada delirando, es de hecho una compañera muy agradable. Con sus fallas, no peores que las mías, representa una buena combinación de virtudes que aprecio y valoro. Pero hay áreas en las que se queda corta y estoy descubriendo que no las puedo negociar. No puedo decir "sí, pero tiene esto otro", porque son condiciones sine qua non, lo cual plantea la pregunta de cuánto puedo sacrificar antes de bajar de felicidad a conformismo y, eventualmente, a peor es nada.
Eventualmente, me dijo un amigo, las cosas se resuelven de la manera que deben hacerlo. Si una relación no es, es porque no tenía que ser. Y eso, tengo que admitir, es un consuelo. Ahora, me encantaría encontrar la puta relación que sí tenga que ser.

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