domingo, 6 de noviembre de 2016

el momento decisivo

Henri Cartier-Bresson es, para mi gusto, el fotógrafo. Si bien el tipo se concentró en fotografía callejera, esa de capturar imágenes de momentos espontáneos en lugares públicos, el hecho de que basó su carrera en una cámara (una Leica) y un objetivo (el más común, de 50 mm) es lo segundo de él que más admiro. Lo primero es el encuadre y la composición. Es interesante recordar que en aquel 1931 en que él compró su primera cámara la empresa Leica, hoy sinónimo de aparatos que hacen honor a los mejores valores alemanes en fabricación de dispositivos mecánicos, había empezado a producir cámaras de forma experimental apenas 6 años antes simplemente para probar los objetivos que producían. Era, digamos, desconocida.
Si hay algo que valoro es la sinceridad, y ya el hecho de que HCB viviera antes de los programas de retoque de fotos ya le da un mérito. Pero hay algo que ningún programa (todavía) puede hacer, y eso es cambiar el encuadre. Lo que me impresiona de este fotógrafo es la composición que él tenía: no solamente era es alucinante, sino que el sentido de la oportunidad que ejercitaba era increíble. Como creador de la street photography, el sentido estético que poseía (murió en 2004, aunque dejó de fotografiar en 1975) era fenomenal. En sus fotos nada sobra, nada falta, y todo tiene su lugar y su función. Son una genial apelación de humanidad.


Cada vez que miro el trabajo de este genio me doy cuenta que debería pasar más tiempo detrás de la cámara y menos delante del monitor. No es que haga ridiculeces con las fotos en la computadora, pero definitivamente podría pasar más tiempo simplemente caminando por ahí con algún teleobjetivo y tratar de retratar gente. Lo del gran angular no me da, soy demasiado tímido y no puedo evitar un cierto sentimiento de culpa: un efecto predecible de residir en la tierra de la paranoia.
Me acuerdo muy bien que cuando empecé a sacar fotos (a los 4 años, y a los 10 ya había leído el Manual de Fotografía de Kodak) quería lograr esto de fotografiar momentos decisivos. No sé si vi fotos de él que me inspiraron o simplemente de otros fotógrafos que de vez en cuando lograban algo del efecto que él tan bien sabía conseguir, pero el hecho es que con los años, si bien mejoré tanto técnica como artísticamente, empecé a distanciarme de esa fotografía y a concentrarme más en la luz, los cual es indiscutiblemente esencial, los colores (él siempre fotografió en blanco y negro y de hecho desdeñaba el potencial artístico del color en las fotos), en los patrones y en los motivos, pero el encuadre y la composición como que los abandoné, casi por resignación. No es tarde, y los voy a desenterrar y tatuármelos en el dedo con que disparo la cámara.
Otra cosa que tengo que hacer es vencer mis miedos y largarme a fotografiar gente, personas, seres humanos. Claro, para eso tendría que mudarme a un lugar donde los haya, pero estoy en eso. Por lo pronto creo haber alcanzado un poco de nivel técnico como para animarme a expresar algo de lo que veo del mundo. Quizás las personas no sean el elemento principal, pero sus obras lo son. Como esta foto que saqué en Venezia, que no deja de enorgullecerme.


Tengo otras de esta ciudad mágica, muy lindas también, pero esta es la que siempre me impresiona. Tengo una versión en B&N que le estoy sacando punta, a ver si en el algún momento me animo a imprimirla y colgarla en alguna pared.

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