viernes, 10 de agosto de 2018

feliz cumplemeses

En 4 semanas y un par de horas me estoy subiendo al avión a casa, con perro, cámara, computadora, algunas cosas esenciales y el resto, incluidos auto y moto, metido en un contenedor y siguiéndome en barco. La cantidad de papeles que estoy arreglando y las entidades a las que tengo que contactar por una cosa o por otra es impresionante. Estoy abrumado, pero sé en qué dirección ir así que ahí voy. Y eso de este lado. Cuando llegue a allá abajo es lo mismo pero al revés. Y va a ser otro baile, probablemente más complicado y peleado, porque allá tienen otras expectativas. Sobre todo con la nacionalización de los vehículos. El resto creo que va a ser trivial, pero los vehículos...


Mientras tanto, Perro tuvo su cumplemeses. Y no cualquier cumplemeses, sino 6 meses. O sea que está en el punto más alejado de su lugar de nacimiento, a 300 millones de km. Y en su caso es todavía más marcado porque nació en febrero, apenas un mes después del perihelio, o sea sobre el eje mayor de la elipse que la tierra recorre en su órbita.
El miércoles me desperté y así sentado en la cama, mientras él me miraba en la semi-obscuridad de la habitación, en lugar de felicitarlo me salió un "gracias". Gracias por estar ahí, por aceptarme y, me atrevo a decir, por quererme como soy. Gracias por buscarme por toda la casa cuando me pierde de vista, por acompañarme a todos lados o esperarme afuera en los que no se permite entrar con perros, y ponerse tan contento cuando vuelvo.
Gracias por dormirte siempre a menos de un metro de mí, y así hacerme sentir tan esencial, necesitado y apreciado, y de esa forma te volviste esencial y necesitado y apreciado para mí. Gracias por tenerme tanta paciencia al principio cuando estaba completamente abrumado por tu presencia, sin saber ni qué, ni cuándo ni cómo hacer las cosas y me desesperaba. Estoy aprendiendo que a veces no es cuestión de controlarse cuando la situación es desesperante, sino a ver que la situación no es desesperante y no hay nada para perder la calma. Él huele todo, y si yo estoy nervioso, él lo sabe y me lo hace saber.
Gracias por sacarme a pasear cuatro veces por día y alejarme de esta computadora, y por recordarme que en las cosas más sencillas, mundanas y cotidianas hay un montón por lo que alegrarse si uno se detiene a observar, oler y escuchar. Gracias por traerme la pelota, aunque sea toda baboseada, y por chupetearme la mano cuando sobresale de entre las frazadas y querés ir al baño a la mañana. Me encanta que te levantes instantáneamente cuando yo lo hago, y me sigas por toda la casa para asegurarte que no me voy a ir sin vos.
Vamos bien.

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