domingo, 23 de septiembre de 2018

tengo miedo

Volver a casa no fue una decisión impulsiva ni producto de una idea delirante: me tomó años analizar mi situación, la del lugar donde estaba y la del lugar al que volvía con lo mejor de mis habilidades, y llegar a la conclusión de que era aproximadamente lo mejor que podía hacer con mi vida.
Y ahora acá estoy. Llegué hace unos 15 días y de inmediato empecé a lidiar con las cosas que acá son diferentes de Alemania; algunas peores y algunas mejores, pero todas me sacan el sueño en alguna medida. Por ejemplo, en Alemania, y en particular en Múnich, hay muchos solteros. El "mercado" para buscar a alguien para potencial pareja es muy amplio y la gente tiene cultura. Múnich es muy central en Europa y se gana bien, y el resultado es que la gente viaja y se embebe de otras sociedades y aprende. Mar del Plata está en un país que literalmente es la anteúltima parada antes del fin del mundo, y la ciudad en sí es un tercio de Múnich. Y la siguiente ciudad que valga la pena mencionar es BsAs. Para abajo, nada. Estamos a la orilla del mar y tenemos una naturaleza privilegiada, pero el hecho es que acá se vive bastante aislado y en una burbuja. No es una situación excepcional y en muchos lugares del mundo se vive así; no es un reproche. Pero es una realidad y una limitación: la gente simplemente es más cerrada y las mujeres con potencial para ser mi pareja tienen su vida ya formada. Puedo aspirar a una segunda vuelta, lo cual en sí no es malo, pero en general están rayadas, como si necesitaran esa característica por encima de la locura que ya tienen cuando son una fresquitas y crocantes adolescentes argentinas.
Otro aspecto es mis amistades o, en general, mi entorno social: en Múnich era común una cena con 6 personas y 10 pasaportes a la mesa, desde Australia hasta Escocia, Nigeria, EE. UU., Grecia o Rusia. Semejante rejunte es como un concentrado vitamínico para el alma y el cerebro. Uno no solamente aprende cosas a las que no tuvo acceso en su cultura, también aprende a aprender, a callarse la boca y observar cuando se topa con algo diferente. Las charlas van desde el típico Trump hasta la metagenética, las inversiones de las compañías de reaseguros, cómo la bioquímica apoya o derriba las hipótesis deístas, o si Bali vale más la pena visitar que París. Ninguno de los que estábamos a la mesa había visitado menos de 20 países, algunos 50 y uno en particular estaba arriba de 120. Con ese bagaje de información y experiencias, la cabeza se transforma, el alma se alimenta y los sentidos se agudizan. Uno se ubica mejor en el mundo, la vida es más interesante y ese lugar que uno llama hogar se mirar y ve con otros ojos. Entre otras cosas, uno empieza a valorar detalles que daba por sobreentendidos y a no preocuparse por otros que pensaba que eran endémicos de su realidad exclusivamente. La famosa frase "en este país..." se cae de nuestro vocabulario.
En lo económico, si bien estoy bien dotado para encarar lo que tengo en mente, es normal que cuando uno emprende algo tenga miedo, noches sin dormir y dudas en sus decisiones. Pero en mi caso, con todo lo que estoy barajando simultáneamente, es como que el dinero es la menor de mis preocupaciones. Para colmo, el departamento que había comprado para vivir está en un estado bastante deplorable y gracias al dolo de la empresa que me lo vendió, aunque lamentablemente tengo que admitir que también tengo mi parte de inocencia y estupidez; debería haber mirado con otros ojos y no dejarme cegar por unos porcelanatos bonitos y pintura nueva. Y sobre todo, no debería haber creído una sola palabra del delincuente que me apalabró.
Volviendo a lo de la pareja, el otro día hablaba con una amiga y le explicaba que no es tanto la situación actual lo que me preocupa. No es la primera vez que estoy sin novia y es tolerable. Lo que me jode son las perspectivas. Dejé Alemania entre otras cosas infeliz por mi situación sentimental. Ya lograr un vínculo honesto y profundo con las personas es casi imposible, y estaba en un lugar donde las personas no abundan. Está lleno de alemanes, pero de personas... Así que decidí venir a un lugar donde mi alma quiere estar, venciendo o por lo menos combatiendo miedos pero con la esperanza de encontrar a alguien. Y será que es invierno pero hasta ahora, al margen de no poder mirar dentro de nadie, ni siquiera vi una mujer que me impacte visualmente. Quizás sea superficial, pero tengo un límite inferior del que no puedo pasarme aunque quisiera.
Y acá estoy, disfrutando el cambio favorable mientras la moneda argentina una vez se cae como una jirafa recién nacida tratando de bajar una montaña en patines. Y subí 3 ó 4 kilos disfrutando las medialunas, el dulce de leche, las milanesas, la pizza, las empanadas y todo lo que tenga harina, chocolate y azúcar. Estoy aflojando, pero las últimas 3 ó 4 semanas han sido demasiado chifladas como para preocuparme por comer bien. Pero va a mejorar.

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