sábado, 6 de julio de 2019

el día de la bandera

Hace un par de semanas fui a uno de esos eventos de los que habitualmente rehuyo: la jura de lealtad a la bandera. Me da asco, dolor y emoción ver cómo la gente susurra el himno, le falta el respecto al prójimo y todo, al final, me da lo mismo: tengo patria de nuevo.
El Himno Nacional Argentino es un compendio de las gansadas delirantes y grandilocuentes que se escribían en aquel entonces, no más ajustadas a la realidad que las que diría un hincha de fútbol exacerbado que clama que los hinchas de otro equipo son todos putos o algo así. Ejemplos:
- "Y los libres del mundo responden al gran pueblo argentino ¡salud!". ¿Seguro? ¿Cuáles libres? ¿Alguien le preguntó al resto del mundo qué pomo les importaba si nosotros seguíamos siendo colonia española o no? Porque más allá de las ramificaciones en el comercio, nadie perdió o ganó un minuto de sueño con el tema.
- "Sea eternos los laureles que supimos conseguir". Hubo, es cierto, una gesta, una cepa de argentinos y extranjeros que se arrogaron la independencia de Argentina como su responsabilidad e hicieron los esfuerzos y sacrificios que consideraron necesario. Ellos se merecen los laureles, aunque lo que menos tenían en mente en aquel momento era conseguirlos. Porque la sarta de tarados que vinimos atrás no, no los merecemos. Somos un ato de estúpidos que si no fuera por la combinación de paciencia e incompetencia del resto de las naciones, y una buena dosis de suerte, ya tendríamos que haber pasado a formar parte de otros países. Intentos hubo.
- "O juremos con gloria morir". Te propongo algo: vivir con gloria. Dejá que los demás mueran como quieran, nosotros tratemos de tener un poco más de decencia, respeto por los demás (las reglas, que para eso se hacen), cultura del trabajo y sentido de la responsabilidad.
No faltaron las gordas teñidas (de rubias, siempre de rubias) con uñas postizas parándose y tapándole la visual y todos los que estábamos detrás, con tal de filmar a su retoño, que gracias a sus esfuerzos parecía un híbrido entre el Ñoño y Corky. Y por las dudas de que algún fanático ridículo me acuse de algo, me refiero a lo gordo y malcriado del Ñoño y lo retrasado mental de Corky, pero sin trisomía 21. Un perfecto copito de nieve.
Tampoco faltó el retraso de 10 minutos en empezar el acto, ni los celulares sonando en el medio de la ceremonia. O las fallas organizativas.
Pero al final, como suele sucederle a las personas con mi pesimismo y amargura, a la defensiva y porque ven una vaca y lloran, el acto fue precioso y se me hizo un nudo en la garganta de la emoción. Lamentablemente, el balance fue negativo. O sería más justo decir: el balance es negativo, porque no se trata solamente del acto en sí, sino del paquete de cosas que estoy experimentando. Me está pasando lo que me dijo un chico en una situación parecida a la mía, que se vino después de 12 años afuera y puso una rotisería, y me decía que se "desenamoró" de Argentina. Lo entiendo. Y eso que a él le va absolutamente fantástico financieramente, y estimo que en lo personal también.
Basándose en cosas como las que ve en el acto en el colegio de mi sobrino, una cosa es ver cómo nos rapiña el bolsillo el gobierno (impuesto al cheque, a la transferencia, al débito, a la riqueza...), pero otra muy distinta y descorazonadora es también ver que si nos alzáramos, si dijéramos "basta", tendríamos como compañeros de batalla a esta manga de inútiles, inorganizables e irresponsables, en los cuales es casi imposible confiar en su capacidad y voluntad de hacer lo que se necesite, cuando se necesite.
Si le creo a mi profesora de italiano en Sicilia cuando hablaba de la imposibilidad de ejercer en Italia una actividad económica y vivir de ella atendiendo todas las obligaciones fiscales, Argentina tiene en la AFIP (Agencia Fagocitaria de Ingresos Privados) a su peor enemigo, por lo menos institucionalmente hablando. Peor que los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial con todas sus deficiencias e imperfecciones. A diferencia de lo que experimenté en Alemania, el Estado argentino ve al contribuyente como un sujeto de rapiñaje que debe financiar los caprichos de los políticos, los cuales están totalmente desarticulados del hecho que son simples administradores de esos fondos, no beneficiarios. Los beneficiarios son los que aportan a esos fondos, no los que los administran. Estos simplemente cobran un sueldo por su trabajo, al cual accedieron postulándose y compitiendo con otros por ese puesto. Nada ni nadie los obligó a tomar esa responsabilidad.
Pero ahí no termina el fenómeno. Son tan estúpidos que no solamente nos roban los frutos de nuestro trabajo, sino que canibalizan al contribuyente mismo privándolo de la capacidad de disponer de medios para reinvertir, expandir, generar más, lo cual agrandaría la torta de la cual robar. O sea, se llevaron los huevos de oro y van por la gallina. Y... no... lo... ven...

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