jueves, 4 de febrero de 2021

I'm Batman

En el 2012 logré superar varios miedos y por fin llegó el momento en que me subí a la moto y me di una vuelta por las Islas Británicas: 6760 km en 17 días, donde la moto consumió 414 lt de combustible. Y un par de años antes ya había hecho una primera experiencia yendo al sur de Francia en una escapada de 2475 km en 6 días y 153 lt de combustible. Esta misma moto es la que hace 27 meses bajé del contenedor en la Aduana de Buenos Aires, con la que llevo recorridos 3885 km y consumidos 319 lt. En una palabra: patético. Considerando el costo de adquisición, el seguro, repuestos, mantenimiento, combustible y algún "varios", tener esta moto me cuesta un promedio de €400 al mes, es decir, más de lo que gasto en todo lo demás junto; el doble, para ser precisos. Y eso hace que se me ocurran ideas por las que en otras épocas me hubieran atado a un poste y quemado vivo, como por ejemplo venderla. No, no, tampoco la pavada. Justamente para esos casos de emergencia es que tengo dos pulmones, dos riñones, dos córneas...


A upa de esta Kawa y su antecesora recorrí 40 países, y en cualquier momento le agrego Uruguay. Si bien hay vehículos con más prestaciones, la realidad es que los de 4 ruedas cuestan 20 veces más como mínimo, y los de 2 ruedas no ofrecen la combinación de practicidad y confiabilidad de esta. No es una moto particularmente linda pero no duele a la vista y es imponente. A mí se me cae la baba al verla, no por su estética sino por lo que sé que puede hacer. De hecho, es justamente ese poder que carga consigo que hace que cuando la estoy manejando me sienta poderoso: siento que puedo ir a donde quiera y que no hay nadie que pueda llegar antes. Es espectacular. Me da superpoderes, me hace importante, imponente, poderoso. Vuelo por encima de la plebe. Soy Batman.
Por supuesto que no permito que nada de eso se me suba a la cabeza o me hagan creerme nada, pero sí me dejo disfrutar el momento y que mi chico interior se sienta a sus anchas. Me da un poco, pero solamente un poco de vergüenza admitirlo. Lo llevo bien, con la humildad que se adquiere cuando uno tuvo que esforzarse y sacrificarse para comprar lo que tiene y sabe que, en parte, también es una cuestión de suerte y eso no me convierte en mejor que nadie en ningún aspecto. Sí, soy Batman; esa es una buena descripción de cómo me hace sentir, y no solamente cuando la manejo sino incluso de verla estacionada en la cochera, soberbia, calma, inofensiva... y con una bomba nuclear entre las ruedas y el detonador en el puño derecho. Alucinante.
Como con todo, a veces me pongo a elucubrar por qué me gusta tanto andar en moto, y creo que la respuesta es obvia: me desenchufa. Y no hablo de que me relaja de los despioles cotidianos o del estrés, sino que estar arriba de la moto es donde quiero estar, comparado con estar con los pies sobre la tierra, literalmente. El mundo, mi vida, la sociedad, el estado... no me gusta cómo están las cosas y busco lugares y situaciones donde pueda sentir que la vida vale la pena ser vivida, donde haya una medida saludable de orden, previsibilidad, amor, belleza. Donde pueda estar sin miedo, sin ruido, sin idiotez. En Alemania era triple: huía de los alemanes (lo demás estaba bueno); y como estaba en Europa, con todo lo lindo que tiene para ir a ver, me llevaba a lugares hermosos; finalmente, me daba un lugar donde sentirme excelente (la moto misma). Estar sobre la moto era genial sin necesidad de ir a algún lado en particular.
Desde que llegué a Argentina noto cómo esto cambió: ahora, andar en moto es una especie de ruleta rusa (más de lo que ya es de por sí como actividad peligrosa), donde se juntan un ejército de ignorantes al volante con los que tengo que compartir una red vial paupérrima, y distancias exageradamente grandes sin nada interesante entre medio como curvas, paisajes, ciudades... pampa, pampa y más pampa. No tengo problema en estar muchas horas encima de la moto, obviamente, pero es tan monótono que uno se duerme. Y los lugares lindos quedan, además de lejos, fuera de donde llega la red vial. Tampoco tengo demasiada necesidad de "huir" de la sociedad; con todos nuestros defectos, todavía somos bastante tolerables. No tengo esa alergia a los argentinos que sentía en Alemania hacia los locales. Están chiflados, son estúpidos y no tienen idea de casi nada, pero tienen muchas cosas positivas y eso, incluso para alguien tan arruinado mentalmente como yo, los hace queribles. "Entrañables", creo que le dicen a lo que quiero expresar.
En fin, la moto cambió su función pero no varió en mucho lo bien que me siento en ese microuniverso que es estar manejándola. Como la fotografía, que también produce recuerdos hermosos, sigue abstrayéndome del mundo y de las frustraciones de la vida diaria. Y como es tan potente comparada con los que circulan alrededor, desde esa visión infantil de la cosa que decía antes me coloca en una situación como "importante". Cosa que me falta a montones. Me suena a que es una forma de contrarrestar la frustración de intentar hacer las cosas bien en Argentina, para darme una y otra vez contra la pared de la desidia y la estupidez.

No hay comentarios.: