sábado, 30 de enero de 2021

quiero mis $200

Hace varios días hice contacto con alguien en Tinder que parecía valer la pena. Después de una semana de escribirnos le dije de encontrarnos a tomar algo el sábado. Estuvimos tres horas y media charlando, no siempre espectacular, pero en general muy bien. Cuando nos salimos del café ella iba para la derecha y yo para la izquierda, y en el último momento me dijo que le había gustado la salida y que podíamos hacerlo de nuevo. Bien. Pequeña ficha técnica: diseñadora gráfica, 2 hijos (3 y 5), divorciada, linda, buena onda.
Domingo fue un día complicado para mí así que la llamé el lunes. No me moría de ganas, pero poco más se puede esperar de encontrarse una vez con alguien a quien nunca se vio antes y me pareció que poner un poco de esfuerzo en conocerla era la actitud apropiada. Resultó que el martes era el cumple del hijo así que el miércoles me avisaba. Hoy es viernes y no me avisó un cazzo. Yit.
No puedo decir que me sorprenda ni me moleste demasiado, por lo menos no por ella. Es que el hecho de que tenga hijos le juega casi inevitablemente en contra, y se le suma que me haya dicho que es feminista y no haya hecho el más mínimo gesto para hacerse cargo los $200 por su jugo de naranja cuando llegó la hora de pagar. Feminismo selectivo, será la denominación técnica. Yo la llamo cerda hipócrita aprovechadora. Potayto, potahto. En fin, otra experiencia, supongo.
Anoche salí con un par de amigos (26 y 44) y me pusieron un poco a tono con la situación actual de las mujeres. A ver... Uno, el de 44, larva experimentada, me contó cómo conoció a una por Tinder y estuvieron charlando por meses, y el lunes se encontraron por primera vez en Pinamar y a los 15 minutos de bajarse del colectivo y verse por primera vez, la chica le estaba haciendo sexo oral. El otro, el de 26, buena yerba y más inocente, nos contaba que su mejor amiga conoció a alguien también por Tinder un día a la mañana, y a la tarde se tomó un colectivo a Balcarce y tuvieron sexo.
Bien.
Y yo buscando amor.
Hablando de Doctora con una amiga, me decía que "ella se lo pierde, ya va a aparecer la indicada", a lo que yo contesté que "ella y la indicada se lo vienen perdiendo desde hace tres décadas". Empecé a buscar hace 30 años y, sí, al principio pensaba que la iba a encontrar y que cuando conociera a alguien no tenía que conformarme sino buscar lo que yo realmente quería, sin resignaciones. Pero ahora ya pasé el 60% de mi vida y cada vez que abro la gaseosa y miro en la tapita me sigue tocando "seguí participando".
Para empeorar la cosa, hoy pasé por la esquina de la casa y no pude evitar ponerme a pensar en qué pasaría si los dos venimos llegando a la esquina, cada uno por su lado, y nos chocamos; qué pasaría si nuestras manos se tocaran. Fácil: se me daría vuelta el estómago del placer. Patético. No solamente eso: está en mi cabeza todo el puto día. Pienso en ella constantemente. A pesar de lo mal que me trató y cómo desperdició la oportunidad, el triste hecho es que no solamente me gustaron muchos rasgos de ella sino que además movió cosas en mí que tenía oxidadas. Una especie de WD-40 emocional. Cada vez que veo una situación romántica en la calle me imagino a ella conmigo, no a ninguna otra. Dicen que la memoria olfativa es la más fuerte porque evoca sentimientos, emociones, momentos, y el olor de Doctora era particularmente femenino y limpio y suave y muy personal, y ella no tenía la menor idea de lo hermoso que olía y el efecto que tenía en mí, que soy una persona particularmente olfativa. Es un sentido que se puede entrenar y de hecho lo hago porque me encanta. Pero estoy divagando. El tema es lo profundo que me quedó esta chica en el alma, y creo que uno de los motivos es que no la conocí a través de una de esas plataformas de mierda como Tinder sino en mi día cotidiano, y esas cosas cotidianas siguen ahí, pero ella falta. Es un vacío inllenable al que trato incluso con respeto, pero es refregar la herida. Hizo mucho daño con las cosas que me dijo, y con la memoria tipo Sheldon Cooper que tengo, los recuerdos reafloran constantemente. Como analogía se me ocurre lo que pasó cuando me despedí de Nadine en el aeropuerto de Hannover y ella se puso a llorar porque suponía que la iba a olvidar, y si bien eso no pasó, sí tenía razón en que mi vida iba a ser completamente diferente al volver a casa, mientras que la de ella iba a quedar exactamente igual menos yo, con lo que la única diferencia (mi ausencia) iba a resaltar mucho más. Tenía razón. Si yo me hubiera ido a trabajar a una plataforma petrolera en el mar del Norte después de separarme de Doctora, seguramente ya estaría casi completamente recuperado. Pero entre lo que dejó y la tensión que me provoca la posibilidad de encontrármela en cualquier momento, es mucho más difícil que deje de afectarme.
Volviendo a la charla con esa amiga, después de algunas preguntas y elucubraciones me planteó algo que ya había considerado varias veces por diferentes motivos, pero básicamente por miedo a estar siendo necio: bajar mis expectativas (o exigencias o lo que sea). Enseguida le avisé que ya pasé por esa etapa y probé a conformarme. El problema es que si uno tiene una cierta idea del valor de las cosas, incluyendo el valor de uno mismo y de lo que significa meterse realmente en una relación con alguien, eso es ir contra la propia naturaleza y eso es malo, y sistemáticamente termina mal. De hecho, no se me ocurre algo peor para hacerse a uno mismo. Entiendo que mis expectativas son altas, pero son necesidades que en su mayoría no son negociables. Tengo estándares de belleza altos, lo sé, pero esos justamente son los menos relevantes y en donde me encuentro, para mi propio alivio, más dispuesto a ceder. Sí espero inteligencia, cultura y refinamiento, aunque lo más difícil ha demostrado ser un módico de decencia, y esa expectativa aparentemente raya en lo ridículo y en el delirio. Están las que dicen sentir asco por compartir un mate pero no tienen problema en llevarse otras cosas a la boca de gente que conocieron dos horas antes. La coherencia no es el fuerte de la mayoría. Siempre que alguien defiende alguna variante de la promiscuidad me dan ganas de plantearle si no tendría problema en que la hija se comporte así, o si le prestaría 100 dólares a ese desconocido, y como la respuesta, sabemos, es no, por qué entonces le presta el cuerpo para que lo use para masturbarse.
Estoy demasiado solo con mis pensamientos. Mis amigos están, en su mayoría, a muchos miles de kilómetros y la gente a mi alrededor está detrás de un barbijo y sin posibilidades de sentarnos juntos en... no sé, una clase de francés, por decir algo, y compartir tiempo y charlas que surgen de ese estar juntos con un interés en común. La única ventaja es que la introspección, ese animal tímido y noctámbulo que necesita tiempo y silencio para asomarse de su madriguera, encuentra en mí las condiciones donde pasear tranquila. Probablemente demasiado, lo sé, pero de todos modos la disfruto. Y es en estas condiciones donde pensaba: ¿qué pasaría si lograra seguir el consejo de esa amiga y bajara mis expectativas? ¿qué lograría? ¿a dónde llegaría? Seguramente estaría con Doctora en la cama, sin que me importara demasiado si me menosprecia o no, o si tiene orgasmos o no. Yo me ocuparía de lo mío, y dejaría a ella que se ocupe de lo suyo, disfrutando de los momentos en que coincidimos.
O no.
No, porque esos momentos serían apenas espacios y tiempos donde coincidimos en alguna actividad que, sin el combustible del amor, pasa de ser lo más hermoso del mundo a una hamburguesa con queso. Una buena hamburguesa, incluso, no lo niego, pero que es el equivalente a... pasar por la vida como un colectivo pasa de largo una parada vacía donde nadie sube ni baja. No es mi idea meterme en una relación en la que no haya momentos de paz infinita, de complementación, de integración, de compañía que no cambiaría por nada, de separaciones donde la extraño hasta que duele con reencuentros espectaculares. La comunión de dos almas. Y no es que ignoro los momentos feos: una pelea, un quiebre de confianza, una diferencia fundamental. Al contrario, las tomo como parte de lo que busco. Si hay sombra es porque hay luz. Pero el corolario es este: menos de eso, estimada vida, metételo bien en el fondo del orrrto.

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