miércoles, 13 de enero de 2021

kumbaya

Qué merda le pasó a este editor de blogger no sé ni me interesa, pero soy claramente bicho de costumbre y me molesta que cambien las cosas que funcionan. A veces los programadores recién horneados de la facultad necesitan justificar su existencia y su remuneración, supongo. Los ingenieros tenemos un dicho: si funciona, no lo toques. Así y todo somos expertos en cagar las cosas.
Los últimos días estuve, cómo no, luchando contra los fantasmas de Doctora y sus dichos y acciones. Y sus llamadas y timbrazos tratando de reflotar el Titanic, supongo. La confianza es, en mi teoría, como la porcelana: una vez rota se la podrá pegar y parecerá igual que antes, pero no lo es, no es lo mismo y no aguanta lo mismo. Es triste, pero es como es. Después de estar llamando toda la semana, el viernes a la tarde me interrumpió la siesta (porque también duermo para el orto) de un timbrazo para decirme si podía bajar que quería preguntarme algo. Después de pensarlo seriamente un momento, un triste y sincero "no tengo ganas" fue lo único potable que me salió. Todas las otras respuestas que se me ocurrieron eran agresivas o humillantes y no necesito decírselas. "No me hagas hablar con una máquina", recriminó. Repetí mi respuesta anterior, colgué y volví a acostarme. Volvió a tocar el timbre y después de un par de minutos se fue. El domingo a la noche lo intentó de nuevo con la variante "es mi último intento... hablemos y después desaparezco de tu vida para siempre". "Bueno, gracias", colgué el auricular del portero eléctrico y seguí mirando la película. Veremos si cumple. Sacudírmela de la cabeza no es fácil porque... porque no es fácil, obvio, porque me tomo a las personas en serio y les dedico tiempo y esfuerzo y respeto y tengo la puta y nada sana costumbre de esperar lo mismo. Un delirio, me avisan, pero yo sigo en la mía y ahí voy, respetando a la gente. Lo otro que no ayuda es que la alternativa es tan poco apetitosa: quedarme solo, una vez más. Y estar sentado en la playa, en la plaza, en el café, con o sin perro, y ver parejas pasar, no-a-yu-da. Hace años que noto que cuando pasa una chica linda me la quedo mirando con un dejo de tristeza y frustración, bronca, no sé, pero es algo notable. Y hoy hubo un poco de luz sobre el tema: no es solamente el deseo y la atracción que me provocan, sino el saber que esa chica seguramente está buscando un buen hombre del que enamorarse y le debe ser difícil encontrarlo, y yo creo serlo. Por lo menos aspiro y me esfuerzo por serlo. En el papel soy potable: no tomo ni fumo, no meto los cuernos, tengo títulos, hablo idiomas, no robo ni mato, soy potable a la luz del día, tengo humor e inteligencia... en fin, hay margen para empeorar. Y ahí andan ellas con sus tetas y culos y caras preciosas y la mayoría de los hombres las ven por eso y el potencial sexual (hasta acá, igual que yo) y se cagan en el resto, a ahí es donde yo me despego de la corriente predominante. Después de los primeros momentos y cuando la testosterona afloja, me pongo a pensar en las conversaciones a obscuras, los helados juntos, los abrazos, los desayunos, las películas que miramos y comentamos después... y hasta las peleas, que son tan necesarias para conocerse realmente. En fin, todas esas cosas que hacen a una relación completa y satisfactoria y que llena el alma, le da sentido a la vida. Porque no sé si es vox populi pero la vida no tiene sentido. Cualquiera que haya experimentado depresión recibió el memo. El milagro de los seres humanos felices no es haber descubierto el sentido de la vida, sino el haberse engrupido lo suficiente para convencerse de que lo tiene. Sin la subjetividad, la vida sería asquerosa. Imaginate estar consciente de que tu vida no vale un centavo más ni menos que la de otra persona, excepto si trabajás de enfermero de oncología infantil en lugar de ser diseñador de aplicaciones como feisbuc. Esa es la parte de la depresión que como sociedad mantenemos en secreto y en su lugar hacemos ruido con alternativas al prozac y partidos de fútbol y guerras y kumbaya. Ayudar al prójimo es probablemente una de las pocas alternativas a servir de estadística. De hecho, estoy repasando mentalmente alguna más y no se me ocurre... Tremendo, ¿no?

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