sábado, 18 de septiembre de 2021

amiga mía

Tengo una amiga, Grecia, que está... no sé cómo describir nuestra relación o el sentimiento que ella tiene por mí... iba a decir "enamorada", pero es platónico, algo así como lo enamorado que yo estoy de Perro, aunque incluso más puro porque no está ese sentimiento de agradecimiento que yo tengo hacia él. Ella me quiere y se siente conectada conmigo de una manera que me resulta halagadora y muy constructiva. No sé si se nota en lo que escribo, pero estoy tratando de plasmar en palabras, quizás por primera vez, una relación que es difícil de describir. Quizás, para ayudar a entender, valdría la pena aclarar que el hecho de que ella sea mujer y yo hombre es circunstancial y afecta poco y nada lo que tenemos. Yo no la veo de esa manera, y aunque ella a mí sí me vio, más que nada al principio, creo que hoy la relación creció mucho más allá de la atracción sexual, leve o no. Por suerte ella parece haber encontrado su otra mitad y eso me relaja a la hora de abrirme, cosa que nunca me es fácil, y generalmente ni siquiera posible. Por suerte, acordarme cuándo nos conocimos es fácil porque fue en el Mundial de Fútbol en Alemania, concretamente en Hamburgo, el día que Argentina se enfrentaba a Costa de Marfil: sábado 10 de junio de 2006.
Este sábado, después de varios meses de silencio de radio, cosa que no afecta la relación en lo más mínimo, estuvimos una hora y media charlando y poniéndonos al día de las vidas de uno y otro, proyectos, andanzas y novedades. Pude contarle de mis aventuras con alguna que otra de Tinder y la inseguridad que me provocó el haber salido con tres mujeres en los últimos meses, más la estúpida cardióloga de la plaza, y salvo por esa chiflada el resto no se sintieron atraídas. Será estadístico, será lo que quieras, pero uno empieza a ver patrones y el denominador común, el que debe tener la "culpa" de ese fracaso, tiene que ser ese que está ahí en el espejo. Algo debo estar haciendo mal, y las posibilidades que se me ocurren son desalentadoras.
Por empezar, mi aspecto, aunque ahí ni tengo mucho en mi poder, ni estoy tan desconforme. Y con lo locas que están las mujeres y el rango de gustos que tienen, como que mucho no me preocupa no gustarle a alguna en particular. Me han dicho suficientes veces que soy bastante potable a la luz del día así que sigamos con otra cosa.
¿Qué otra cosa? No sé. Algo que seguro me juega en contra es mi habitual falta de atracción por la persona que tengo enfrente, y eso se proyecta. Dos de esas tres con las que hablé no me inspiraron nada. Ahhh... esa palabra, inspiración. Es algo que siempre busco y no es fácil de explicar. Al ser lo primero que uno ve, suele ser algo físico: un ejemplo fácil sería un cuerpo espectacular, pero en mi caso suele ser algo más sutil, como una cara dulce, la sonrisa, la comisura de los labios como los de Rhona Mitra, la forma de la mandíbula... Al ir conociéndola pasa a ser algo menos superficial, como el sarcasmo, inteligencia, la fortaleza mental, hambre de progreso... son todas cosas que en cuanto las detecto me atraen. Por eso lo físico ayuda, porque en lo que esas cosas tardan en manifestarse, lo superficial mantiene el interés y permite puentear el lapso que tardan en aflorar los sentimientos. Aparentemente, sin embargo, si, como me han dicho mis amigas y ex-novias, no soy feo ni carezco de atractivo, entonces en las mujeres esto no funciona de la misma manera.
De las tres chicas con las que salí de Tinder, una de ellas sí me resultó muy atractiva pero yo a ella no, o algo así. Probablemente no hubiera funcionado, es decir, al conocerla más ella hubiera dejado de resultarme interesante, y me baso en lo que vi después en sus publicaciones en redes sociales para darme cuenta de que estaba en otra cosa. Ni peor ni mejor, simplemente en una "onda" diferente a la mía. Sin entrar en detalles para no criticarla gratuitamente y que aparente (o transparente) rencor por el rechazo, me pareció algo más superficial de lo que yo busco, pero tampoco llegué a conocerla tanto y es solamente una impresión, admito, probablemente teñida por ese rencor que pretendo no sentir.
Sea lo que sea, estoy solo y no consigo atraer a nadie. Ni siquiera estoy cultivando amistades. Soy muy serio, siempre con una mirada crítica a esta sociedad y los que la componen, y es algo que me cuesta horrores apagar o aunque sea poner en pausa de vez en cuando. Eso debe asustar un poco a los que me escuchan, que seguramente tienen sus mambos y querrán relajarse un poco.
Estos fracasos de mis últimos intentos en encontrar novia se suman a los cráteres en mi autoestima, y el resultado es que necesito escarbar en mi círculo de amistades y encontrar a alguien que sea capaz de levantarme un poco. Las personas que tienen la capacidad de hacer eso son pocas, y Grecia no solamente me da un boost sino que me edifica la autoestima. Cada palabra intercambiada con ella es especial, es significativa. No hablamos del clima, ni de los precios, ni de todas las huevadas que invaden la cabeza de simples mortales. Hablamos del origen de la bondad, de la relatividad de los valores morales o de si la improbabilidad del surgimiento espontáneo de la vida justifican ser religioso.
Una de las cosas más bellas y útiles que me ha dicho es que mis defectos son endearing, o que en lugar de quererme a pesar de ellos, me quiere más justamente por ellos. Por eso digo que no es que me alegra el día a pesar de ser tan execrable, sino que logra hacerme entender que realmente no soy execrable, e incluso que soy lo contrario. Y el otro día agrego algo fantástico: que algunas personas, en ausencia de problemas que representen una amenaza a nuestra existencia, aun así no somos felices. Algo así como una predisposición genética a hacernos problema por algo, a sentirnos que algo falta, o sobra, o está mal. Miedos, supongo. Y es así, y punto. Y cuando uno logra plantear claramente algo, no es que signifique automáticamente una solución, pero curiosamente la mente humana de pronto se libera un poco de lo que lo afectaba, se aliviana el problema. No sé, es raro, pero estoy convencido de que es así.
Como siempre, Grecia me deja pensando durante días, a veces semanas, en lo que hablamos. Además de reconfortarme profundamente su cariño, y como la admiro mucho me siento afortunado de ser blanco de ese cariño, las cosas que me dice echan luz sobre un montón de aspectos que antes me eran confusos, o incompletas las conclusiones cuando intenté analizarlas. Si algo la caracteriza es su inteligencia, y cuando se trata de mí, la pone a mi servicio junto con su corazón. Le deseo a cada ser humano tener a alguien así en su vida, al alcance de una llamada.

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