viernes, 24 de septiembre de 2021

Stardust

Ya había visto esta película y todo lo que recordaba era que trabajaba Michelle Pfeiffer haciendo de algo parecido a una bruja, pero nada más. Ni el guion, ni los personajes, ni un puto fotograma... nada. Y como Netflix a veces no tiene algo que me llame la atención, no tengo ningún problema en ver algo repetido.
Un dato fundamental que no recordaba, y creo que más que un problema de memoria fue de interpretación, es que a pesar de la ambientación medieval, magiosa, principesca, caballeresca, damsel in distress, se trata sobre todo de una historia romántica, de cómo aflora el carácter de una persona en situaciones difíciles, y de cómo tantas veces lo que creemos que es una cosa resulta ser otra. Y como seres humanos con tantas ilusiones pinchadas que se van acumulando a medida que vivimos, es difícil mantener una dosis saludable de ingenuidad y al mismo tiempo cultivar un poco de cinismo, pero no demasiado. Una nos permite permanecer abiertos a las sorpresas positivas, y el otro evitar las negativas. La macana surge cuando pasa lo inverso, porque un exceso de ingenuidad nos hace vulnerables a que nos estafen, mientras que demasiado cinismo nos insensibiliza también a las cosas lindas. Ese equilibrio que es tan difícil de alcanzar se parece al de los sentimientos que nos invaden ante las experiencias que vamos viviendo, y cómo ante demasiado sufrimiento empezamos a cerrarnos para protegernos, sin saber que uno no puede ser selectivo a la hora de cerrarse y arriesga el llegar al punto donde ya no siente nada, ni lo bueno ni lo malo. Depresión. La ausencia de sentimientos. La pérdida de color en la vida, todo se vuelve gris e indistinguible.
Siempre que veo una película romántica no puedo evitar ponerme a tratar de descular por qué estoy solo. No es que sea un gran misterio: soy un hincha pelotas que pide demasiado para lo que evidentemente no ofrezco en suficiente medida. Aunque admito que esa es una conclusión demasiado simplista y, basado en lo que me dicen mis amigas y las novias que tuve, tampoco muy ajustada a la realidad. Pero desde cuándo la falta de autoestima se basa en la razón.
Como sea, hacia el final de la película ya estaba muy encantado con Yvaine y la forma en que trataba a Tristan, algo que me faltó casi completamente en mis últimas relaciones. De hecho, en una de mis estancias en Cefalù disfruté de la atención de una chica muy pero muy linda, y sin embargo lo que me quedó fue la forma en que me trataba y la ternura que me dispensaba. Fue tan notable que me abrió los ojos a lo que me faltaba en mi pareja de ese momento y precipitó la ruptura porque me di cuenta de que lo que venía sintiendo y reprimiendo, pensando que era una demanda excesiva mía, en realidad era totalmente legítimo, al punto que es lo que más atesoro en una relación. Volviendo a la película, al mismo tiempo que envidiaba a él por la ternura de ella, también empecé a darme cuenta de que ella estaba muy en su papel de damisela en apuros y no parecía muy proactiva. En ese punto de la historia fue cuando ella lo miró a los ojos, lo abrazó fuerte y se hizo cargo de la situación, salvando a los dos haciendo lo que ella podía hacer. Aplausos y más envidia, ya no solamente por su calidez sino también por su carácter. Y que la mina estuviera buena, muy buena o fuera una hembra irresistible me resulta bastante irrelevante.
Películas como esta salen al cruce de la realidad, mucho más descorazonante. ¿Cuándo fue la última vez que dos personas se fueron a la cama por primera vez estando enamorados? ¿Se acuerdan de esa palabra: enamorado? Aparentemente esas cosas pasan mucho más seguido en esos mundos mágicos que en este, y eso explica un poco mi deseo de escapar, sea mirando películas como Stardust, sea yirando en moto por países que veo y fotografío pero apenas toco; me bajo a dormir, comer, ducharme, usar el baño y sacar fotos, y de vuelta al asiento de la moto. A los Alpes, a las curvas, donde esa máquina que se transforma en un miembro más de mi cuerpo responde casi telepáticamente a mis deseos y me libera, expandiendo los límites de mi lenta humanidad. Es como volar. Es como hacer el amor... con la ropa puesta. Y sin embargo, aunque no estoy totalmente seguro de esto, me animo a afirmar que cambiaría la moto por una Yvaine, que se enamore de mí, que tenga hambre de mí, que me proteja tanto de los demás como de mí mismo (no hace falta protección de ella, porque jamás me haría daño). Casualmente es lo mismo que yo tengo para ofrecer, pero en este mundo parece que, además de yo ser un tremendo inútil buscando y tener expectativas delirantes, no hay candidata interesada.
Decir que me frustra es como decir que Kate Beckinsale "no es muy fea".

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