domingo, 17 de diciembre de 2023

de cómo cruzar la calle

El fin de semana pasado vino un amigo de visita, Gerente, alguien en el que me veo forzado a pensar para no sentirme tan mal acerca de mí mismo cuando siento que mi vida es un desastre y he tenido mala suerte o/y una serie de muy idiotas decisiones. No me gusta hacer eso, pero a veces siento que tengo que parar la caída anímica de alguna manera. Es algo en lo que insistía mi abuela materna ("no te quejes, que hay otros que están peor", como si eso fuera un motivo de alegría) y con lo que no estoy de acuerdo, pero a fin de cuentas soy un pequeño humano después de todo.
¿Que cuál es el tema con Gerente? Que tanto su madre como su padre pasaron por 3 matrimonios. Ella todavía vive y después del tercer divorcio por fin entendió y no volvió a casarse, mientras que el padre, aún casado con la última esposa, falleció hace pocos meses dejando un historial de alcoholismo, violencia familiar tanto hacia sus 3 cónyuges como hacia sus hijos y un notable desprecio hacia Gerente; admito que no sé si era generalizado, hacia todos los hijos, o solamente hacia él. El hermano, mientras tanto, un par de años más joven y, da para sospechar, resultado de estos mismos padres, se pegó un tiro en la cocina de su casa hace 3 años, para estas fechas, dejando una esposa y 3 hijas de entre 5 y 8 años.
Esos son parte de los ingredientes nada envidiables que hacen a Gerente. Algunos de los efectos son que sufre de una ansiedad monstruosa y un muy tenue asidero de la realidad, lo que lo lleva, entre otras cosas, a desarrollar opiniones "únicas", por decirlo delicadamente, y que derivan en una cierta arrogancia a la hora de expresarlas y defenderlas. Por ejemplo, no le gustó Venecia: "muy desordenada". Andá a cagar.
La cosa que salimos a caminar, y a las 3 cuadras empezó a corregirme cómo tengo que cruzar la calle. Unas 10 cuadras más tarde logré que se calle, no sin antes llenarme la cabeza con una serie de sus observaciones; así, con el pronombre posesivo "su/s", porque es justamente lo que hace la diferencia marcando la distancia con la realidad. La ignorancia es entendible y casi aceptable porque vive en Argentina, donde es muy difícil aprender del ejemplo. La norma escrita existe y es esencialmente idéntica a la de Alemania o Suiza; el asunto está en la práctica, totalmente disociada de la teoría, al punto de que los argentinos no solamente no siguen las reglas, tampoco las conocen y en demasiados casos ni siquiera saben que existen semejantes cosas. O peor: las reglas son para los otros, o para los boludos. Divino. Y no se las enseñan a los hijos, por supuesto. Cualquier chico de 11 años sabe perfectamente los colores de los sables láser de cada personaje de La Guerra de las Galaxias pero no saben cruzar la calle civilizadamente.
Yo sí, y si alguien me conoce (él, por ejemplo), debería saber que habiendo vivido en Suiza o Suecia sé cómo cruzar la calle. También, sabiendo las historias de Rosa Parks o de San Martín, uno tiene que aprender de esos ejemplos y defender lo que es correcto, no a pesar de sino justamente debido a los riesgos y las dificultades. He tenido esta discusión infinidad de veces, aunque a niveles menos ridículos y curiosamente con gente más ignorante, y ya aprendí que en definitiva se trata de que los demás no se sienten cómodos viendo que yo defiendo lo que es correcto y dejo atrás un mundo mejor de lo que estaría si me comportara como me piden, mientras ellos se dejan amedrentar y contemporizan con la mediocridad imperante. Y creo que ya lo dejé claro otras veces: lo de mediocre, en este contexto y como están los argentinos, es un cumplido.
Gerente, entre sus muy pobres excusas para su comportamiento (usando toda una contorsión semántica para no asumir que se resume a una sola cosa: miedo, basado en su ignorancia y su paranoia) niega que la cosa haya mejorado, como yo le mostré. Repito: se lo mostré. Los autos hoy en día frenan cuando te mandás a cruzar la calle. Alguno, cada vez menos, protesta, pero eso es todo. Hay que hacerlo con cierta sutileza, siguiendo algunas reglas no escritas: tener en cuenta quién maneja, la distancia, la velocidad, si efectivamente las leyes de la física le permiten frenar, su tiempo de reacción, si viene al teléfono (la mitad) o si el auto es de varias décadas de antigüedad... no sé, hay factores. Si es hombre o mujer, por ejemplo, influye en el hecho de que las mujeres son más taradas a la hora de frenar de pronto, se congelan más fácil, mientras que los hombres son más reacios a dejar pasar a otro hombre (sienten que su estúpida hombría está en tela de juicio), mientras que se les dispara la amabilidad a la hora de dejar pasar a peatonas. Nótese que dije "dejar pasar", no "respetar la prioridad". La semántica importa. Es muy triste que la gente crea que el conductor tiene la facultad de "dejar pasar". Como tal, es tarea de uno anticipar que puede haber peatones que quieran cruzar en el próximo cruce y comportarse en consecuencia para respetar su prioridad. El conductor no "deja" nada; hace lo que dice la Ley y punto. La Ley. ¿La qué?
Y ahí estuvimos, perdiendo 20 minutos de nuestras vidas, Gerente defendiendo arrogante e ignorantemente algo tan obvio como indefendible, y yo tratando de que entendiera que, si no quiere aceptar los riesgos y contribuir a mejorar esta sociedad, por lo menos puede dejarme a mí tranquilo con el tema. Ni siquiera le pido que admita la realidad, solamente que se calle y se deje de joder.

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