Estoy harto de quejarme. En serio, me molesta, quisiera volver a tiempos en que observaba la vida y rescataba lo divertido, lo pintoresco, cosas no necesariamente positivas pero que adornan la vida. Pero despertarme a cualquier hora por la cacofonía de alarmas y escapes de motitos, y por lo mismo ver mis pensamientos, películas, conversaciones y lecturas hachadas al medio, tener que prestar el mismo nivel de atención para cruzar una puta esquina que si se me ocurriera salir a pasear en pelotas por Dombás con una bandera estadounidense, o por el norte de Gaza, para el caso. Y estas no son observaciones de alguien que no tiene un choto que hacer, son las de alguien que tiene el descaro de querer dormir, o ir al supermercado sin tener que escribir un testamento antes de agarrar la bolsa de las compras. ¿Tan delirante soy con mis expectativas?
Todo eso pasaría a un lejano segundo plano si tuviera lo que me falta tan asquerosamente: una pareja. Este es el periodo más largo desde Natalia, mi primera novia, en que estoy solo. Es tremendo. Es una mierda. Estoy harto de esto. No tiene sentido. Claro que hay gente en zonas de guerra, sacando pedazos de sus hijos de entre los escombros. Gente con cáncer, o un ser querido. Eso no tiene sentido, eso es una mierda. Lo sé. Pero fuera de esas cosas más allá del punto de inflexión de la izquierda en la campana de Gauss que representa la distribución de felicidad en la humanidad, lo de no encontrar pareja es una chotada, y sospecho que en una persona como yo, con mi sensibilidad, mi inteligencia y mi historial de falta de cariño... no sé, creo que tienen sentido mis quejas. Creo. Pero como sea, las tengo.
Venir a desayunar a donde vengo, donde la camarera es, por lo menos hasta donde puedo ver en este contexto, tan atractiva desde tantos aspectos (sí, excepto la edad)... estoy siendo masoquista, lo sé.
¿Tan execrable soy? Para mi edad, y comparado con tipos en edad similar, me mantengo flaco (sí, podría hacer alguna actividad que me esculpa un poco el cuerpo, no estaría mal), soy decente, tengo humor, cultura, sé agarrar los cubiertos, tengo un pasar económico aceptable, la gente no cruza la calle para esquivarme cuando me ve venir... pero de novia, nada. Ni sombra. Nada. Me voy todas las putas noches a dormir pensando en situaciones donde la camarera y yo terminamos diciéndonos que nos gustamos. El placer que me provocan esos pensamientos se origina tanto en poder finalmente decirle lo que me pasa como en escuchar que yo también le gusto. Raya un poco la obsesión, creo, y no me gusta estar así, pero es como un veneno dulce.
El tema surge en cada cosa que hago: me despierto solo, no hablo con nadie, me preparo el desayuno solo, me lavo mis propios platos y tazas, acaricio a Perro yo solo, hago las compras para mí, decido yo solo qué almorzar, cenar y lo que sea, qué ropa me compro o uso o cuándo lavarla. Todo, absolutamente todo lo que tengo que hacer es para mí o, a lo sumo, para Perro. Si no fuera por él, llega un punto donde las cosas van perdiendo sentido. Para qué bañarse, si oler bien es tan superfluo. Como verse lindo, si no me siento lindo, ni por fuera ni por dentro. ¿Cómo mierda puede uno sentirse lindo si nadie le da la hora? Hay que ser un delirante, y prefiero mantener los pies sobre la tierra. La evidencia dicta, entonces, que soy infumable e inquerible. La imaginación y la falta de madurez social de los argentinos no ayuda cuando, por el hecho de que viví en Alemania, cada pedo que me tiro es "típico nazi". Imbéciles ignorantes.
Creo que tengo mucho para ofrecer, cosas buenas, y que cuando tengo una luz de esperanza en el alma sale lo mejor de mí. Es cierto que es un poco irreal esperar que otra persona nos haga feliz, pero probé lo que es estar con alguien enamorado, como lo estoy con Perro, y quiero eso. No quiero que sea fría como la de Luxemburgo ni que no podamos tener conversaciones como con la de Alemania, que además, después de 15 días de haber terminado una relación de 5 años, conoció al amor de su vida y 6 meses más tarde estaban casados. ¿Tan irrelevante fue lo nuestro, yo en su vida, en su corazón? Sí, parece. Hablamos más en las 2 horas de almuerzo de despedida unos días antes del LH510 en septiembre de 2018 que en 5 años de relación. No me lo merezco.
Me cagaron la cabeza de chico con el divorcio, ya de por sí traumático, y encima mi abuela materna se dedicó 30 hs. al día a llenarnos la cabeza de mierda a mí y a mi hermana. Mis compañeros de colegio eran, y son, una mierda de seres humanos en su mayoría, que ni saben escribir a pesar de haber ido al colegio más cheto, caro y elitista de la ciudad. Estoy harto, y estoy harto de estar harto. No es forma de vivir. Veo gente cogiendo sin ningún tipo de vínculo ni intención de formarlo, y avisándose mutuamente que ese es el caso, y aceptando la nada que les "ofrece" el otro. Cada vez más gente acumulándose en el historial de encamadas sin dejar ni el más mínimo rastro en la otra persona, ni preocuparse por el asunto, ni buscarlo siquiera, como si ya vinieran mentalizados desde el vamos con que eso es normal. Es muy triste. Es rastrero, de hecho. Las redes sociales no han hecho más que disparar lo enfermas que están las relaciones entre hombres y mujeres, ellas regalando el culo y ellos tomando las migajas que les tiran (sí, un culo es una migaja), ellas pensando que ese tipo de atención es lo que valen y ellos... qué me importan ellos, si a mí me gustan ellas, aunque les deseo lo mejor. Y los que no caemos en esa autocondena a la mediocridad nos quedamos afuera del juego, cagándonos de frío, escuchando los gritos y pensando si no nos estamos perdiendo de algo, si no estamos siendo necios, o nos aferramos a principios inútiles y retrógrados.
Estoy envenenado, y lo siento mucho.
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