miércoles, 20 de enero de 2010

la letra chica

Conocí a mi novia por internet, por uno de esos portales donde uno pone una foto de cuando era más joven, flaco y se molestaba en bañarse y afeitarse casi todos los meses, hiciera o no falta. No faltó la descripción de este tierno, maduro e inteligente ejemplar del género masculino, recipiente de las más puras virtudes.
Más de uno, incluyéndome, es de la opinión que llegar a la instancia de tener que anunciarse de semejante forma para poder conocer gente es bastante patético, y no puedo más que coincidir plenamente. Las obligaciones diarias, sumado a ciertas prácticas sociales, mezclado con preferencias personales, hacen la búsqueda de una pareja una cuestión no menor, con vivencias, dilemas y decepciones que asombrarían al más pintado.
En los 3 ó 4 primeros años en Alemania debo haber salido a tomar un café de primera instancia con unas 20 féminas, ninguna de las cuales invité yo a salir, sino ellas a mí. Es que son liberales, las chicas. Y me parece bien, porque yo soy tímido. Ahora, ojalá esa palabrita liberales atendiera a las ganas de una persona de no quedarse en remilgos, en lugar de ser un eufemismo para evitar subrayar una característica patente en la mayoría de los casos: la imposibilidad de mantener la ropa interior puesta, y siempre esperar una revolcada que viene a cumplir la función de sello aprobador del mutuo interés. Como si esto no fuera de por sí ya bastante conducente a consecuencias obvias (dejando a un lado oxidados principios religiosos, morales y demás), surge la siguiente pregunta: ¿interés en qué? Porque, como me dijo una amiga bastante crecidita y de la que no tengo motivo para dudar de sus estimaciones, los alemanes son los únicos seres que consistentemente pueden casarse y tener hijos sin haber amor. Menor carga impositiva, un alquiler menos, vacaciones "con alguien" y otras maravillas no falta escuchar a la hora de indagar en los motivos por los que algunos de estos seres, en proporciones alarmantes, entran en la vida conyugal.
Mi novia no. Como el que escribe, ella tiene la invaluable creencia de que acostarse con alguien implica más que gustar de alguien, que es inseparable del amor. No entremos en discusiones sobre el asunto porque da para largo, y es una cuestión muy personal en la que meterse a juzgar es tan fútil como estúpido. Como decía mi abuela, cada uno hace de su culo un pito.
Sin embargo, para mí este detalle es trascendente. Una vez más, es personal y no voy a explicar por qué.
Lo siguiente que quedó claro es que se trata de un ser humano excepcional. A pocos meses de estar juntos me transformé en el centro de su mundo, en el cual soy merecedor de su confianza, de su atención, de sus mimos, de todo lo que una persona pueda dar. En fin: de su amor.
Lo que ella no pudo prever, sin embargo, fue la letra chica en nuestro tácito contrato, esa que redactó algún duende con demasiado tiempo libre y sin muy buenas intenciones: mi depresión. Esta perlita escondida en mi alma es la causante de muchas cosas que son relativamente fáciles o difíciles de entender, pero que uno eventualmente acepta como parte de la dolencia. Lo que no se puede aceptar en una pareja son ciertas actitudes mías que surgen a causa de la depresión. Ejemplos sobran, lamentablemente:
  • mi ánimo está muy por el piso, y tener que adoptar una cara potable para el trabajo me consume al punto de que cuando llego a casa, no me quedan ganas de contestar preguntas, mucho menos conversar o sonreír; esto hace que me aísle.

  • no tengo, de hecho, ganas de nada. Ver una película, comer, bañarme, son todas cosas que hago para pasar el tiempo. Leer un libro apenas me entusiasma. Así que por más que me propongan actividades, no acepto ninguna.

  • cosas avanzadas/elaboradas o como se llame, de esas que solamente pasan en los seres humanos en el neocórtex, como por ejemplo ganas de abrazar, a mí no me pasan.

  • necesito estar solo por un rato al día. En el trabajo estoy rodeado, sofocado por esa gracia tan especial de los alemanes para ignorarte pero al mismo tiempo invadirte; y cuando llego a casa necesito un poco de tranquilidad a solas, para bajar esa sensación molesta de la compañía no invitada. Y eso incluye a personas que normalmente sí me gustaría que estén conmigo.
Mi pobre novia ha logrado, a fuerza de darse contra la pared, entender los mecanismos por los cuales la depresión va destruyendo a una persona desde adentro y ha aceptado, no sin dolor, que los de afuera son de palo. Porque mal que pese, todas las fuentes (médico, terapeuta, libros, etc.) coinciden en que nadie más que el propio paciente pueden influir en estos temas. Si no hay ganas, no hay ganas. Terapia y pastilla ayudan, pero el propio enfermo es el único que puede hacer algo, y justamente ese es el que lo único que anhela es terminar de morirse, encerrándose en sí mismo, aletargándose, marchitándose.
Pero hete aquí que encontré una cosa que, a pesar de lo obvia, no es fácil de hacer: salir. No salir a hacer deportes, corriendo 30 km o jugando todos los días al fútbol por 2 horas. No salir a recorrer museos. No salir a ver fantásticos paisajes. Pero salir. Salir a tomar aire, sería la mejor definición. Y hete aquí también que tengo la suerte de vivir al norte del Jardín Inglés, un parque muy grande de Múnich que mide unos 8 km, pero que básicamente termina en un bosque en sí mismo, así que uno puede ir a caminar en el medio de la naturaleza y elegir meterse en el Jardín o simplemente en el bosque. Así que en las últimas semanas me dediqué, solo o con novia, a caminarlo un poco y a tratar de dejar mi mente divagar.
Funcionó. De hecho, ahora me estoy haciendo la costumbre de pegarme aunque sea una vuelta al edificio donde trabajo (un rectángulo de unos 300 por 500 metros) en la hora del almuerzo. El beneficio se nota a la hora de dormir, lo cual hace que sueñe menos y mejor, con lo cual mi humor al empezar el día es más elevado y mi actitud más relajada, menos agresiva, con lo cual el día se me hace más liviano, y en consecuencia me siento mejor en general.
¿Quién hubiera dicho que semejante tontería como pasear una media hora al día pudiera ser tan bueno? Y no contiene aditivos ni colorantes, ni calorías (al contrario, las disminuye), ni cuesta dinero, ni hay que tomar el transporte público para hacerlo, ni nada de nada.
En fin, un paso adelante, literalmente. Esperemos que sea el primero de muchos.

9 comentarios:

Pablo dijo...

La naturaleza tiene un efecto curioso en mí. Cuando estoy en la selva, por caso, no puedo evitar pensar en los miles de ojos que me observan sin yo verlos; algunos por simple curiosidad, otros evaluándome como posible presa, otros con fastidio porque invadí su territorio. Nunca como entonces tengo cabal comprensión de que sólo soy algo más, de que la Tierra no gira sobre mi eje y está bien así.
Aprovechá esos paseos, ponete a mirar, vas a ver cómo te distraés.

Laura Palisa dijo...

Coincido con Sabine y no soy alemana!
Hola Martincho. Te extrañé. Imposible ponerme al tanto de toooodos tus últimos post (mi bloglines dice que no leo tus últimos 25 post) (la vida, la vida, malas épocas, ya te contaré)
Te decia, no puedo leer todo pero por lo que decís aqui, no andás bien. Pero querés que te diga algo? te leo mejor (no, no tengo anteojos nuevos!) Te siento mejor. Tal vez te siento como mas dueño de la situación, con las riendas bien tomadas.
Me gusta el giro que le vas dando a tu pelea.
Un beso y, por tu culpa, tendré que ir a releer a Anna Frank :)

Martín dijo...

Así es, Pablo, lo de los ojos es muy cierto. No se me había ocurrido verlo así. Quizás una de las cosas que disminuyen esa sensación en Alemania es a) que siempre tenés gente alrededor tuyo, es difícil estar solo, y b) que no hay bosques naturales, todo es forestado. Esto se nota sobre todo cuando despegás de un aeropuerto y empezás a ver los patrones en los árboles, las filas, "como soldados", me dijo una señora mayor. Eso le quita un poco la connotación de "naturaleza". Pero como vos bien decís, sentirse chiquito y que la Tierra no gira alrededor de uno nos devuelve la perspectiva.
Gracias por el consejo, será tenido en cuenta.

Martín dijo...

Hola Laura! 25?!!! That's impossible!!! ;) No creo ser tan prolífico...
Eso de que me leés mejor se debe, quiero pensar, a que estoy mejor. Pero aunque no lo esté, quiero estarlo, y eso ayuda. Estoy tratando de ser más optimista. Aunque una vez leí que "un pesimista es un optimista bien informado".
De cualquier forma, estoy tratando.
Beso.

@lb@ dijo...

Martín, hay una película que se llama "El Secreto" capaz te ayuda.
Sabés que es cierto lo que dice Laura, hay algo como que está cambiando en lo que decís, es muy sutil, casi no se nota, pero existe!

Martín dijo...

Alba, ¿me das más datos de la peli? Pareciera que hay muchas por ahí con ese nombre o parecido.

@lb@ dijo...

La podés bajar de Internet, yo lo hice con el Ares que es un programa para bajar música.
Es una documental de Rhonda Byrne "The Secret" que salió de un libro con el mismo nombre. La página es www.Centraldivx.com
Ojalá te sirva aunque sea un poquito! y hacémelo saber.

@lb@ dijo...

Ah! me dijeron que hay que verla muchas veces.....

Martín dijo...

Alba, hoy por primera vez en 2 semanas tengo pensado irme a casa antes de que se haga de noche =P
Espero poder ver de qué se trata la película. Gracias por el dato.