viernes, 4 de marzo de 2016

¡mirá lo que vi!

Estoy leyendo Platero y yo y no puedo creer lo que estoy disfrutando este libro. Por más que su autor, Juan Ramón Jiménez, afirme en el prólogo que los chicos pueden leer los libros de adultos (salvo los que a todos se nos ocurren), lo cierto es que hay cosas que son como manejar un auto: cuando somos chicos simplemente no llegamos a los pedales. Y esto se aplica a tantas cosas. Por ejemplo, mi hermana insiste en no llevar a mis sobrinos a Disneylandia hasta que tengan por lo menos 12 años. Por ahora, se compra un par de zapatos y les da la caja vacía para que jueguen, que con eso tienen para seis meses de aventuras con la pobre gata.
Muchas veces en este espacio me pregunté en voz alta por qué tengo un blog. Y muchas veces intenté una respuesta que cada vez me quedó corta, indefectiblemente. Eran intentos, lo sabía, pero que pavimentaban el camino que, como la Ruta 40, aunque no llegara a la respuesta, me la hacía más fácil para el próximo intento. Y leyendo a Platero me parece que lo tengo, y es no solamente sorprendentemente simple y obvia, sino además elegante, porque es la misma razón que me motiva a sacar fotos, e incluso a andar en moto: porque necesito expresarme. Tomá.
Es cierto. Quizás el escribir sea más fácil relacionar con la idea de expresarse, mientras que la fotografía suene más a la acción de capturar algo que está ahí, que uno no puede transformar, y por lo tanto no es la expresión de algo en el fotógrafo sino de su habilidad de capturar algo fuera de él, ahí, delante de la cámara, delante de cualquiera y de su cualquier cámara. Y ni hablar de andar en moto... ¿qué cuernos tiene eso que ver con expresarse? Voy a defender mi tesis con una imagen:


Lo primero que uno escucha después del "qué linda foto" es "debés tener una buena cámara". Errr... pse, tengo una buena cámara, y si te la pongo en un trípode, con todos los diales (7) y botones (28) en la posición adecuada, no vas a sacar la misma foto. Te lo garantizo. Y eso sin contar el posprocesamiento que, aunque no sea químico, en lo personal acepto perfectamente el uso del término revelado, sencillamente porque ahí es donde se revela la imagen que el fotógrafo quiere y puede lograr con el material inicial que logró capturar en la cámara. Igual que en la cocina, con los mismos ingredientes uno puede hacer un desastre o una delicia, dependiendo de cómo los use. Al momento de capturar la foto, de apretar el botoncito, uno simplemente mete los ingredientes en el horno. Y un buen fotógrafo sabe qué ingredientes meter, cuánto, y cuándo. De hecho, los que saben dicen que hay 3 fotos: la que uno ve, la que uno captura, y la que uno logra. La primera está en la mente del fotógrafo, la segunda depende de la técnica que ofrece la cámara y qué tanto sabe uno explotarla, y la tercera es la resultante de la que se capturó más el posproceso, e idealmente refleja cuánto la segunda se acercó a la primera. De las tres, diría que la técnica es la más fácil, mientras que lo que uno logra en posproceso arranca de lo que se capturó y termina cuando uno piensa que se acerca lo suficiente para expresar lo que uno quería. Desde el lado técnico de la fotografía, el meollo realmente reside en saber qué es lo que le puedo sacar a la cámara y al posproceso. Pero esto es lo más fácil de aprender. Lo jorobado, y ahí es donde se separa a un buen fotógrafo de un artista, es lo que la persona ve, con su mente, en función de lo que sus ojos le muestran, de lo que está ahí, a la vista de todos.
Esos mates ahí y así puestos estaban a la vista de todos (cientos de miles de personas que visitan la Feria de San Telmo en Buenos Aires) pero pocos ven lo que yo vi y todavía muchos menos sacaron esa foto.
Otro ejemplo:


Y sí, esto es ropa colgada para secarse, en una callecita de Cefalù, 65 km al este de Palermo, en Sicilia. Cuando le mostré esta foto a una amiga que nació y vive ahí hace 44 años se quedó helada, y comentó que nunca vio una foto así, desde esa perspectiva, con esos colores. O sea, a nadie se le ocurrió mirar para arriba (¿?).
La realidad es que necesito expresarme. Mi profesión, al menos en el contexto en que me muevo, deja poco espacio para la creatividad y mi cerebro, sin prisa pero sin pausa, vive pensando, elaborando, procesando e imaginando cosas que necesito plasmar de alguna manera, gritar al mundo, pero en voz bajita. A veces necesito decirlas, y las escribo; a veces pintarlas, y como soy muy malo y tengo poca paciencia, saco fotos. Alguien, con no poca frustración, contaba una vez que las palabras están ahí, pero Borges simplemente las usa mejor. Lo que fotografío está todo ahí, yo simplemente apunto la cámara a lo que me ayuda a expresar lo que siento, como bien señaló un fotógrafo amigo que decía que mis fotos del último año todas tienden a tonos pasteles y cálidos. Y sí, así es como me siento y así es como lo expreso. La fotografía como arte no se trata de lo que uno ve, sino de lo que uno siente. Aspiro a mostrar lo que siento de una forma positiva, que aporte al mundo, incluso cuando siento tristeza, soledad, abandono, nostalgia. Intento usar la intensidad de esos sentimientos como inspiración y que quede algo lindo de esos momentos difíciles. Ni hablar de los momentos lindos, como este amanecer desde mi ventana...


La fotografía también puede ser un simple recuerdo, como esas veces que estamos con alguien que queremos mucho, y a veces es esa necesidad de compartir con esas mismas personas lo que estamos viviendo, cuando no están al lado nuestro. Cuando vemos algo tan lindo y nos sentimos tan bien, que queremos que ese amigo o familiar también lo experimente. Queremos gritar, sin saber por qué: ¡mirá lo que vi!

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