miércoles, 13 de abril de 2022

una lágrima en el pecho

Me gustaría que la depresión no fuera parte de mi vida. Quisiera que volviera a ser esa palabra de acepción errónea y mal usada para referirme a cuando simplemente estoy triste o bajoneado. La vida en blanco y negro es más pedorra, y a medida que pierde más contraste y el gris más obscuro y el más claro se acercan... peor todavía.
Una situación familiar me llevó a tener una muy necesaria charla con Hermana. El catalizador fue un cruce con mi mamá que derivó en distanciarme de ella precisamente unos días antes de que le dieran un diagnóstico de esos que te asustan.
Hermana es de esas personas que tienen como estacionamientos disponibles en la cabeza, y cuando un veredicto u opinión estaciona ahí, hecha raíces, no se mueve nunca más. Lo más rápido es tildarla de cabeza dura, pero ese término se queda corto, no llega a abarcar en qué medida influye en todo lo que piensa y en cómo procesa la realidad en función de eso. Sumado a un carácter explosivo y que, como yo, no aprendió a articular sus sentimientos constructivamente, sino que en primera instancia la abruman, eso se aúna para que resulta en una de dos: agresividad o llanto. No es misterio, entonces, que hablar con ella sea "difícil", un difícil del calibre del Schwerer Gustav. A pesar de todo esto, y a pesar de que no todo fue dicho, todo lo que se dijo fue escuchado y en mi caso lo viví como muy constructivo. Repito: ya he tenido alguna otra conversación como esta, con menos experiencia en hablar con ella, y a la siguiente vez que surgió algo que apelara a lo charlado y, pensé, aclarado, ella seguía pensando como antes. Así que no me hago muchas ilusiones.
Un ejemplo. Soy una persona inteligente. No es ego, es observación. Me lo han dicho, me lo han medido, me han dado becas, etc. Soy pensante, analítico. Y soy, con mucho esfuerzo para cultivarlo, articulado para expresarme. El solo hecho de haber tenido que aprender varios idiomas me inculcó el hábito de buscar las palabras que transmiten mejor lo que quiero comunicar. Y a la hora de emitir mis opiniones y conclusiones, lo hago con precisión, vehemencia, pasión y estructura, y eso las hace difícil de refutar. No es que crea tener razón, sino que en general le dedico bastante más que los otros a llegar a una posición y eso les es frustrante, aunque no lo sepan. Lo que sí creen saber es que yo pienso que soy dueño de la verdad, y prefieren (porque es más fácil) atacarme a mí y a mi presunta creencia de tener la razón, que a mi posición. Lo entiendo, es tentador, y yo también lo hago, aunque soy consiente del problema... y trato de evitarlo. Pero están proyectando. Ellos son los que creen que es verdad que yo creo tener razón, cuando en realidad estoy exponiendo mi posición lo mejor posible para que entiendan cómo llegué ahí, y también para que les sea más fácil atacarla y corregirme si ven algún error. Lo que me interesa no es tener razón, es llegar a la verdad. No hablar estupideces, no equivocarme sobre algo o alguien, y sobre todo no seguir estando equivocado. Progresar. Poniéndose observador: suponen algo (porque es más cómodo) y asumen que es verdad, y eso que hacen es justamente de lo que me acusan. Patético.
Pues Hermana, y no es la primera ni de lejos, me acusó de eso. Ufff... estimada... acabás de sacar carné de membrecía en un club muy grande de gente que en lugar de invertir 2 neuronas por 2 segundos, opta por quedarse con sus prejuicios y, peor, pensar que las cosas son como se las imaginan. Felicitaciones. Qué lástima no tener crayones de colores.
Y la parte que creo fundamental agregar, porque complementa todo esto, es que yo no pienso eso de ellos sino que los escucho con atención y trato de comprender qué piensan y cómo llegaron ahí, porque muy probablemente pueda aprender algo. Siempre asumo que pueden contribuir a mi visión de las cosas, ayudarme a mejorar.
Soy un imbécil.
La situación con mi mamá viene originándose en el hecho de que se ha transformado en lo que se puesto de moda denominar una persona tóxica: negativa, paranoica, criticona, victimista, arrogante. Tolerable en pequeñas dosis, corrosivo si es cotidiano. Esto me agota, va drenándome de energía de la misma forma que lo hace el estrés. Sumado a ciertos problemas que me estresaron realmente, las últimas semanas tuve una recaída en la depresión y se me estaba haciendo cada vez más difícil pasar tiempo con ella. Empecé a notar que me interesaba menos visitarla, por ejemplo. El distanciamiento que puse ahora, lamentable como es, no me viene nada mal. La pobre no se especializa exactamente en disculparse, ni en los pasos previos a eso, así que el reacercamiento probablemente depende de mí, y pienso tomarme el tiempo necesario. Autopreservación, me dijo uno; no ponerme otra vez en su línea de tiro, lo llamé yo. Como sea, estoy demasiado enclenque como para aguantar más agresión, y parte de mi chota personalidad y de mi fragilidad se las debo, ahora lo veo, a ella. No es una recriminación: es un hecho. Y hago bien en tenerlo presente.

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