lunes, 22 de mayo de 2023

¿399? ¿400? ¿401?

Me cago... sigue diciéndome que tengo 399 entradas. No entiendo. O sea que esta sería la 400. Veremos cuando la publique.
Mientras tanto, el círculo de la vida sigue. Alguien muere, y alguien, o algo en este caso, nace. La suegra de mi hermana falleció el domingo. Tenía casi 90 y hace un par de años había entrado en esa etapa donde uno entra y sale del hospital por hipertensión, algún golpe, problemas digestivos... órganos desgastados por los años. Sin sufrimiento, sin mayores contratiempos, solamente un declinar que se aceleró y obvió la aparentemente inevitable quimioterapia a la que nos encaminamos todos.
El asunto es que yo no quería ir al velatorio, no porque no me interesara, sino porque hace poco que murió mi mamá y no tengo ni jota de ganas de revivir el asunto. Demasiados paralelismos. Así que le ofrecí a mi hermana cuidar a mis sobrinos mientras durara el asunto. Nos juntamos a eso de las 4 de la tarde y fuimos a tomar algo y comer tortas varias a un lugar hermoso que abrió hace poco cerca de mi casa. Después fuimos a una plaza con Perro, seguimos a otra plaza, y terminamos viendo el atardecer en la playa, todo el tiempo (más de 4 horas) charlando de la vida, haciendo chistes y disfrutando de la compañía. Lo necesitaba. Mucho. Sobre todo porque si fuera por mí y mi discapacidad para lidiar con chicos, la relación sería mucho más distante. Demasiadas veces les he explotado en la cara, siempre con una buena razón, pero con los resultados esperables de mostrarle a un ser en formación que uno es... explosivo. Perro, como ya conté varias veces, es el que me está enseñando no solamente a dominar mi carácter sino incluso a reeducarme. Es mucho más fácil evitar fueguitos que apagar incendios. Con este pobre angelito y mucho, mucho interés y esfuerzo de mi parte, estoy logrando aprender a detectar qué me detona y trabajar no solamente en controlar las detonaciones, sino en que justamente no me afecte, así no hay nada que controlar. El mundo feliz, yo feliz. Uin/uin situeillon. Fue tan fuerte la sensación de satisfacción que sentí el domingo en la playa sentado con ellos 3 (Sobrino, Sobrinito y Perro) que por un par de días contemplé la posibilidad de que quizás no es tan malo vivir en Argentina, con ellos. Hogar es donde te extrañan, ¿no?
Sobrinito finalmente está empezando a sacar la nariz del celular, y sumado a la tristeza de la pérdida de su segunda abuela en menos de 4 meses, es esperable que pase una de dos cosas: que se meta más en su mundo e intente digerir las cosas solo, o que recurra a los que lo rodeamos. La segunda opción depende bastante de nosotros y yo pienso hacer mi parte para que lo primero no ocurra. Sé de primera mano las consecuencias que eso trae, y no es deseable. Mi hermana, la madre, no es por subestimarla pero dudo que esté plenamente consciente de las consecuencias. No me conoce tanto ni tiene tanta sensibilidad. Por suerte.
El asunto es que con una combinación de tiempo, maduración de ambas partes, eventos de la vida que llaman a la unión, y el efecto amalgamante de Perro (sin volver sobre el tema de lo mucho que me educa), estamos más conectados y para mí eso es de lo que se trata la vida. Al no tener hijos propios, esos dos chicos, junto con mis fotos, son lo único que me conecta a la eternidad, a dejar un legado. Junto con Perro y Hermana, son la única familia que me queda y casi lo único que le da sentido a mi día. Y si no consigo pareja, lo único que me da un motivo para posponer el corchazo. No es dramatizar: es la realidad. Por si no se notó, tengo esas rachas de elucubraciones existenciales que inevitablemente me llevan a pensar en lo irrefutable de postular que sin dar y recibir amor, la vida es una sucesión de días, es durar y transcurrir, que no es lo mismo que vivir. Soy un privilegiado y sería una falta de respeto ocupar mi vacante sin aprovecharla.

Y esta sí, por fin, fue la 400. Estoy casi seguro...

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