viernes, 26 de mayo de 2023

bondad

Me había olvidado de esa palabra. Cuando pienso en Perro y trato de describirlo, la primera palabra que me viene a la mente siempre es "gentil". Es delicado, bien intencionado, amable, y no conoce la  malicia o la agresividad. Es bueno, es pura bondad. Pero realmente "gentil" es lo que en mi imaginación engloba todo eso. Es gentil con el mundo, con los humanos, con los perros, conmigo.
Yo no soy gentil, pero soy bueno. Tengo bondad. No soy amable; es decir... no es que soy asqueroso, aunque a veces sí, pero no soy amable. Los humanos me asustan, me dan miedo, desconfianza, no quiero que se me acerquen. Son traicioneros, egoístas y estrechos de mente. También están los estúpidos, que son inimputables. Como sea, no me inspiran ganas de tolerarlos.
Y sin embargo soy bueno, indiscriminadamente, que es la única forma de ser bueno, pero soy muy cuidadoso con quién soy amable y a quién le dedico mi paciencia. No puedo ser malo ni siquiera con la gente que sé positivamente que se lo merece, esa gente que es como las nubes: el día mejora cuando se van. Cultivo la bondad y cuando encuentro humanos buenos los atesoro, aspiro a incluirlos en mi mundo y los honro; de alguna manera, los colecciono. Trato de cultivar lo que tienen, tanto en mí (copiándolos, por decirlo de alguna manera) como en ellos mismos (alentándolos): mi sobrino más grande, la camarera de donde iba el año pasado a tomar café con medialunas (un alma especialmente especial), el jardinero de mis cabañas, Perro (por supuesto)... La verdad que tuve que poner esos puntos suspensivos porque hace 30 minutos que estoy pensando en gente para poner en esa lista y no se me ocurre nadie más.
Cuando era chico miraba Robotech, y unos minutos antes de que empezara, había un pastor del Club 700. El tipo contaba alguna historia, raramente relacionada con Jesús o esas cosas, sino de gente común con la que uno podía sentirse relacionado de alguna manera. Eran lindas historias, muy humanas, menos divinas, digamos. A veces simplemente enunciaba y analizaba algo que había dicho alguien inteligente, sobre la naturaleza humana. En una de esas comentó que hay personas malas, que sin importar lo que les hagan, van a reaccionar mal, con malicia. Después están los mediocres, esos que si les hacen algo bueno devuelven algo bueno, y si les hacen algo malo se ponen bravos. Conozco mucha gente en esa categoría y la amplia mayoría se vanagloria de su condición, se creen jodidos, que inspiran respeto, o alguna otra idiotez basada en esa estupidez que comentaba antes. Finalmente está la gente buena, esa que sin importar cómo la traten, van a reaccionar con gentileza, bondad y empatía. Estas son abreviaciones de lo que define ser una cosa u otra, pero más o menos sirven. Yo le agregaría la aclaración de no fijarse demasiado en la simpatía de alguien, cualidad ultra-sobrevalorada y que pesa en mi forma de ver qué tan tarado es alguien para juzgar a los demás. Así completada, esa definición se me grabó en mi cabeza y más o menos calza con mi creencia de que que albergo bondad en mi corazón. Por eso, admiro profundamente a la gente que reacciona bien cuando es atacada porque yo apenas lo logro, pero lo intento. Perro es un gran responsable de que mi tasa de éxito haya aumentado de cero a algo. Ese cero, y no me estoy excusando (o sí), es el producto de mis experiencias de chico y mi dificultad para confiar en estos bípedos.
Adoro la bondad. Es lo más importante para mí en una persona. La inteligencia también es tremendamente importante, pero es más como algo deseable que algo necesario, y por sí solo no alcanza para que alguien me guste y se me disipe el miedo ese que me provocan por el simple hecho de ser humanos. La bondad, sí. En el caso de mujeres, el paquete (mental, por lo menos) queda redondeado con la última característica: que sea fina. De esto me di cuenta hace poco, y no sin ayuda. Ahora que identifiqué esa, se me hace mucho más fácil saber aunque sea por qué me gustan chicas que no son tan lindas, y otras que si lo son me las salteo olímpicamente. Pero esos son lujos que uno puede resignar; la bondad, no.
Me gusta pensar así.

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