domingo, 10 de septiembre de 2023

Salomon Tauber

En The ODESSA File, Frederick Forsyth cuenta tanto las experiencias de un judío durante su estancia en el sistema de ejecución de la Solución Final implementada por los alemanes en la Segunda Guerra, como su vida durante los últimos años previos a suicidarse, 17 años después de finalizada la guerra. Es en esta última parte donde puedo sentir un poco de empatía. No es victimismo, por favor, no pretendo ni vivir ni sentir la milésima parte de lo que ese pobre hombre y tantos otros habrán pasado, pero tengo un asomo de idea de cómo se siente cuando uno no tiene ya ni ganas de ponerse a buscar una excusa para levantarse de la cama, o siquiera para tomar la próxima inhalación de aire. Suerte que el corazón y el diafragma trabajan solos.

Esta semana fue espectacular en lo laboral/económico, y una cagada en lo sentimental. Es normal. Cuando uno no tiene que preocuparse por lo que hay en la heladera, la cabeza tiene tiempo y el hábito de ocuparse de otras cosas, como de lo que hay en el corazón. Haber conocido a la chica esa de Necochea me despertó de esa modorra en la que uno cae cuando pierde la esperanza, no ya de encontrar a alguien, sino de que ese alguien exista. Uno se conforma y deja de buscar. No hace falta bañarse tan seguido ni estar impecable vestido. ¿Para qué? Ni responder ilusionado cuando alguna pregunta de qué raza es el perro, o mirar quién está compartiendo la cola del supermercado. Ni entablar conversación con nadie, eventualmente. ¿Para qué? Si es una pérdida de tiempo.
La modorra es una mierda, pero es cómoda. No hay esfuerzo involucrado, solamente un no arriesgarse y va formándose la cáscara. Pero habérmela cruzado me hizo acordar a lo que me hacía sentir despertarme y poder agarrar la mano de alguien, hacer juntos algún plan para el día o decir algún chiste. No tengo nada de eso.
Una vez leí que se piensa que meter a un tipo en una celda 20 metros bajo tierra es cruel, pero ahora se sabe que encerrarlo en algún lugar con una ventana, desde donde pueda ver el mundo exterior y lo que se está perdiendo, es mucho peor. Pues miré por la ventana. Tiene más que ver con mi estado que con esta chica específica, por supuesto, estoy consiente, pero no por eso jode menos.
Cuando cumplí los cuarenta estaba esperando la tan mentada crisis de esa edad. Nunca me agarró nada, ni parecido. Ahora sí, pero no porque me sienta de pronto viejo, no es así. Es paulatino y hasta ahora vengo adaptándome bien a las reducciones apenas pixeladas de mis capacidades, físicas y mentales. Pero lo que me pone enormemente triste es pensar que me estoy volviendo cada día menos y menos atractivo, y cuando quiera acordarme ya no voy a estar en condiciones de tener ninguna pretensión en una mujer. Voy a estar decrépito y, por mera reciprocidad, esperar volver a tocar un lindo culo va a haberse convertido en un delirio, una estupidez. Eso me pone triste. Me faltan 10 minutos para el medio siglo y me veo tranquilamente de una década menos, pero no puedo disfrutalo.
La traductora no estaba asqueada conmigo, lo noté. No sé hasta dónde podría llevar la impresión que le causé, pero sé que no fue negativa. Pero vive a 370 km/4 horas, y aborrezco las relaciones a distancia. Queda descartada. Pero fue lindo estar y hablar con ella, y sospecho que para ella fue igual. Curiosamente, desde que volví de Necochea prácticamente no volvimos a hablar, ni por chat en Instagram, ni por WhatsApp, ni por audios, ni mucho menos llamada. Como que los dos reculamos. Por lo menos yo. En realidad no tengo ningún dato como para adivinar qué es lo que le pasa a ella más que el silencio de radio, que generalmente no presagia nada bueno.

Salomon Tauber murió solo, y aunque se podría argumentar que todos lo hacemos, él vivió solo los últimos años de su vida, sumido en los escombros de su alma, de los que nunca se reconstruyó ni despegó. Horrible. Mi tío murió hace 10 años, y si bien no estuvo en ningún campo de concentración ni nada por el estilo, estuvo solo y sin haberse casado ni tener hijos. Siempre estaba si uno necesitaba algo, pero muy, muy poco más. Cuando me fui de Argentina y venía un máximo de dos veces por año lo veía igual que cuando vivía acá. No quiero seguir así, solo, sin haber encontrado amor. Mi padre me dejó, mi madre, si bien se ocupó bastante, logró que hoy no la extrañe. Sí, entiendo que tengo varas muy altas para juzgar a la gente y hasta sé por qué tengo esas varas a esa altura, pero tengo más que buenas razones para que sea así. Al abuelo extraño. Y hay cosas que lamento no haber encarado en la relación con mi tío, como decirle de ir a tomar un café juntos. Ahora entiendo que él estaba limitado y creo que hubiera aceptado. Podría haberle preguntado cosas, no sé, por qué no se casó, o qué pensaba de Perón. Yo qué sé.
El asunto es que ahora estoy en sus zapatos pero, por lo que sé, bastante más infeliz con mi situación. Quiero amor, quiero charlas, quiero intimidad. Lo quiero con mi pareja, con mi familia y con mis amigos. Si no, no los quiero. Así funciono, pero no sé cómo conseguirlo.
Varios hombres adultos vinieron al funeral de mi tío y lloraron. Soy de la opinión que cuando una mujer llora, pasó algo feo, pero cuando un hombre llora, hay algo mal en el mundo, algo que hay que hay que arreglar. No sé, me preocupa más cuando veo un hombre llorar que cuando veo una mujer hacerlo. Pero él no se casó y vivió solo y sin consecuencias. Quisiera que me extrañen, quisiera inspirar, quisiera que alguien piense que lo inspiré para algo bueno. Eso cuando me muera. Ahora quisiera que alguien me vea como su refugio, su roca y su proyecto.

No hay comentarios.: