domingo, 8 de octubre de 2023

¿todavía me querés?

Primer fin de semana libre en mucho tiempo. Tendría que mirar el calendario de reservas para saber cuándo fue la última vez que tuve las cabañas desocupadas y al mismo tiempo no hubo nada que arreglar y pude rascarme un poco. El fin de semana pasado limpié las estufas a leña (se habían tapado y una incluso ya no prendía) y alguna cosita más, y este fin de semana no tengo nada para hacer. Aparentemente esto liberó mi cabeza para pensar de las suyas. Algunos episodios, sobre todo con Perro (el ser más bueno y gentil que conozco) y uno que otro mientras estaba con algún amigo intentando conversar, me hicieron repensar actitudes que tengo y mi estado mental en general.
Por ejemplo, ayer estaba en un café charlando con un amigo de algo importante, íntimo, trascendental, y en su camino a la salida un par de personas se nos pusieron encima para preguntar cosas de Perro, que estaba lo más pancho abajo de la mesa. Es decir, les importó un bledo interrumpir una charla y molestar al perro, ellas querían un poco de atención. Que si es hembra o macho, que cuántos años tienen, que si es el perro más lindo que jamás vieron, que si se parece a Toti, el perro de la vecina del primo de una tía. a) A mí qué carajos me importa. b) ¿Sos ciega, estúpida o simplemente te cagás en el prójimo? c) Si me hubiera levantado esta mañana de la cama pensando en evacuar dudas cinológicas, me hubiera sentado al lado de vos en tu mesa cuando entré al café y te hubiera preguntado qué necesitabas saber. No fue así, ¿no? No, no fue así. Cerrá la puerta cuando te vayas.
En Alemania, con todo el cariño que me despierta, o en Suecia, con todo el cariño en serio que me despierta, la gente es respetuosa. La única salvedad que recuerdo es que los camareros en Alemania son bestias, porque tienen menos tacto que una locomotora cayendo de un puente, pero son respetuosos en general. La gente no siente que tiene el derecho de venir a romperte las pelotas para lo que es, en definitiva, realmente sólo buscar atención. Y eso que les encanta escuchar el sonido de su voz. Los suecos son puro respeto. ¿Y sabés qué? Me acostumbré enseguida a eso. Uno se acostumbra rápido a lo bueno, y después lo extraña. En este experimento psiquiátrico que llamamos Argentina la gente está absolutamente convencida de que la simpatía es más importante que el respeto, es decir, ese intento de codificar las interacciones humanas que llamamos reglas. ¿Querés comentar algo? Dispará, aunque el tipo esté en el inodoro, o con un tremendo problema, o haya otras 30 personas atrás tuyo en la fila. Y la parte más linda es cuando decís algo, reaccionás a ese pisoteo de tu tiempo y tu paz, y te tildan de jodido, maleducado o intolerante. Imbéciles.
Estas cosas no me pasaban mientras vivía en Suecia, en Alemania, Suiza o incluso Italia, si bien los tanos probablemente eran más parecidos a los argentinos pero no me di cuenta porque nunca superé el período de luna de miel. Pasaban semanas sin que alguien me rompiera las pelotas, y acá no pasan 2 minutos. Preguntas sobre Perro me hacen cada 50 metros en una calle medianamente transitada, y parece que perdí mi derecho a salir a tomar un café y disfrutar de un mínimo grado de introspección, haciendo cosas como leer un libro o mirar por la ventana. No, mi trabajo, parece, es escuchar a los demás. Si eso no es arrogancia 50/50 con me cago en el prójimo...
Como dije, un par de estos episodios me pasaron estando con amigos tratando de tener una conversación, y me tuve que bancar adicionalmente la crítica por ser antipático o alguna estupidez así. Ok, soy antipático. ¿Y? Tengo todo el derecho. No jodo ni le falto el respeto a nadie, simplemente los paro o me voy a otro lado cuando intentan romperme las pelotas. También tengo todo el derecho a eso. Me exprimo la neurona pensando dónde está el problema, cómo puede ser que no sepan semejante pavada.
Eso me deja donde estoy: solo, sin nadie que me entienda. Probablemente la única persona que comparte mi visión de las cosas está al otro lado del mundo, en Melbourne, y casualmente también está solo y es, en general, antisocial como yo. Crucialmente (iba a decir "más importante", pero no estoy seguro de que realmente sea así), no tengo pareja. Esto se mezcla con muchos otros factores, como el hecho de que en Europa me "mal" acostumbré a que las mujeres sean mucho más razonables que las criaturas semiretardadas que ofrece Argentina, y que si te encuentran mínimamente interesante hagan algo para acercarse en lugar de subirse a un pedestal que sólo las argentinas asumen que existe. Ayer escuché de una chica algo que siempre pensé: eso de hacerse la princesa es el mejor método para asegurarte de que cualquier tipo que se te aproxime sea el que pase la prueba de la caza, la insistencia, y que no tenga nada de los valores que hacen a un hombre una buena pareja. Manga de pelotudas. Sí, hoy estoy así.
Ponele que tengo razón en todo. Ponele que el mundo es un asco y yo soy bueno. Estoy solo y así voy a seguir, cada vez peor. De hecho, esa es mi conclusión de estos días: estoy cada vez peor, cada vez más asqueado de estos bichos con los que tengo que compartir mi existencia, porque no logro tomar la suficiente distancia porque se me tiran encima para preguntarme estupideces sobre Perro porque de alguna manera están bajo la muy equivocada impresión de que quiero escucharlos y explicarles algo. Gente que no entiende el concepto de cruzar por la esquina se preocupa más por charlar de un perro con alguien que está en su mundo y tiene todo el derecho a que no lo acosen.
Pienso en mi madre, que de alguna manera no la extraño porque se puso muy chota en los últimos años y me educó demasiado rencoroso y no supo protegerme de los monstruos que acechaban y quedé así como estoy ahora y por más que descule todas las explicaciones no logro mejorar.
Y eso me trae a la naturaleza de Perro, que cada vez lo envidio más por ser tan hermoso de carácter. Y me pregunto cómo hacer para parecerme más a él y menos a mí. También me pregunto cómo es que me quiere tanto si a veces tengo las reacciones de mierda que tengo, pero se lo agradezco de corazón. Lo mejor de todo es que tengo la inteligencia de aprender de él, no al ritmo que me gustaría, pero aprendo, y también que lo adoro y lo aprecio no en función de lo solo que por lo demás me siento, sino porque él es adorable.

No hay comentarios.: