lunes, 6 de noviembre de 2023

sin dormir

Me despierto de otra siesta que nunca dormí y desde la cama veo la pared del pasillo donde mi mamá colgó mis tres diplomas: el de la carrera de grado, el de la maestría y el del doctorado, los tres con honores. Hoy cambio sábanas y toallas, repongo lamparitas quemadas, hacho leña y tomo reservas para mis puhkemajad (porque, aparentemente, en estoniano la "d" es para el plural). No me molesta para nada lo que hago, al contrario, me encanta, y mucho menos me molesta haberme quemado las pestañas en los estudios. Amé cada segundo y mataría porque el resto de mi vida se tratara de aprender más y dar exámenes para saciar mi síndrome de overachiever. Pero a medida que se asienta la soledad y consigo lidiar con los problemas y acomodo o adapto mi nicho a las necesidades de mi vida, la falta de amor se hace más patente. Me doy cuenta de cómo los objetivos que llenaban mi vida de 8 a 17 en otras épocas y todos sus satélites, y que llenan la vida de miles de millones de personas en todo el mundo, son en realidad vacías. A quién carajo le importa si entregaste un proyecto a tiempo, respetando el presupuesto y sin que se mate nadie, si cuando te morís lo único que queda, como máximo, es una plaquita con tu nombre o tu firma en un formulario en un sótano de algún organismo público que tuvo que aprobar algo. ¿Diseñaste un Pagani Huayra II que rompió una marca de vuelta en el Nürburgring? Pues no solamente cabe perfectamente la pregunta de "a quién carajo le importa", sino que un par de semanas más tarde encima vino otro y en 6 minutos pulverizó la marca a la que le dedicaste años. En serio: imaginate explicándole eso a alguien (San Pedro, si querés) que tiene que hacer un resumen del valor de tus aportes a la humanidad.
¿Y entonces... qué? ¿Qué tiene valor?
Los hijos. Eso tiene valor. Y el amor de pareja; de una mujer, en mi caso. Eso tiene valor. Por supuesto disfruto de mi familia, esencialmente mi hermana y mis sobrinos, pero aunque junto con Perro son lo mejor que tengo y me son indispensables, no es lo mismo ni suficiente.
Y plasmar belleza. Eso también tiene valor. Ver la belleza en tu mente y eternizarla en una imagen mediante una cámara, una Nikon D600 en mi caso, con sus 28 botoncitos, diales y selectores. A eso le dicen "fine arts", en inglés; en castellano pareciera que se dice "bellas artes". No me convence la traducción, prefiero "fotografía artística", pero ahora que lo pienso, creo que no es correcto. No matter.
Hacer algo, y hacerlo bien, que mejore la vida de alguien. Eso también tiene valor. Aunque no haya plaquita con tu nombre. Como una donación anónima y que nunca se la contás a otra alma.
No tengo hijos, ni encuentro amor de pareja, dos cosas que para mí van de la mano; idealmente, la primera consecuencia de la segunda. Pero el "mercado" en Argentina, o Mar del Plata, no parece tener algo que ofrecerme, y si lo tiene, o soy un estúpido que no sabe aprovechar la oportunidad, y sinceramente no sé qué pensar. Que soy un delirante, un inútil, que tengo mala suerte... no sé. Pero me entristece que me pase esto. Con todos los defectos que sé que tengo, sé también que tengo mucho para dar y necesito a alguien. Digo, hay gente que no quiere, o no quiere reconocer que quiere, estar con alguien.
Pero tengo a Perro, que no es poco lo que me da, incluida la oportunidad de darle. No hace más que quererme y enseñarme a vivir, y le estoy infinitamente agradecido. National Geographic nos cuenta que en hawaiano uno no se llama a sí mismo “dueño” de una mascota, sino su kahu. Kahu tiene muchos significados, como guardián, protector, acompañante, cuidador… básicamente, alguien a quien se confía la protección de algo precioso, algo amado. Lo que un kahu protege no es su propiedad, sino una parte de su alma. Si me hubieran dicho esto hace años, antes de tener a Perro, hubiera mirado para arriba como si me dijeran que la tierra es plana. Hoy me resulta tan obvio que me resulta difícil imaginarme que alguna vez no fuera así.
Y saco fotos. Y después de décadas de dedicación puedo decir que en ocasiones logro realmente plasmar belleza de lo que veo alrededor de mí, y me llena de orgullo. Lo logro incluso no estando en Italia. Incluso en Argentina, donde apenas hay oportunidades de sacar equipo fotográfico.

Hace bastante que tengo algunos niños de 50 a 70 años pidiéndome que organice un tour en moto por algún área de Europa. Me puse a bosquejarlo y tiré un par de líneas, y fieles a la tradición argentina, están todos achuchados. A uno se le murió el gato, al otro le salió un gasto, otro prefiere ir a otro lado. Si supieran lo que son esos viajes. Pero bueno, la cosa es que no creo que prospere. La idea todavía tiene pulso, pero está con respirador y no me gusta forzar las cosas. O, para ser sincero, no tengo la energía, ni para eso ni para varias otras cosas.

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