En algún momento entre 1995 y 1997, pasé caminando por el que probablemente fuera el único concesionario de motos BMW en Argentina, obviamente en Buenos Aires. Estaba sobre la Av. Libertador, en alguna esquina cerca de Av. Callao, si no me equivoco. En la vidriera de la calle lateral (¿Rodriguez Peña?) había una R 1100RT plateada, que bien podría haber sido un X-Wing, para el efecto que tuvo. Yo iba con un amigo que vivía cerca del Cementerio de la Recoleta. En aquella época uno salía a caminar de noche sin demasiados resquemores a ser asaltado o peor, y con este amigo en particular solíamos hacer justamente eso y charlar del universo. Era tarde, pasamos por el concesionario y vi la moto. Con la ñata contra el vidrio, como cantaría Edmundo Rivero en el Cafetín de Buenos Aires de Discépolo, sentencié con toda la convicción de la que fui capaz que NUNCA iba a tener una de esas, ni nada que se le parezca, para el caso. Esas indulgencias de la vida eran para otra clase de personas, hombres de otro calibre.
A ese amigo hoy no lo veo más. Era tremendamente inteligente pero, como todos, en realidad, inteligentes o no, también era su peor enemigo. Y un enemigo tan inteligente hacía mucho daño. El tema es que con su ejemplo y su influencia me llevaba hacia una senda que al día de hoy me alegro de no haber transitado. Ya es suficiente con mi forma distorsionada de ver la vida, y no hubiera sido bueno dejarme influenciar por la de él. Pero otro amigo, uno contemporáneo, me decía el otro día lo difícil que debe ser para alguien como yo conseguir pareja. Relacionarse conmigo es en general difícil, entre otras cosas porque pienso demasiado, contemplo los aspectos de la vida desde muchos puntos de vista y muchas posibilidades, soy analítico, inteligente y observador. Por eso, es raro que alguien me mencione una posibilidad que no haya considerado. Pasa, por supuesto, pero no es la regla. Y él conjeturaba que si le sumamos mis experiencias (viajes, idiomas, estudios, trabajo, culturas...) es muy complicado encontrar a alguien a mi altura. Y que esté buena. Olvidate.
Por esto y mucho más, hace unos meses tomé una decisión: me iba a resignar a no encontrar novia. Una soberana mierda, pero pensé que si lo aceptaba, si de alguna manera llegaba al punto en que perdía, deponía, toda esperanza, iba a poder disfrutar del resto de los aspectos de la (por lo demás excelente) vida que tengo. Con sus bemoles, sus altos y bajos, pero flor de vida que tengo. Tengo mis dos piernas, ambos brazos, desde la última vez que me senté a escribir sigo sin tumores detectados, el cerebro (a su manera) funciona, tengo techo, comida y, en general, salvo lo que tenga que ver con sexo, la pirámide de Maslow está bastante cubierta. No todo, pero más que suficiente, diría, por lo menos teniendo en cuenta el contexto, es decir, el hecho de que vivo en Argentina, que con todas mis observaciones y quejas, no es Sierra Leona.
Volviendo a mi decisión, sabía que no iba a ser fácil. En los últimos años, cuando veía una mujer linda en la calle o en otra mesa en un café, por poner un ejemplo, primero me temblaban las rodillas, se me daba vuelta el estómago, empezaba con una letanía de escenarios posibles para hablarle, mientras simultáneamente una vocecita dentro de mi cabeza me decía que no tenía caso mirarla, que era inútil, no había nada que hacer. Ni era lo suficientemente bueno para ella, ni sabría cómo encararla. Hoy en día, con el mismo libreto pero cada vez más claro y fuerte, esa vocecita me dice que eso no está en las cartas. No importa lo que me esfuerce, lo bueno que sea, las virtudes que cultive y los defectos que me mate por corregir, no soy merecedor de una mujer de calidad. Cuando salí con una novia linda por fuera y por dentro, creo que en mi cabeza la actitud era la de aprovechar mientras dure, porque el destino iba a corregir el desvío de las cosas y devolverlas a su cauce natural y justo. Tuve una novia que tranquilamente podía ser la hermana linda de Alice Eve, y cuando fui descubriendo y asumiendo el hecho de que era muy, pero muy puta, y en mí no había ni iba a haber forma de digerirlo, a pesar del dolor del descubrimiento sentí también alivio por lo que significaba casi como la respuesta a un misterio: el de por qué había conseguido semejante belleza a mi lado. Al día de hoy, veo alguna mujer más linda que ella cada 5 años, con suerte. Realmente extraordinaria, que lamentablemente usaba su vagina como un banco de donación de esperma. Al día de hoy, también, no logro digerirlo, y me gustaría cortarles el pito a todos los que se masturbaron con ella. Porque resulta, también, que era una maravillosa persona. Pero esa es otra historia.
La cosa es que, si bien estoy embarcado en este proceso de asumir las cartas que tengo y no dar cabida a delirios de amor, no es fácil, y sigo sufriendo cuando veo una mujer que me gusta. Se ha hecho algo más llevadero, pero no estoy seguro de si voy a llegar a buen puerto. Tengo miedo de que se me dispare por otro lado, de volverme demasiado cínico, o pesimista, o cosas así. No sé el precio de lo que elegí, pero no me imagino que va a ser agradable. Lo que me empuja a seguir es esta especie de táctica de aceptar que no voy a encontrar algo y por eso no gastar enormes recursos en buscarlo. Choto, estoy de acuerdo, pero no sé qué otra cosa hacer.
sábado, 9 de marzo de 2024
R 1100RT
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