miércoles, 24 de abril de 2024

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No, no como en "publicidad", sino el grupo musical alemán de los '80 donde cantaba la estadounidense Betsi Miller, que en 1990 sacó el tema Wound in my Heart y nos rompió la cabeza a todos por dos motivos: porque era hermoso, y porque los que no hablábamos inglés perfectamente entendimos la mitad de lo que la guacha esa decía. Incluso hoy (esta tarde, de hecho), con la letra en la pantalla, no lograba cazar varias cosas. Es que pronuncia raro, como Sting, que tampoco se le entiende un choto. En fin, me perdono.
¿De dónde viene todo esto? Como me mudé al departamento de mi niñez, me encontré con cosas de mi niñez/adolescencia, como unos casetes de música Grundig y Aiwa con temas de aquellos años. Si bien hoy en día Heaven de Brian Adams es una de las canciones más hermosas que conozco, Wound in my Heart le andaría cerca. Al margen de la calidad pedorra que tiene un casete comparado con CD o un archivo de MP3 bien hecho (de 320 kbps para arriba), y más un casete grabado hace 40 años, el asunto es que hoy con internet se puede bajar la música de cualquier grupo, cantante, autor o época, de un concierto, disco, película o lo que sea. Va a sonar mejor y se puede guardar toda la producción discografica humana (se estima en 18,75 millones de canciones) en el espacio de un paquete de 1 kg de azúcar.
La pregunta, entonces, es: ¿los tiro? La respuesta, claramente, es sí, y de hecho ya los tiré, pero no quiere decir que no haya generado en mí ciertas dudas existenciales. Cuándo no...
Soy un tipo nostálgico, me gustan las historias y las anécdotas y saber quién hizo qué, cuándo, por qué, para quién, cómo. Imaginarme el proceso para fabricar algo, para diseñarlo, la motivación, la tecnología disponible en ese momento. Hermana es diferente. Ella mira para adelante y más o menos se caga en el pasado y en la historia de las cosas. Si hoy le sirven, bien, si no, tacho y move on. Y ella no se deprime.
Así que yo, que me deprimo, aprendí a imitarla a veces, no siempre, pero a veces. Eso, sumado a que desde que me mudé a este departamento y se me juntaron mil cosas, me agarró el ataque minimalista y quiero sacarme de encima lo que en inglés le dicen clutter: esas cosas innecesarias en la vida y que no hacen más que ocupar lugar. Peor, embarullan nuestra vida, requieren limpieza y traen caos. Reducen nuestro espacio, nos sofocan, y nuestros herederos se las van a meter en el orto, además de llevarles días enteros deshacerse de todo eso.
Tengo un ejemplo muy lamentable: el martes pasado un ex-compañero de la secundaria fue al médico por unas molestias. Le detectaron cáncer con metástasis hasta en la sombra. Murió ayer a la mañana, una semana más tarde. ¿Qué se llevó? ¿Qué dejó de hacer para acumular esas cosas? ¿Disfrutó esas cosas? ¿Las van a disfrutar los que lo sobreviven? Sus hijos, sus padres, su esposa...
Sin embargo, por muy insalubre que sea, mi personalidad nostálgica no es algo a lo que yo pueda meterle un tiro en la nuca y enterrar donde nadie la encuentre. Me gusta lo que me gusta. No puedo andar tirando todo, pero puedo "des-cluttear" un poco mi vida, tanto en casetes como en muchas otras cosas, incluidos mis pensamientos. Me encanta algo que escuché que dijo Marie Kondo, de lo que no sé mucho más que esto, parafraseado: if it brings joy to your life, adentro, y si no, chau. Que, ahora que lo pienso, me suena a esa frase que dice que edites tu vida sin asco; es tu única vida. Poné lo que te parezca, y sacá lo que te perjudique de cualquier manera. Es algo bestia y probablemente egoista, pero me pregunto: si hay que pecar, ¿para qué lado conviene? ¿Mejor dar y dar y sacrificarse, o mejor cuidarse, resguardarse? En este mundo, probablemente los segundo, sobre todo si uno está solo, como yo. Pero una vocecita en mi cabeza me dice que mejor todavía es encontrar el equilibrio y saber cuándo es mejor aguantar y cuándo mandar a la mierda algo o a alguien. El arte de vivir, resumiría yo.

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