jueves, 26 de septiembre de 2024

la última 2025

Normalmente empiezo críptico y sobre el final del texto cierro el círculo que aclara el título. En el medio me permito divagar, dejarme llevar por alguna tangente, hasta perderme. Me gusta mucho ese estilo. Hoy voy derecho a los fideos.
Una 2025 es una batería de esas tipo botón, de 20 mm de diámetro y 2,5 mm de espesor; por eso el nombre. Una 2032 tiene el mismo diámetro y 3,2 mm de espesor. Y así.
Mi moto no tiene llave en el sentido tradicional, ni cerradura donde embocarla para poder ponerla en marcha. Lo que si tiene es un llavero de proximidad y el correspondiente sensor enterrado en toda la electrónica de la moto. Sin eso, la moto es esencialmente un pisapapeles algo caro. Tengo dos de esos llaveros y llevan una 2025 para poder transmitir el código a la moto cuando se les pregunta y así poder usarla (como moto, no como pisapapeles). Siempre tengo uno en uso y el otro guardado, con una batería nueva pero sin conectar, con un papel o algo que mantenga el circuito interrumpido. Cuando el que está en uso deja de funcionar, y hasta que tengo tiempo de ir a comprar una batería nueva, uso el que tenía guardado y así voy alternando el uso de uno u otro llavero. Este ciclo dura unos 3 años, pareciera que independientemente de cuánto uso la moto. Y esto justamente pasó ayer, que tuve que abrir ambos llaveros, sacar la batería del que estaba en uso y ya no funciona, y activar el otro. Mi intención es ir hoy a comprar lo que creo va a ser la última 2025, porque nunca vi otro aparato que use una de esas, sino que suelen ser las mucho más comunes 2032.
Pero, ¿por qué la última? Porque no creo que vaya a quedarme otros 3 años con la moto. Cada vez tiene menos sentido. La moto cumple muchas funciones en mi vida. Unas de las menos relevantes es que me transporta cuando tengo que ir a algún lado y el auto tiene algún problema. Pero también hay taxis, y sirven también en invierno y puedo llevar más cosas conmigo. Y son más baratos.
Otra cosa que hace es darme placer, pero para disfrutar de ese placer tengo que dejar otro: Perro, y si bien es un placer distinto, como comer o tener sexo, que no se reemplazan mutuamente, moto y Perro sí se superponen un poquito. La moto también es muy difícil de mantener en Argentina, y con los años esto se agrava. Siendo realista, es una locura tenerla en este contexto. Y ni hablar de los macacos que andan por ahí pertrechados con una licencia de conducir y demasiados cientos de kilos autopropulsados. Estoy sentado en un café que queda en una esquina, y en la hora que llevo acá no pasó un solo auto que merezca menos de 3 multas: doblar sin usar la luz de giro, no ceder el paso a los peatones, no usar cinturón de seguridad, no respetar la prioridad del cruce, profundidad del dibujo en las cubiertas, los rompe niebla encendidos (son casi las 9 de la mañana), etc.
Por estas cosas que menciono y alguna que seguro se me escapa, las posibilidades que tengo de disfrutar de la moto son, con toda la furia y el delirio, el 10% de lo que eran en Europa. La macana es que ese 10%, o siquiera el 1% de placer que me da, es tan importante para mí, que incluso a pesar de no contar con nada que se parezca a Kesselberg todavía me ilumina el alma. Y de esas cosas no me sobran.
Así que acá estamos. Por un lado, el 99% del tiempo es una idiotez tener la moto, pero por el otro, cuando se alinean los planetas es muy necesario y dificilísimo imaginarme la vida sin una moto tan estúpidamente potente.
Como la camarera del café donde estoy. Tengo como mínimo el doble de edad y es idiota sopesar la idea de salir con ella, y sin embargo disfruto mucho mirándola y, hasta donde se pueda, interactuando con ella. Además de linda y fina, es dulce y me presenta el desafío de ganarme su confianza y la eventual sonrisa. Me devuelve la fe en las mujeres. Falta encontrar una que haya terminado la salita de 4.

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