domingo, 29 de diciembre de 2024

fu

Lo último que escribí empezaba contando el prospecto de apareamiento de Perro, y que la dueña de la hembra me viene "bicicleteando". También que tenía que ver si iba o no a quedarme con el cachorro que me toca. A ver...

La señora esta es la típica argentina que no ve ninguna relación entre lo que dice y lo que hace. Voy a recorrer el asunto en orden cronológico inverso.
El cruce debería ser en 3 días, el próximo 1ro de enero, según lo que me explicó de que una vez empezado el celo hay que esperar 10 días, cuando es el momento óptimo. Esto lo hablamos hace una semana, cuando la hembra mostró el primer signo. Un par de días después yo ya había investigado el tema de cuántos cachorros me tocan (uno) y me surgieron muchas preguntas, como por ejemplo qué pasa si la camada es de un solo cachorro, o si puedo elegir macho o hembra, pelaje, etc., o me tengo que conformar con lo que ella diga, etc. La letra chica, que le dicen. Las 9 páginas y media de un contrato de 10 páginas, más plantearle el tema de qué opina ella, que tiene dos perras, de cómo cambió la relación con su perra original al agregar la segunda.
Así que el martes le mandé un mensaje comentándole que necesitábamos hablar para aclarar las cuestiones del arreglo, más mis preguntas menos contractuales pero más importantes para mí en lo personal. Me dijo que andaba ocupada con trabajo, así que le dije que podíamos hablar el jueves o el sábado. Hoy es domingo, y no tengo noticias.
Quizás deba mencionar que esta señora se dedica a las transacciones inmobiliarias, es decir, se dedica a tratar con gente, organizar citas para ver propiedades, turnos con escribanos, encuentros entre comprador y vendedor, redactar, hacer llegar y firmar, y aclarar detalles de contratos, y cosas así. Y no puedo lograr que motu proprio mueva el culo y me conteste 3 preguntas boludas que nos sobran 10 minutos para hacerlo. No le estoy pidiendo que venga a mi casa. ¿Le comprarías un departamento? No me mandó un mensaje, no me llamó, no nada.
Para el tercer celo me había dicho que me llamaba, nunca lo hizo, por supuesto. Cuando le pregunté por qué, contestó que con el trabajo se le iba a complicar cuidar de los cachorros. Pero yo no le pregunté por qué no quería cruzarlos: le pregunté por qué no me avisó. No quise antagonizarla así que no insistí en sacar los crayones de colores y hacerle un diagrama para aclararle el tema.
Cuando tuvo el primer celo, me dijo que quería esperar al segundo porque la perra era muy joven. Totalmente entendible, y creo que yo mismo le hubiera sugerido eso. Pero me prometió que para el segundo celo me avisaba y los cruzábamos. Todavía estoy esperando. Unos meses después le pregunté sobre el tema y me dijo que todavía quería seguir esperando. Pero de avisarme, nada. Es tu perra, tenés derecho a manejar el asunto como se te ocurra. Pero no a boludearme diciendo una cosa y haciendo otra.

El segundo tema, más importante, es el de si introduzco un tercero en casa y el efecto en mi relación con Perro. Todos me dicen que sí, que Perro va a estar más feliz, aunque al principio seguramente le moleste el cachorro y todo eso. Me río de sólo pensarlo. Me imagino la cara de mufa y los suspiros de Perro refunfuñando mientras el cachorro le muerde la cola, ni enterado. Pero Perro es Perro, es yo, es un pedazo y una extensión de mi alma. Hace mucho que dejó de ser un perro y pasó a ser Perro.
Veo gente con más de un perro y no veo (quizás obviamente con los lentes de mi propia forma de pensar) una relación tan fuerte entre el dueño y cada uno de los perros. No quiero pasar por el par de años que hacen falta para ir con el perrito por la calle siguiéndome como lo hace Perro, sin desviarse, sin irse atrás de otro perro, sin darle bola a los pesados que le chistan, sin cruzar solo, sin comer mierda de otros perros o algún pedazo de comida que haya tirado algún imbécil. Son muchas variables que con Perro las tenemos resueltas, apenas hace falta mirarnos o alguna señal del cuerpo que sólo nosotros detectamos. Es hermoso, es nuestro búnker emocional, y no tengo problema en llegar a este punto con otro perro, pero no ahora, mientras Perro esté a mi lado. Y Perro va a vivir 50 años más, mínimo.
El tema de la plata que hace falta para mantener un segundo perro fue fácil de resolver y, si bien no es determinante, inclina un poco la balanza. Lo bonito que sea un cachorro y las ganas de estrujar uno sí que son motivos bien, bien estúpidos para andar incorporando algo tan importante como un perro. Y aunque tuviera ganas, Perro cubre todas esas cuestiones con creces.

En conclusión, aunque todavía no lo decidí rotundamente, me inclino por el no. Los 2000 dólares que me tocarían en lugar del cachorro no son algo para despreciar pero tampoco son algo que me vayan a cambiar la vida. Viendo el forreo que siento de parte de esta idiota, cada minuto que pasa tengo menos ganas de contestar el teléfono cuando llame desesperada que lleve a Perro para que hagan la cochinada. Y para ser honesto, la triste realidad es que un big e infantil FUCK YOU es lo que me sale.
A veces me pregunto si soy yo jodido o realmente me paso de paciente con las imbecilidades que hacen los que me rodean. Mis amigos, y mi madre en su momento, insisten con que el problema estriba en que me esfuerzo por respetar a los demás, pero es ridículo esperar lo mismo de ellos. Claro que los que me dicen eso están en Argentina, que piensan que es un esfuerzo, porque los que ven mi comportamiento como lo más normal del mundo viven en países desarrollados, donde el prójimo es más que una figura de un cuento de Blancanieves o algo así. El prójimo es el otro, es cada paso que damos, cada decisión que uno toma, cada interacción con el mundo. Los límites no los ponen los demás, se los pone cada uno a sí mismo. A mí me lo enseñaron como que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Se me hacía difícil la semántica de la oración, pero el significado me lo explicaron clarito: no jodas a los demás. Y no es por reciprocidad, es porque no se hace. Punto. Me cago en la reciprocidad. Como si el respeto fuera moneda de cambio. No, el respeto es intrínseco a la condición humana, y los argentinos eso no lo entienden. Ni tampoco les interesa.
En Alemania buscaba entablar conexiones humanas. En Argentina busco respeto. Con toda la tristeza del alma no me queda otra que considerar que soy un ridículo.

martes, 24 de diciembre de 2024

2 o 3

La pregunta que me da vueltas en la cabeza estos días y calculo que por los próximos 4 meses es: seguimos 2 o somos 3.

Perro tiene una "novia" que entró en celo hace un par de días. La dueña nos interceptó en la calle hace dos años, cuando la perra apenas tenía 9 o 10 meses y todavía no había tenido ni el primer celo. Desde entonces me viene bicicleteando con hacerlos tener cría. Ahora va por el 4to y esta vez sí, parece, se alinearon los planetas. Los primeros dos celos definitivamente era demasiado joven, y el tercero la encontró en un momento en que, por trabajo, no podía clavarse 2 o 3 meses en su casa para cuidar a la madre y a la camada como se merecen.
Es costumbre que el dueño del macho, moi, en este caso, se quede con un cachorro. Aparentemente, incluso, puede elegir al cachorro, puede ser macho o hembra, el color que más le guste... lo que sea, siempre y cuando la camada sea suficientemente grande, digamos 3 cachorros o más. Todas estas cosas se hablan de antemano e incluso puede llegarse a redactar un contrato.
Digamos que todo va bien y tenemos una camada de 6 cachorros, por decir algo. ¿Me quedo con uno? El precio de un ejemplar de pastor australiano es significativo, lo sé por experiencia, pero realmente no juega ningún rol en mi decisión de si me quedo con el perro o pido el dinero de la venta. La cosa pasa por aspectos mucho más relevantes, como mis ganas de lidiar con un cachorro que los primeros meses me va a hacer sus necesidades en un departamento con mucho parqué y alfombra, por ejemplo. Otro de los temas que me desvelan, o mejor dicho, el tema que me desvela, es cómo afectaría mi relación con Tobías. La calidad de vida de Tobías, por lo que me dicen los que han tenido perros, mejoraría, porque la clase de compañía que puede darle otro perro no se la puede dar un humano. Tendría con quién estar y jugar y ser perro en los momentos en que yo estoy ocupado o incluso sin ganas (depre, cansado...). En eso siento toda la empatía: con todo lo que él me da, no es una novia, por ejemplo, así que creo que comprendo este punto. Pero lo de nuestra relación... eso es algo sagrado que no quiero tocar en lo más mínimo, y no sé qué pensar. Me gusta ser nosotros dos, ese círculo íntimo e intocable que tenemos, esa relación única. Nos entendemos, él me educa, me saca a pasear, me tiene paciencia, me enseña a ser mejor persona, me acompaña, hace de cualquier salida a comprar 2 manzanas a la verdulería de la otra cuadra una aventura. Se preocupa por mí, me perdona mis arranques, me sigue, me adora. Es mi bolsa de pelos llena de 24 kg de oxitocina. Me da propósito, me calma, me ve el alma y todavía me elige. Y no quiero tocar nada de eso.

sábado, 21 de diciembre de 2024

gifted

Acabo de terminar de ver una peli muy buena, protagonizada por alguien que no daba para sospechar que iba a ser tan profunda: Gifted. Tampoco es que sea una disección del alma humana o un intento de develar los secretos del universo; pero sí un par de rascaditas muy bien logradas a la cáscara de la dignidad humana y las consecuencias de nuestros actos.
Frank Adler (Chris Evans) 6 años antes se hizo cargo de su sobrina de menos de un año cuando su hermana se suicidó, ambas genios matemáticos, igual que la abuela, que aparece a cagarle la vida a la nena para que complete lo que ella misma dejó cuando se casó y tuvo hijos. No digo más del argumento así cada uno puede disfrutarlo.
Como siempre que varias personas miran algo, ven cosas distintas. Algunos (o más probablemente algunas) se fijen en la relación madre-hija y la extensión a madre-nieta. Otras miren a Chris Evans. Yo miré a Frank Adler, un tipo que parece casi inmune a la furia que viene de la frustración. No es que se controle, sino que la siente mucho menos, o por lo menos mucho menos de lo que yo sentiría en similar situación. Al principio pensé que era por deficiencia del actor para transmitir lo que Frank Adler estaba sintiendo, pero a medida que pasaba la película empecé a creer, en complicidad con el escritor y el director, que hay gente que simplemente aprendió mejor que yo a lidiar con esas cosas. Y con la gente estúpida. Y me gustaría aprender yo también a hacer eso. Me gustaría llegar a ese punto que describí, en que uno no es que se traga la bronca, sino que no la siente; cultiva la sabiduría o la filosofía o la actitud con la que mirar las cosas con la perspectiva adecuada, que permite valorar lo que vale la pena de lo que no. En cambio, si nos concentramos en no sentir bronca (o cualquier otro sentimiento negativo), el problema surge cuando uno se pasa de rosca y deja de sentir. Ya aprendí que no se puede ser selectivo con lo que se siente.
Los argentinos, como ya he mencionado alguna vez, no escatiman oportunidad para tener lecciones en autocontrol. Son un hato de imbéciles incivilizados que no hacen más que resaltar lo coherentes que son los alemanes en su inhumanidad, al punto que a veces me pregunto si mi concepción del tema (que asumo que está errada, la pregunta es por cuánto) no es justamente lo que me impide sentirme un poco más a gusto con la vida en sociedad. Los alemanes no sienten, los argentinos no piensan. Ambos desconocen el respeto al prójimo: los primeros respetan las reglas, no al prójimo al que esas reglas protegen, mientras los segundos las ignoran, ya sea porque no saben que existen (lo cual los hace inimputables) o porque se cagan en ellas. Mi frustración, entonces, y la bronca que le sigue, se diferencian únicamente en la escala. En el caso de la falta de educación, culpo a los políticos, y en particular a Pocho y sus secuaces. En el caso de los que se cagan en las reglas y por ende en el prójimo, es una mezcla de estupidez, ignorancia (porque no saben los beneficios que trae) y arrogancia (porque piensan que a ellos siempre les toca primero, y que saben más). A los brutos hay que educarlos, y yo no puedo hacer mucho al respecto más que votar al menos hijo de puta, mientras que a los otros hay que hacerlos alimento para acuario de pececitos de colores. Que sirvan para algo, y de paso salvemos el planeta.

domingo, 15 de diciembre de 2024

anagrama

Aunque en forma apócrifa, se le atribuye al escritor José María Pemán que, al despedirse de Argentina después de una visita, los periodistas le preguntaron su opinión de este país y dijo que "argentino" era un anagrama de "ignorante". Ya sé que es una coincidencia lingüística y no da para mucho análisis; no por lo falso que preferiría que fuera en este caso en particular, sino por el mecanismo en sí de describir una nación en función de los anagramas que puedan formarse a partir del nombre del país en cuestión.
Y sin embargo... Ignorantes, arrogantes y estúpidos son palabras que combinan bien para describir a esa parte de los argentinos que, por cantidad, por proporción, por tesón, determinan demasiado seguido la suerte de este país. Dos ejemplos de las últimas 24 hs:
- voy caminando por la vereda con Perro, y escucho un bocinazo viniendo de la cochera subterránea de un edificio, e inmediatamente sale un auto con una velocidad que no es nada, pero nada exagerado decir que era 5 veces más de cualquier cosa remotamente prudente. Esencialmente, no me mató a mí o a Perro, o a cualquiera que se encontrara pasando por ahí en ese momento, simplemente de casualidad. Al interpelar a la energúmena muy pasada de años que manejaba el Ford Fiesta, me "explicó" que tocó bocina y que yo era un idiota por estar ahí. Recordemos: estar ahí en la vereda, caminando. No voy a insultar la inteligencia de nadie explayándome sobre su conjunción de errores.
- voy caminando por una explanada en la costa, y en algún punto había una pareja con 2 labradores. Uno de ellos se acercó y sin mediar trámite atacó a Perro, por lo que intervine tirándole una patada al agresor y defender a Perro, que no cometió más pecado que pasar a 10 metros y cuando el otro se acercaba, menear la cola. Maldito Perro, tengo que educarlo mejor. ¿Reacción del dueño? Pedirme disculpas en nombre de su perro y de sí mismo por no adiestrarlo como corresponde y por no tenerlo con correa y bozal, ya que el puto labrador es agresivo, por supuesto. O no: me amenazó de muerte (y estoy resumiendo muy burdamente, porque el intercambio fue tan estúpido como inverosímil).
- voy cruzando la calle por la senda peatonal y una moto que venía lejos, en lugar de usar la distancia para frenar, me toca bocina. Cuando por fin llega a donde estoy y me golpea con un espejo, la... me cuesta llamarla "conductora"... no sé, bovina en el asiento del conductor, digamos, me explica que el peatón tiene que esperar arriba de la vereda a que pasen los vehículos. Enojada, naturalmente. Después de todo, soy un tarado que salió por ahí creyéndose el dueño de la calle.
¿Qué hacemos? Porque una solución que encuentro mencionada muy frecuentemente en los comentarios de los diarios en línea cuando publican una noticia como las de arriba, pero donde el agredido no era yo sino un loco incivilizado, o sea, un argentino promedio, es el rifle sanitario. Yo lo veo órdenes de magnitud insuficiente. Me pregunto genuinamente que se perdería del acerbo genético argentino si esos no se reprodujeran. ¿Esterilización quizás sea algo más... vendible, más políticamente correcto? Porque quisiera pensar que Karl Popper (aunque no es del todo seguro que fuera él quien lo dijo) fue demasiado pesimista cuando postuló que "la tolerancia llegará a tal nivel que a las personas inteligentes se les prohibirá pensar para no ofender a los idiotas".
Como sea, este tipo de cosas hacen la vida innecesariamente difícil, poniendo palos en la rueda de gente buena, o que por lo menos no jode; palos que no deberían existir, que deberían controlarse, que debería haber una policía que haga su trabajo. Pero cuando volvía de la playa esta mañana pensando en esto, había, como todos los domingos, policías cortando la calle al tránsito vehicular para que la gente pueda caminar tranquila. Entre ellos, había un policía que no cortó la calle con una valla o con un móvil policial sino con su auto particular, un Renault Megane sin chapa patente trasera (prohibido) y con los vidrios algo así como un 80% obscurecidos (prohibido). ¿Ese policía es el que tiene que hacer cumplir la Ley?
Supongo que en algún idioma el anagrama de "policía" es "inútil".

sábado, 7 de diciembre de 2024

ni rastro

No voy a enseñarle a mi hijo a caminar, ni se va a apoyar en mi cuando dude sobre cómo dar el siguiente paso. Tampoco voy a charlar con mi esposa sobre cómo educarlo.

No voy a festejar mi 32 aniversario de casados. Es simple matemática: no voy a llegar, salvo que viva bien pasada mi esperanza de vida para un argentino que se autopercibe hombre, que en este momento anda en los 76, según dicen los gnomos de Gúguel. Aunque ChatGPT me cuenta que, por mi estilo de vida y algunos otros factores, puedo esperar un extra de 6 o 7 años. Yupi. Pero ni así.

Nadie va a cuidar de mí, ni yo de alguien. Y no estoy pensando en enfermera gratis, sino en amor y cuidado mutuo, hasta el final. Como lo describió el comediante Christopher Titus: quisiera estar en el patio de casa, en la mecedora, sosteniendo su mano, con el suero y sin acordarme de quién soy pero que la amo y me ama, y los dos morir al mismo tiempo.

No voy a contarle a nadie cuando por fin termine un rompecabezas de 6000 piezas, o cuando me duela una muela.

No voy a comprarle un regalo sorpresa para su cumple. O a cocinarle algo rico. O llevarla a algún lugar lindo y especial.

Ni a mi hijo.

No voy a dejarle la última papa frita, o la última porción de pizza, o que ponga la radio que a ella le gusta, porque su felicidad es la mía.

Ni voy a comprar un perro en cuanto sepa que ella está embarazada, para que mi hijo crezca desde el vamos con uno y salga mejor ser humano que yo, y menos roto.

Me gustan mis canas, mis arrugas, mis entradas en el cuero cabelludo, donde antes había pelo. Incluso me banco la pera, uno de mis mayores complejos, y hasta la narizota que tengo y que no para de crecer. Me río de los crujidos matinales de mi cuerpo abusado. De vista, todavía me agrada mi físico, sobretodo comparado con la mayoría de mis coetáneos; aunque algunos me hacen quedar muy, muy mal, pero los aprecio como modelos a seguir. No me gusta, en particular, mi panza, que no es grotesca, pero yo la siento ahí donde antes había piel pegada a los abdominales, sin nada entre medio. Me gusta mi sabiduría, adquirida con mucho esfuerzo y, en los últimos años, en grandes dosis gracias a Perro. Me gustan mi paciencia y mi temple, y mis modales cuando quiero ejercitarlos. Pero hay algo que no me gusta, definitivamente: mi soledad. Por fin, después de más de medio siglo, estoy empezando a aceptarme y hasta a gustarme, y no tengo a quién ofrecérselo.

Estaba bajo la lluvia esperando a que abriera un café que me gusta mucho, pero pasaron 5 minutos de la hora y me enojé y me fui a otro. Típicos argentinos. Mientras caminaba a la otra sucursal se me ocurrió pensar que era el destino enviándome, porque acá, donde estoy sentado ahora, iba a conocer al amor de mi vida. Así estoy de desesperado, ando con mi cabeza imparable creando escenarios donde salgo de este estado. Pero soy demasiado incompetente, las mujeres son demasiado estúpidas, y las circunstancias juegan en contra.
Y debe haberse quedado dormida, porque ya pasaron 40 minutos y ni rastro.