lunes, 17 de marzo de 2025

el ruidito más lindo del mundo

Soy consciente de lo negativo de mis escritos de los últimos años. Soy consciente de lo frustrado que me siento en general y cómo me afecta el hígado, por ejemplo, o el ánimo, o mis proyectos. En definitiva, lo negativo de mis escritos es un síntoma de algo, lo cual es obvio, pero uno tiene que asimilarlo y rastrear ese algo y, en lo posible, corregirlo.
Este algo es, se cae de obvio, la soledad impuesta por una serie de factores que prefiero no repetir porque no tengo nada nuevo hoy para agregar ni ganas de abusar todavía más de la paciencia de los tres gatos locos que puedan llegar a leer esto. También es el resultado de haber pasado de vivir entre gente civilizada (con todo lo encantadores que son los alemanes) a vivir entre estos animales que son capaces de tirarse un bidón de nafta y prender un fosforito antes que seguir una puta regla. Esto es muy difícil, mucho más de lo que pude prever antes de volver a Argentina, tanto por falta de imaginación como por el hecho, creo, de que acá la sociedad se ha degradado respecto a cuando me fui. En Alemania, Suecia, Suiza e incluso en Italia aprendí que el respeto no es un lujo, es una necesidad. Cono sea, acá estamos, Perro y yo, él comprado, yo rescatado, viviendo una aventura en cada esquina: la de llegar vivo a la otra vereda.
Estas cuestiones tienen el predecible efecto de que uno empieza a aislarse y sumirse en sí mismo, saliendo de su burbuja en contadas ocasiones para tratar con gente cuidadosamente seleccionada. Perro, para colmo, sube la vara y dificulta las cosas haciendo cada vez más cuesta arriba el soportar las idioteces de los humanos. Algo positivo es que uno empieza a disfrutar de un silencio y una soledad que derivan casi inevitablemente en introspección, lo que a su vez deriva en crecimiento personal (o locura... es debatible, pero otro día). En eso estaba un servidor estos días cuando me cayó la ficha de algo que venía preguntándome hace rato y que mencioné acá hace poco: lo de esa especie de electricidad que siento en el estómago cuando veo una pareja haciendo algo lindo, romántico, cuando ella lo besa a él, ese tipo de cosas. No entendía qué me pasaba, por qué esa cosa tan desagradable y que me entristecía, hasta que por algún motivo se me prendió la lamparita y ahora me siento bastante estúpido al respecto, porque la respuesta es súper sencilla: tristeza. Me siento triste de que yo no tengo y no creo que vaya a tener eso. Lo tuve, sé lo que se siente, y ya no tengo acceso a eso. Se me fue el tren. Y eso es para entristecerse, y entristecerse mucho. Ayer viajé en auto por unas 4 horas y con poco tránsito, así que tuve oportunidad de sumirme en mis pensamientos y elaborar el tema en mi cabeza, y realmente esa es la explicación. Era obvia, y por fin dilucidé mi duda. No sé si me ayuda en algo, más que en decir eureka y seguir con mi vida, pero acá estamos así que: ¡eureka! ¿Y ahora? Ni puta idea.

Muy relacionado con lo anterior (en lo absoluto), Perro anda desde hace unos meses con un dolor que primero parecía que era en la pata izquierda trasera, pero después de mucho investigar, incluidos 4 veterinarios y hasta radiografías, resultó que es algún tejido blando en la espalda: músculo, nervio o tendón. Él se rehúsa a explicar, a pesar de las veces que le consulté sobre el asunto, pero el resultado es que está haciendo fisioterapia. Primero fueron 2 veces por semana, y ahora que anda mejor es una sola vez por semana. Magnetoterapia (parece un terrorista con chaleco-bomba), electrodos, láser, ultrasonido y masajes. En cuanto a su vida normal, lo afectó un poco porque, por ejemplo, no están permitidos los saltos o jugar a ir a buscar la pelota o el palito o lo que puta fuera que alguien le tire. Lo de no saltar implica que no puede subirse a la cama, salvo que le construya alguna especie de escalera o rampa, y algo que sucede todavía más a menudo (lo de la cama es solamente a la mañana), subir y bajar del auto. La solución a esto último es simple: lo levanto en brazos y lo subo o lo bajo yo. Calculo que en unos meses él va a estar pipí cucú y yo voy a estar para tirar, pero es lo que hay que hacer y que él necesita, y lo hago con gusto.
Mirando el lado positivo, gracias a esto de tener que subírmelo a upa para que entre o salga del auto, hice el descubrimiento más lindo y tierno de las últimas 5 décadas de mi vida: los mmm mmm y los grrr grrr que hace cuando lo cargo. Son ruiditos que hacía muy seguido de chiquito, o quizás siempre los hizo pero de chiquito yo lo cargaba a upa más seguido y por eso los escuchaba. Como sea, ahora de adulto los redescubrí, y me derrite como casi nada en el universo. Está allá arriba junto con el cielo estrellado y la nariz de una chica rozándome el cuello, cerca de la oreja.

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