sábado, 14 de junio de 2025

menos de un minuto

Sé perfectamente que ya empecé una entrada diciendo que estaba desganado, pero acá vamos de nuevo. Razones múltiples, todas lamentables. El mayor lujo material que tengo es el poder apagar todo a mi alrededor relacionado con el trabajo y vivir de mis ahorros mientras mi mente busca la salida de esta situación. Tampoco es que sea muy complicado en este momento eso de apagar, porque históricamente mayo y junio son una tumba en lo que respecta a mi trabajo.
El hecho es que me falta inspiración para mover el culo y encarar cosas. Algo tan tonto como lijar y pintar los zócalos de una parte de casa para ir mejorando de a poco la estética, se me presenta como un proyecto titánico e inabarcable. Sé que no lo es, que voy a disfrutar hacerlo y que incluso voy a sentirme muy satisfecho al terminar. Simplemente me pregunto "¿para qué?". Me sobra el tiempo, no es algo complicado ni cansador, nada más no tengo la motivación. No para eso, ni para nada.
Mantengo una estricta disciplina en lo que concierne a alimentación e higiene, porque sé que esas pequeñas ceremonias diarias nos dan una estructura que nos sostienen, por lo menos en parte. También mantengo horarios de descanso, sin quedarme despierto hasta tarde ni levantándome a cualquier hora. Pero la esencia del asunto subyace y persiste.
Como siempre que escribo acá, estoy en un café y miro por la ventana y me surge otra fuente de razones para sentirme así: los argentinos. Mirar a la calle es ver una manga de imbéciles (el adjetivo que fue escalando en la clasificación de los argentinos hasta llegar a ser el #1, el que más fielmente los califica) intentando matar y matarse, o por lo menos cagar y cagarse en el prójimo. Sistemáticamente. Eso te saca las ganas de aportar tu granito de arena a la sociedad, porque esta no es una sociedad, es una disociación de imbéciles. Ni siquiera puedo decir algo duro como que están compitiendo a ver quién es más imbécil, porque eso implicaría que reconocen la existencia del prójimo, y no me consta, no en el sentido civilizado de la palabra. Sí, salen a donar una frazada que les sobra cuando hay inundaciones en algún lado, salen a festejar colgándose de un poste de alumbrado cuando Argentina sale campeona de fútbol, pero lo que verdaderamente implica hacer el trabajo chiquito y constante de ser ciudadano... ese no, ni siquiera sabrían de lo que estoy hablando.

Esta tarde caminaba por la plaza y vi un corazón dibujado en el piso, medio lavado por la lluvia de anoche, con el nombre de dos tortolitos y la flecha de algún cupido ya atropellado. Pensaba en cómo, cuando yo era chico, escribíamos el nombre de nuestro flechazo del momento abajo del nuestro en el cuaderno de historia o geografía mientras el pobre profesor intentaba encausar nuestras neuronas. Parejas antes que nosotros lo habrán escrito en la piedra del adoquinado frente a su casa, y hoy en día será en el celular, en alguna publicación de una red social. La tinta habrá cambiado, pero el sentimiento no. Ahora que logré identificar qué es lo que busco, me imagino, no sin exceso de inocencia, que todos, consciente o inconscientemente, buscamos lo mismo. Algunos con algo más de miedos, otros más kamikaze, más obstinados, más descuidados. Algunos tienen más suerte y encuentran algo que se parezca más a lo ideal, o lo encuentran más pronto. Otros se resignan a que lo que encuentran es lo más a lo que pueden aspirar y lo toman, otros se resignan a que no lo van a encontrar y adoptan una actitud cínica, de vale todo, y bajan su moral para aunque sea tener esa parte del estar con otro ser humano. Otros ni lo buscan, ni saben que existe, o lo rechazan porque nunca lo vivieron en casa y les asusta lo desconocido.
Mencioné más de una vez lo mucho que extraño la relación que tuve con una exnovia, la complicidad, el humor y la ironía que compartíamos, y el hecho de que ese prefijo de dos letras se debe al hecho de que era fría, y eso fue decisivo para mí. Ayer tuve, en menos de un minuto, un dos claros ejemplos de lo que me faltó con ella y que, cuando me cayó la ficha (gracias a esa dentista polaca) no tuve otra alternativa que terminar la relación, y que todavía hoy me entristece tener que haberlo hecho, aunque sin sombra de arrepentimiento; en las mismas condiciones lo haría de nuevo. Volviendo al presente, había una pareja en otra mesa del café donde estábamos y había estado observándolos un rato, sobre todo a ella, por cómo miraba a su novio y sonreía cuando él hablaba. En un punto ambos se pararon, ella para ir al baño y él para pagar, y cuando ella pasó por atrás de él le dio una palmada en la cola. Un momento más tarde (aparentemente sólo fue a enjuagarse los dedos o algo así) volvió del baño y él ya estaba sentado. Ella, todavía parada, le tomó la cabeza con las manos, la puso contra su pecho y apoyó la suya encima. Los dos se quedaron quietos, suspendidos en el momento, saboreándolo. Yo también. Me alegré tanto de ver algo así, y pensé una vez más en lo bien que hice en separarme de aquella chica, con todo lo bueno que tenía. Es que sin eso no puedo, directamente no puedo. Y no quiero.

jueves, 12 de junio de 2025

la lista

No estaba seguro de si empezar una entrada nueva o seguir la anterior, pero como voy a despotricar de otra cosa, acá estoy, caballeros; el masoquismo nos reúne nuevamente.

Estaba otra vez desperdiciando mi vida en Instagram cuando se me cruzó una historia con un video de uno de esos comediantes que se paran al micrófono y a veces interactúan con el público. El asunto, aparentemente, iba de cosas que no había que contarle a la pareja, y una chica de 21 años contó que a su novio de 3 meses le mostró la lista. Esa lista era de los hombres con los que había tenido sexo, y eran 60. Si sos vago y no querés subir la vista dos renglones, te lo repito: 21 años. 60 pitos.
De por sí eso es muy triste, y más triste es que vivamos en una sociedad donde la nena siente que tiene que contarlo, y sin consecuencias negativas. Pero lo peor, en mi opinión, fueron los comentarios al lado de la historia:

"Eso no se cuenta."
"Deberías haber mentido."
"¿Dónde está el problema?"
"Si fue antes de conocerlo..."
"Negá todo, mujer... me extraña..."
"Cada uno hace lo que quiere."
"No hay que juzgar."
"No se confiesa, manual de la mujer."
"Si empezó a los 15, son 0,8 chongos por mes. No es tanto."
"Si empezó a los 18, y sacando las semanas indispuesta, son 2 por mes. ¿Dónde está el problema?"

Este extracto es de comentarios hechos exclusivamente por mujeres. Eso es deprimente. En mi caso particular, es para cortarse las pelotas con la funda del teléfono.
Y yo acá, extrañando el ruido de la ducha desde el dormitorio. El olor de su cuerpo en las sábanas. El pulso acelerado antes de encontrarnos. Dormirnos haciendo cucharita (para separarnos después, porque soy de los que apenas tolero el pedo de un ratón en otro huso horario cuando quiero dormir). Tomarle la mano mientras manejo. Apretarla contra un árbol antes de llegar al restaurante, y si es posible, zamparle un beso que la deje pensando en el postre. Pero al margen de esas cositas de la convivencia, a veces, por sobra de tiempo, me pongo a pensar qué es lo que busco realmente, y la respuesta no es tan elusiva: alguien que me quiera, y alguien a quien querer. Todas esas cosas que escribí antes apuntan a eso y a eso solamente. Cuando veo a la camarera que tanto me gusta, no me imagino haciendo "la porquería", como diría mi abuela, sino escuchándola contándome acerca de su día o cocinando juntos o discutiendo por algo irrelevante y que los dos sabemos perfectamente que es irrelevante pero irrita al otro y nos divierte. Dos cosas más que busco en una relación son que me ayude a crecer como persona, y que enfrentemos, exploremos y mejoremos al mundo de a dos. Sin ella, quien sea, no hay nada de eso. Y Perro es perro, no novia.

sábado, 7 de junio de 2025

aplausos

¿Quién va a venir a mi funeral? ¿Quién va a visitar mi tumba?
¿Qué va a quedar en mi computadora?
¿Quién va recordar las cosas sabias que dije? (Asumiendo que haya dicho alguna...)
¿A quién llevaría a algún viaje si tuviera un VW de esos tipo bus?

Vivo antagonizado, molesto, irritado por la estupidez y mi alrededor. Los argentinos, aunque sospecho que cada cultura a su manera, insisten en cagarse en el prójimo y (esto sí es común a todos) son sus peores enemigos. Si hoy los ingleses hicieran el equipaje y devolvieran las islas Malvinas, no sabríamos qué hacer con ellas y definitivamente las haríamos peores, equiparando en tiempo récord la situación social y de infraestructura al clima. Estoy aprendiendo, por ejemplo, acepciones a palabras que creía conocer. Un par de ejemplos:

Pelotudo
/adj/
Del latín me cagum en el projimum
Peatón que cruza por la senda peatonal con el semáforo en verde para él.

Boludo
/adj/
Del latín me cagum en la legem
Forma afectuosa de quien, aproximándose por la izquierda a una encrucijada, se refiere a quien viene por la derecha y tiene el atrevimiento de usar su prioridad y pasar primero.

Es triste vivir en un lugar donde simplemente no podés conducir los aspectos más básicos de vivir, como cruzar la calle sin que te pasen por encima, pasear el perro en una plaza sin que te pasen por encima o te ataquen o pisar caca, conversar, pensar, o esperar que los legisladores hablen de los problemas de la gente y no de las idas y venidas de sus chicanas, que no le interesan a nadie. A ellos tampoco, pero creo que piensan que les sube los índices de audiencia o algo así, o que así justifican ganar 30 veces el salario mínimo. También sería lindo, aunque a lo mejor es ponerse exigentes, salir con alguna idea de volver a tu casa sin que te apuñalen, te metan un tiro o cosas por el estilo. Y que cuando llegues a tu casa no haya sido violada. Ya sé, soy raro y tengo ideas locas, pero soñar no cuesta nada, ¿no?
Me sacan las ganas de salir a caminar, de manejar (incluso la moto), o en general de meterme en cualquier situación donde tenga que interactuar con ellos. La estupidez me irrita más que la maldad, pero cuando se mezclan... Es deprimente haber vivido en otro lado y sido testigo de cómo se puede vivir simplemente con unos cambios muy sutiles pero determinantes en el resultado. Y estos tienen las mismas Leyes que los alemanes, por mencionar a algunos, pero prefieren ignorarlas. Aplausos. Imbéciles.

jueves, 5 de junio de 2025

2 pesos

Ayer fue cena en restaurante/bar con hermana y amigos. La noche empezó bien, llegué con hambre, comí bien aunque demasiado y no valía el precio pagado, no por caro sino por mediocre. Lo mejor del lugar eran algunas integrantes del personal femenino, aunque, como "dictan" los tiempos, vestidas como prostitutas. Había entre los comensales algunas chicas lindas. A mi edad ya no sé cuándo decir "chica" y a qué debo llamar "mujer", pero bueno, por ahora me atengo a "chica". Esas lindas no eran pocas, aunque basado en un cachito de información que me llegó esta semana, me pregunto cuál valía 2 pesos.
Resulta que la de cara linda a la que me referí hace un par de entradas llegó a vivir al edificio actual hace unos meses nada más, y uno de los muchachos que llevan a la plaza a sus perros también vive ahí. Y se la cogió. ¿Por qué? Quién sabe, porque ellos no. Fue tan rápido el final como el principio y el sexo en sí. Vivían en el mismo edificio, se encontraron en la plaza, así que por qué no. Y claro, una vez hecho el trámite, uno mira y piensa "¿y ahora?". Y ahora me la limpio en las cortinas y me voy a dormir a mi propia cama, que está un par de puertas más allá, sin tener que mirar a esta tilinga boluda que no vale 2 pesos. Y si te he visto, no me acuerdo.
Me deprime esto. Me deprime saber que si alguna vez llego a conocer a alguien y me gusta, las probabilidades de que sea una persona con algo de moral van a ser ínfimas. Las personas valen cada vez menos por decisión propia, casi como si se lo propusieran. Las mujeres toman la decisión consciente (aunque estúpida e ignorante) de valer menos y menos. Hay una falta de información seguida de desinformación que lleva a que tomen decisiones que creen propias y en realidad son implantadas, aprovechando su estupidez. Nadie está exento, pero en las mujeres jóvenes parece una epidemia.
A veces aparece uno de esos videos hechos con una seguidilla de fotos donde muestra la evolución de los trajes de baño desde finales del siglo XIX hasta ahora, y es una crónica de menos y menos centímetros cuadrados de tela, una especie de competencia para hacer público lo que es privado y reservado para ocasiones especiales, y todo por la sed de atención, la idiotez institucionalizada y la permisividad. Esto no es una queja vacía de un viejo sentado en una plaza idealizando tiempos pasados (¿sarampión, anyone?), es una conclusión honesta y con la mejor intención, la más constructiva. Sí, mi decepción con mis coterráqueos siempre le da leña a mi visión sobre lo que hacen, pero hasta la Pitufina en su mejor día tendría su buena dosis de nervios explicándole a un extraterrestre recién llegado de qué va todo esto y cómo justificar tanta... idiotez. Ojalá tuviera otra palabra, pero esa encaja tristemente perfecto. Al revés que yo.