Hace 5 años que empecé a hacerme ilusiones de ir a ese país, pero no me esperaba que fuera tan lindo. La gente tiene un humor espectacular, son súper sanos para los festejos (nada de faltar el respeto con bromas pesadas o juegos donde se humilla a alguien) y tienen una capacidad para el Vodka que no me terminó de asombrar. Los alemanes que estaban invitados cayeron fulminados en 2 horas mientras que los polacos, habiendo tomado mucho más) seguían divirtiéndose y charlando como si la botella en serio tuviera agua. Y a propósito, aprendí que vodka significa "agua pequeña" en ruso... seguro que los "conocedores" ya lo sabían, pero yo de alcohol sé menos que de ruso.
Después de solamente 4 días no sé en realidad cómo es el nivel de vida del polaco promedio, pero otra cosa que quedó claro es que en Polonia, los que pueden, comen bien. Hubo de todo, sobre todo carne en diferentes presentaciones. En 4 días subí 3 kilos, que me propongo bajar esta semana.
Por lo demás, es la primera vez en mi vida que bailo voluntariamente. Habrá sido el sorbito de vodka que probé, lo bien que me sentía con mi novia o el ambiente que se creó con la gente, pero la cuestión es que bailé sin que me tuvieran que arrastrar 4 elefantes hindúes a la pista. Así que después de sacar 507 fotos (no exagero), usar 3 juegos de baterías para el flash y 2 para la cámara, comer 600 kilos de comida, 45 porciones de torta, y 60 botellitas de 1/2 litro de coca-cola (parecía Forrest Gump antes de saludar a JFK), nos subimos al autito y nos fuimos a Praga.
Ya había estado hace dos años pero en invierno, con mi mamá, y fue otra cosa. Ahora estuve con Novia y con un poco más de dinero ahorrado, para disfrutar en apenas un par de días.
La cosa que vuelta a comer como muerto de hambre, pero esta vez caminé toda la ciudad vieja, ida y vuelta infinidad de veces. Mi novia no se cansaba de escucharme contarle todo lo que me acuerdo de lo que leí de Praga a la vuelta del viaje con mi mamá. Le hice de guía turístico, novio, conductor, fotógrafo, contador y banco, todo en uno y gratis. En realidad, gratis gratis no, me gané un caramel macchiato en Starbucks a la vuelta en Múnich, con tarta de queso y todo. Soy una ganga...
Lo que me gustó mucho de este viaje es que pude ver las cosas que me quedaron pendientes de la vez anterior. Normalmente, y más viniendo de muy lejos, uno va a lugares espectaculares como París, Praga o Viena una vez en la vida. En cierta forma es una suerte haberme quedado a vivir acá por un tiempo, porque el sur de Alemania queda en el medio de todo. Es increíble: ciudades como Praga son algo así como ciudades de ensueño a donde uno casi da por sentado que nunca va a poder ir. El destino es retorcido.
Así que esta segunda vez en Praga la aproveché y pude ver por ejemplo la capilla en el castillo, que la vez pasada llegamos a las 5 de la tarde y estaba cerrando =(. Esto solo valió la pena el viaje. Lo más impresionante probablemente de esta capilla es que es eso, una capilla, no una catedral o algo así como me imaginé por el tamaño o la riqueza que contiene. Lo otro que pude hacer fue andar por ahí sin morirme de frío porque esta vez era verano y no noviembre. En fin, la pasamos muy bien y el sábado a las 7 de la tarde nos volvimos, pero con la idea de hacernos otra escapada (son solamente 3 horas en auto) en cuanto podamos.