Un físico hace un par de años comentó que el universo no sólo es más complicado de lo que imaginamos; es más complicado de lo que podemos imaginar. Sicilia, en lo que a mi respecta, no solo es más linda de lo que esperaba: es más linda de lo que podía esperar. Creo que, técnicamente, estoy enamorado de Sicilia. No me quiero ir. Que no quiero ir a Alemania no es ninguna novedad y no hace falta ni mencionarlo, pero esta vez simplemente no quiero irme de Sicilia. Como si tener un boleto con punto de partida en Sicilia y punto de arribo en cualquier otro lado fuera un certificado médico de demencia, un no-hay-vuelta-atrás, un dejalo-que-no-tiene-remedio. Está cucú. Alejate, a ver si es contagioso.
Pero voy a volver. No puedo no volver. Sencillamente no puedo. No sería vida, sería esclavitud.
Si tuviera más habilidad con las palabras podría usarlas para expresar cuánto estoy disfrutando Sicilia, cuánto me significa y me gusta estar acá. Pero versos, canciones, suspiros, sonidos u olores apenas alcanzar a representar aspectos de Sicilia; todas esas cosas se quedan cortas. Lo que sí domino, me atrevo a proponer, son las imágenes. Así que acá van algunas de reciente horneada:
ventana al mar, de mi primer departamento en Cefalù
atardecer en Cefalù
detalle de una pared
fuente en Castelbuono
Castelbuono desde el Castello
callejón en Palermo
Chiesa di San Domenico, Palermo
noche en Cefalù
sábanas colgadas frente a un farol
Agrigento
Scala dei Turchi
atardecer en Marsala
volviendo de Corleone
después de la lluvia, Cefalù
viejito paseando en Cefalù
postales
trapos secándose
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