son las 3 y algo de la tarde. Estoy sentado en la cama con la compu en la falda. El sol se refleja en el mar y entra por entre las rendijas de la puerta del balcón y se proyecta en el techo. El reflejo juega, se difracta y se entremezcla con la textura de la pared mientras las olas hacen el wuuush wuuush rítmico que erosiona el cansancio y las tensiones de cualquier alma.
Vengo de la piazza del duomo, me acabo de tomar un helado de sete veli y vaniglia. Cefalù disfruta un otoño que muchas otras ciudades llamarían verano, y los privilegiados que por una razón u otra nos resistimos a irnos, lo aceptamos con los brazos abiertos, con la cámara en mano y con la campera en la mochila, porque que a la noche refresca, refresca. Muchos hoteles, cafés y restaurantes, negocios de recuerdos para turistas y botes de excursiones ya se despidieron por este año y cerraron. Sus dueños están limpiando y frotándose las manos en anticipo de un descanso en algún lado del norte de Italia o en donde sea que sus parientes estén desperdigados, emigrados hace algunas décadas a lugares donde el encanto de Sicilia no haga tanto honor a eso de "la otra cara de la moneda".
Después de 9 semanas acá, en pocos días me voy. Falta poco para mi cumple y lo quiero pasar con gente que me quiere, aunque algunos den por sentado que lo sé y no se ocupen demasiado de recordármelo. El miércoles por la noche probablemente me tomo el barco de Palermo que arriba a Nápoles el jueves a la mañana. La idea es manejar unos 500 km a Arezzo, una ciudad en Toscana, y pernoctar, y así descansado y tranquilo hacer el tramo a Múnich. Por ahí estiro la cosa y hago escala en Bolzano o algo así, pero la idea es básicamente estar en Múnich el fin de semana. Veremos.
Los reflejos en el techo siguen bailando en el cielo raso de mi habitación. Me siento muy, pero muy afortunado de poder disfrutar de estar acá, y no puedo dejar de preguntarme si una persona de esas millonarias de las que todos leímos en alguna publicación estúpida, se pueden detener a pensar en estas cosas chiquitas que nos ofrece la existencia. Me refiero a alguien que se levanta un domingo y tiene que decidir si saca la Ferrari 328 GTB u hoy tiene ganas de algo más moderno y le echa el ojo a las llaves de su 458 Spider. Esa persona ¿disfruta de los reflejos del sol en el agua?
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