Tengo un problemita nada original: no entiendo la muerte. O quizás no entiendo la vida. No sé. Ni siquiera sé lo que no entiendo. Como ingeniero, estar al tanto de lo que uno sabe y lo que no sabe es espectacular; tampoco hay demasiado problema con no saber lo que uno sabe, esos conocimientos que uno no se dio cuenta de que adquirió pero ahí están cuando los necesita. La peor situación se da cuando uno no está al tanto de lo que no sabe, ahí es cuando se arma lío, cuando se está en la obscuridad. Pero, una vez más, me estoy desviando. O no tanto. A ver...
¿Qué pasa cuando nos morimos? Ok, el cuerpo deja de respirar y de latir. Eso es común a todas las muertes, es el criterio para decir "este ya es fiambre". Pero ¿qué pasa con uno? Si me muero, ¿qué pasa conmigo, con mi... conciencia, o lo que sea yo? Y ahí está el problema. ¿Qué soy yo? ¿Qué somos? ¿Un cuerpo? ¿Células ordenadas por la evolución?
En este punto creo que corresponde aclarar que no creo en cuentos de hadas, viejos barbudos sentados en una nube preocupados por nuestros valores morales, ni nada de eso. La religión, el concepto de creer en semejantes paradigmas sin ninguna prueba de nada (la fe, en definitiva) me da, como mínimo, vergüenza. Apagar el intelecto y rendirnos a charlatanes que tienen menos idea que nosotros sobre las cosas, me parece un desperdicio de neuronas; es el equivalente a usar un Huayra para ir al súper. Dicho eso, queda claro que más allá de la evolución, tenemos que haber salido de algún lado y las probabilidades son muy pero muy ínfimas, y sin embargo acá estamos. También son ínfimas las probabilidades de sacarse la lotería y un montón de gente lo hace. Entiendo que hay órdenes de magnitud de diferencia entre esos dos asuntos, pero nada más. O sí; no lo sé. No lo sé.
El universo es vasto y las leyes de la física apenas empezamos a entenderlas. El entrelazamiento cuántico es lo más fascinante que he escuchado y no tenemos la más remota idea de cómo funciona, cómo usarlo, nada. Así que yo, con lo inconforme que estoy con la idea de dejar de existir, tanto por la pena como por la dificultad que tengo para entender el asunto, tengo algunas teorías. Y sí, ya escuché la explicación esa de que "¿te acordás cómo era antes de que nacieras? Buenos, después de morirte es lo mismo". No me conforma. No porque esté en desacuerdo, sino porque me frustra la simplicidad de la resignación, del fatalismo, y también del conformismo. Prefiero tener alternativas, aunque parezcan más un consuelo que una posibilidad.
Es así: el cuerpo físico este que tenemos es un contenedor, un carguero de nuestra... alma, por llamar de alguna manera a nuestra esencia, eso que somos una vez quitado todo lo superfluo, sin entrar en discusiones de qué es superfluo, de si existimos inmaterialmente y todo eso. Parto de la base, del dogma, que sí, pero asumiendo que puedo estar equivocado, y ahí se me viene abajo toda esta discusión. Pero tengo que arrancar de algún lado imposible de probar, y, por lo tanto, de refutar. En función de eso, nuestra alma, al momento de la concepción (la cochinada más un par de semanas, que es lo que tarda el Michael Phelps de los espermatozoides en llegar al óvulo) queda atrapada en ese contenedor físico y ahí queda hasta que palmamos, donde se libera.
Ok, se libera, pero... ¿a dónde? Confieso que ni puta idea. Y eso, en lugar de frustrarme, me fascina. Eso es lo que me da esperanza y me aliviana la tristeza. Eso también abre la posibilidad a que exista un creador, según yo muy poco relacionado con las propuestas de cualquier miserable religión de las que he escuchado e, incluso, de las que se le pueden ocurrir a un mísero ser humano. Y eso también me encanta. A la puta que lo parió a las religiones, ese invento nuestro para compensar la ignorancia, no mejores (en realidad, mucho peores) que la pavada que me inventé yo y que intenté condensar en estos párrafos.
¿Problemas con mi teoría? Varios. Por empezar, cuándo empezó todo, o mejor dicho, cómo. Y quién lo creó. Y por qué así y no de otra forma. O por qué a secas. Y si fue creado, por quién, y quién lo creó a ese creador, y así sucesivamente. Es inevitable caer en esa fenomenal crítica a las religiones cuando insisten en que existe un dios creador y con eso solucionamos el "de dónde salimos", sin justificación de de dónde salió ese creador. También influye mucho la imposibilidad de nuestro cerebro de lidiar con el concepto de infinito, aplicado a cualquier cosa. ¿Es infinito en universo? ¿Y el tiempo? Uffff...
Otro problema de mi proposición, si fuera cierta, es por qué quedamos atrapados en un cuerpo, y por qué el cuerpo humano, y qué pasa con, por ejemplo, los perros. O las hormigas. O un virus. Y enseguida surge esta pregunta ¿qué es la vida?, que ChatGPT & Co resumen muy bien: ni puta idea. No la podemos definir. Cada definición que los científicos han intentado formular se puede descalabrar con algún ejemplo que muestra que la definición es incompleta (falsos negativos), o demasiado abarcativa (falsos positivos), y simplemente vaga (ambos), por lo menos acorde a nuestro entendimiento intuitivo pero aparentemente informulable de lo que es un ser vivo.
Paro acá porque da para llenar una estantería y una habitación acolchada.
sábado, 18 de mayo de 2024
inmortalidad
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