Entre Japón y Guam hay una cadena de volcanes, algunos submarinos y otros que asoman en forma de islas, que mide unos 1200 km, conocida como arco de las Marianas. Esos volcanes submarinos tienen en sus chimeneas unas condiciones de vida espantosas, con concentraciones altísimas de azufre y un pH tan bajo que equivale al del ácido sulfúrico. La primera suposición inocente de los científicos fue que nada podía sobrevivir en semejantes condiciones. La realidad es que no solamente sobreviven, sino que se ha desarrollado todo un ecosistema de criaturas especializadas. La mayoría se trata de cangrejos, langostinos, mejillones, gusanos y bacterias, pero hay una especie de lenguado, de unos 10 cm de largo, que prospera en ese lugar donde los demás organismos simplemente se disolverían. Me imagino que, para ellos, ese ambiente es lo que hay y no hace falta buscar más allá. Les provee con comida y una cama calentita. De hecho, se han medido temperaturas del agua de hasta 180°C. Té de lenguado, digamos, pero ahí están, sin ninguna intención de mudarse.
Y sin embargo, estos bichos son unos maricones comparados con el Chrysomallon squamiferum, caracol volcánico, para los amigos, que vive también en lugares volcánicos pero a más profundidad, a partir de los 2500 metros, donde no llega la luz del sol, y mucho más cerca de los respiraderos de los volcanes, donde el agua alcanza los 400°C. No es de extrañar que si ponemos uno de estos bichitos en una pileta con condiciones "normales" (las que nos gustarían a nosotros los humanos), simplemente se mueren. No podrían sobrevivir, y si pudieran respondernos, seguramente nos dirían que no quisieran vivir en las condiciones "extremas" que sería esa pileta apta para humanos.
Esta mañana, apenas me desperté, saqué un turno para ir al banco a hacer un trámite en cuanto abriera, a las 10 en punto. Lo saqué por medio de la aplicación del banco, y cuando terminé me insistió en que fuera puntual, etc. Llegué al banco a las 9:58 y había una fila de unas 60 personas esperando afuera. Cuando abrió la sucursal, me acerqué a un señor (que de "señor" no tenía nada, pero a esto me voy a referir más adelante) que me dijo que los turnos no aplican, que haga la cola, y que si no me gustaba que le reclame al banco. Esta y otras cuestiones que estoy viviendo últimamente, quizás demasiado pegadas como para ejercitar un mínimo de resiliencia, son las que me están pudriendo.
Es un ASCO como tratan a las personas en Argentina, los argentinos y, en inescapable consecuencia, las empresas. Y nótese que no dije "clientes" o "usuarios" sino personas, porque esto ya no es una cuestión de maltratar clientes o darles un mal servicio, es un nivel inhumano. Tienen poco personal, nos roban nuestro tiempo, y encima nos mienten descaradamente. No contentos con eso, nos tratan como BASURA. Son una porquería. Ese "señor" de seguridad que me trató tan despectivamente, no debería estar en contacto con el público. Tampoco debería figurar en la aplicación del banco la posibilidad de sacar turno si este va a ser tan inmundamente ignorado.
Conclusión: no pude hacerme atender (no tengo 2 horas para compensar por la estupidez, ineficiencia, descaro y mentiras del banco o de la institución que sea) y me fui a mi casa frustrado y maltratado. Una empleada, que en otra oportunidad me atendió, estaba sentada en su escritorio a un par de metros y vio todo y no tuvo la gentileza de acercarse y ofrecerme una solución, una disculpa, o algo. Así que todavía tengo mi problema por el que fui al banco y se negaron a atenderme y cumplir con el turno que me dieron.
Me hicieron sentir como basura, como si yo hubiera hecho algo mal, o querido colarme, o pretendido alfombra roja. Por lo menos tengo la buena conciencia (algo de lo que ellos parecen carecer completamente) de haber mantenido la compostura y no decir algo ofensivo, que bien ganado lo tenía ese guardia y todos ellos en general.
No terminó ahí. La cereza en el postre fue llamar a la línea atención al "usuario" (como la llaman ellos, siendo que somos clientes) para tener que navegar por no menos de 7 números (opciones) para que me atienda un ser humano, y al final (no al principio, sino al final, cuando ya parecía que me iban a atender) pedirme la "clave xxxx", algo que ni la madre del dueño del banco sabe ni oyó nombrar jamás. Es una tomada de pelo gigante. Pero a esta altura, ya no me extraña. Tampoco me extrañaría que el e-mail que les envié con todo esto rebote y hotmail me informe en un par de minutos que la casilla no existe o es de esas que no reciben mensajes. Divino.
Y esto es Argentina, un cardúmen de lenguados que prefieren vivir en ácido sulfúrico hirviendo, comiendo carroña de pobres distraídos, sin animarse a asomar la cabeza de su propia estupidez; un hato de imbéciles que no saben ni deletrear la palabra respeto, que no tienen palabra, que apenas saben escribir, que no conocen sus derechos y las obligaciones asociadas, que no aprendieron a proteger al prójimo no digo por decencia, pero aunque sea por un sentido de comunidad, de quid pro quo, de conveniencia. De hecho, para los que ya lo degustamos, es el único sistema que resulta en beneficio de todos. Pero a los argentinos les es completamente ajeno, tanto que, como cualquier cuestión desconocida puesta a consideración, luchan contra ello. Sin obligación, sin indicación o pedido de nadie; de puro imbéciles, no más.
Cómo quisiera que este escrito fuera un berrinche por lo que pasó esta mañana, necesidad de ventear la frustración, o simplemente ser un mal llevado, un loco o un idiota. No. Es el resultado de varias como esta que me pasaron esta semana y llega un punto donde uno empieza a preguntarse, como dijo Tato en su monólogo 2000, si en realidad no nos merecemos esto.
Y me está haciendo mal.
viernes, 10 de mayo de 2024
lenguados
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario