jueves, 30 de mayo de 2024

inmortalidad II y +

Ayer me desperté y me di cuenta de una cosa respecto a qué pasa después de "morir", si es que las comillas corresponden, o sea, si es que en realidad la muerte no es el fin total, sino el comienzo de otra cosa, otra etapa: si desculáramos qué es lo que llamamos muerte y supiéramos que significa lo que escribí recién, la tasa de suicidios se iría a la estratósfera. Ponele que haya alguno un poquito disconforme con la vida, no con su vida, sino la forma en que estamos en este planeta. Hasta que SpaceX no esté bien aceitada y funcionando, como para mudarse a Marte, la única alternativa es el corchazo, a los demás o a uno mismo. Matar a todos los demás requiere ser bastante trastornado y muchas más municiones o tecnología, mientras que el suicidio es, en comparación, trivial. Pero hay que estar muuuuy seguro de que la muerte no es definitiva, y de eso apenas unos pocos cerebros lavados han hecho uso. Los suicidios de gente deprimida o en situaciones extremas ("te matás o te quemamos a tu familia", cosas así) no cuentan como convencimiento de que las cosas serán mejores en la otra vida.
En fin, no creo que esto sea lo último que escribo sobre el tema, pero ahora sí, paso a lo que me trajo hoy acá, a este teclado.

Hay un mecanismo que se activa cuando un hombre conoce a una mujer. Es algo que, en las 458 entradas que tengo en este blog, debo haber mencionado alguna vez, aunque ni me acuerdo ni lo encuentro.
Cuando un hombre se encuentra con una mujer por primera vez, hay una pregunta que debe contestar: le daría, o no le daría. Sí, estoy hablando de la cochinada, de sexo, de empomarla, acostarse con ella, hacerse cosas chanchas y pecaminosas. Acá prácticamente no hay grises; es digital, es o no. Y no queda para después, sino que se dilucida enseguida, en medio segundo si es verano, en 5 segundos si es invierno. Esta cuestión debe ser resuelta inmediatamente, primero que nada, antes que el nombre, la edad, orientación sexual, religión... lo que sea. Una vez solucionado eso, que en nuestra mente la ubicamos en una u otra vereda de esa calle, es raro que cruce, salvo años de no verse y en el interín haya habido cosas como cirugías, ejercicios, accidentes de tránsito y cosas así. Esto podrá sonar choto, pero no estoy juzgando, estoy describiendo. Es así, punto. Es como ponerse a juzgar vs describir la prioridad que asignan las mujeres a las capacidades de un hombre como proveedor: es así, punto. Si hoy en día, con las posibilidades de uno y otro sexo para generar ingresos, no debería ser así y sin embargo lo es y está mal, no interesa. Es así.
Ahora que aclaré, espero, eso, conviene aclarar también que los factores que cuentan para el atractivo sexual y el nivel que tienen que alcanzar varían de hombre a hombre. La edad cuenta mucho, la belleza (por más subjetiva que sea), la inteligencia; cosas como el humor o la capacidad económica prácticamente son irrelevantes.
Y aclarado eso también, acá viene, por fin, lo que a mí respecta: no solamente considero muchos y extraños factores para sentirme atraído por una mujer, sino que aparentemente tengo niveles mínimos demasiado altos, y para cagarla todavía más, tengo algo muy pasado de moda y poco apreciado: principios. Estos se evidencian en el hecho de que me rehúso a coger por coger. Sí, está buenísimo y hay días en que mis hormonas vuelan, como las de cualquiera, supongo, pero me niego a dejarme dominar por ellas, y humillarme a mí mismo y a una ella por algo que sé positivamente que no es lo que busco con otra persona. Es parte de lo que busco, pero no lo que busco.
Otra cosa que no funciona conmigo es la de encarar una mina, eso de invitarla a salir así medio de la nada. Me gusta muchísimo más compartir tiempo con ella por cuestiones de trabajo o estudios o cosas así, traernos cerca, conocerla un poco, hablar de y pasar por todas esas cosas que una aplicación como Tinder mata de cuajo, incluso evitar el sexo por un tiempo, un par de meses, idealmente, para que no nos embobemos y podamos prestar atención a lo importante. Como aprendí con una novia, realmente los islandeses no están tan equivocados en eso de comprobar si lo sexual funciona, pero lamentablemente el método que usan es demasiado prosaico, funcional, desprovisto de dignidad, y además es lisa y llanamente malo, porque sin la confianza que trae el conocer al otro, la disposición a abrirse y entregarse y dar son ínfimas. Nulas, más bien. Es muy cierto que el buen sexo no garantiza una buena relación, pero el mal sexo garantiza una mala. Triste o no, es así. Por lo menos para los hombres. Y si no, se van a buscarlo a otro lado, con lo que disiento completamente. En eso puedo generalizar, pero cuando se trata de qué hacen las mujeres ante esa situación, ni idea. Tengo demasiadas opiniones encontradas como para generalizar también ahí.
Justamente ayer veía un canal de YouTube donde una pareja joven con un contenido más anecdótico y entretenido que lo educativo que ellos piensan que es, entrevistaba a una puta que vende videos explícitos de ella masturbándose, entre otras cosas, por una de esas plataformas de suscripción. Muy inteligente, la chica, coherente, firme en sus opiniones y fundamentada, pero cometía el típico error de pensar que porque algo es explicable, está bien. Uno puede pagar impuestos, aceptar tarjeta de crédito, no ofenderse si lo llaman por su nombre; pero todo eso no opaca el hecho de que es promiscua (comentó que su marca sin tener sexo con un hombre fue de 4 citas, y que jamás estuvo en una relación "cerrada"), se está prostituyendo, y esencialmente no vale nada. Como dijo muy bien alguien: todas las prostitutas son baratas, porque el ser humano no tiene precio. Aunque hay que admitir que esta, como muchas otras (demasiadas), tiene el mérito de que se las arregló para ponerse un número: cero.
Y eso es lo que hace la vida tan difícil para alguien con mis coágulos que gustan de moverse ante cualquier estímulo y cagarme la existencia. Coágulos de los que ya hablé mucho en el pasado y no quiero tocar. Perros durmiendo y eso. Eso y la loca que soporté unos meses antes de venirme de Alemania. Me dejó muy poco resto para aguantar pelotudeces, y los argentinos abusan de la cuota de pelotudez a la que un ser humano puede acomodarse. La mía es chica, sí, ya de fábrica, achicada por la intolerancia que se me cultivó viviendo entre los alemanes... pero los argentinos abusan, y las argentinas está muy, pero muy confundidas respecto a sus derechos y obligaciones. Es cansador.

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