viernes, 21 de junio de 2024

Favignana

Por un amigo australiano, el tema de emigrar nuevamente está a flor de piel. Como conté en algún momento, su situación es similar a la mía, y en estos meses están pasando muchas cosas en su vida y lo charlamos, y eso me tiene pensando en el tema.
Suponiendo que me voy... ¿a dónde? Hay dos cuestiones fundamentales: sustento y pareja, y creo que lo de la pareja es lo más complicado, o por lo menos lo que no veo cómo encarar. Estoy aceptando que en Argentina, o por lo menos en mi ciudad, no voy a encontrar lo que busco, aunque dudo que esta sea la descripción adecuada del problema. Creo que una mejor es que no sé cómo o dónde mirar. Esto es anterior a si voy o no a encontrarla. Es que en mi día no tengo casi interacciones con mujeres como para decir que no voy a encontrar a la persona adecuada para mí, suponiendo que existe. Las pocas con las que me cruzo, sí, son una cagada de candidatas, pero me resisto a extrapolar y sobregeneralizar, creer que esa es la respuesta y que no queda otra que armar las valijas e irme. Me resisto a abandonar mi ilusión de encontrar una argentina que sea el amor de mi vida y que llame pitufos a los pitufos (nada de the smurfs, die Schlümpfe, i Puffi o lo que sea), o que pronuncie la ll y la y griega como yo, en castellano rioplatense. No me quedan nada de ganas de irme de mi casa, de mi país (no por bueno, porque estoy recontra desilusionado, pero mío), y alejarme de mi familia, amigos, conocidos, de mi verdulería o de mi trabajo, incluso, que me gustan mucho las pocas horas, los cero jefes y la libertad que me da. Me espanta la idea de tener que volver a buscar un lugar donde dormir, donde colgar mis fotos, donde aprender dónde está la perilla de la luz cuando me levanto al baño a la noche. Un lugar sin mi historia y sin recuerdos. Si lo pienso, apenas un lugar en Italia, algo tradicional, podría compensar esto, y sólo en parte. Y tengo 50 años, estoy muy pasado mi prime y físicamente cayendo en picada, y eso que estoy mejor que el 90% de los hombres de mi edad. Todos esos lujos de los que hablé la última vez, puf, gone. Hay que tener ánimo para dejar todo eso. Suena hasta estúpido, pero es que sin pareja, y por más lujos que tengo, siento que soy afortunado, muy afortunado, pero sin alma. Me falta la puntita de la pirámide de Maslow y en mis mejores días apenas puedo aspirar a sobrevivir. De ahí para abajo.
Hoy, por ejemplo, estoy de buen humor, pero ver una pareja sostenerse las manos me equivale a una patada en la boca del estómago, anímicamente hablando. La camarera de uno de los café a donde voy es una obra de arte, y tiene ese efecto que me produce cualquier mujer que me resulta atractiva: me revuelve las tripas, me hace temblar las rodillas, me hace sentir un vacío corrosivo en el pecho. No quiero cogérmela: quiero que me dé un beso cerca de la oreja y me tome la mano y me cuente su día, empezando por un "hola" dicho bajito y con una sonrisa y una mirada que reflejen que la hago sentir mejor que si no estuviera ahí con ella. Excepto que tengo el doble de edad, pero igual es lo más cercano a alguien que me gusta. Creo que ya lo mencioné: no tengo ni una que me guste realísticamente hablando. Eso es tremendo.

Perdiendo el tiempo en Instagram, me salió una foto o algo de Favignana, esa islita de 50 km² y poco más de 4000 habitantes, unos 7 km al oeste de Sicilia. Por una excusa u otra, nunca la visité, y me quedé con las ganas. Muchas, muchas ganas. Mi ciudad tiene 80 km² y 700.000 habitantes. Y pensaba en la locura que sería mudarme a ese paraíso y pretender encontrar a la pobre the one. Y sin embargo, me imagino que ahí hay matrimonios, gente casada hace 10, 20 o 30 años... ¿no? Y ni hablar de Bajo Caracoles, ese caserío en la Patagonia, con 33 personas (censo de 2010) y que, al margen de la superficie, a los efectos prácticos queda pasando Alfa Centauri. Y ahí también debe haber alguna pareja, supongo. O los drogones que duermen en la plaza a una cuadra de casa: esos también a veces aparecen con una compañera, por más circunstancial y deprimente que sea. Yo no. Onda que hay un denominador común, un diagnóstico medio inevitable: si sos yo, no conseguís pareja, y si sos cualquier otro, sí. Divino.

No hay comentarios.: