viernes, 2 de agosto de 2024

irresponsabilidad anónima

Cómo me gustaría sentarme a escribir un día sobre cosas más positivas. No es que no las tenga, al contrario. Hoy me desperté y, como hacía unos para agosto ridículos 19° a las 6 de la mañana, fui a ponerme las chinelas para salir al balcón a tomar aire y vi que tengo 3 pares de zapatillas a mi disposición, más 3 o 4 pares de zapatos más o menos deportivos o formales guardados en un mueble. Un lujo absoluto. Y tengo para desayunar, varias opciones, de hecho, incluida la de ir a un café y pagar por que me lo sirvan. Tengo 3 pantalones vaqueros, aunque uno sea muy viejo y tenga más agujeros que la ética de un político. Como sea, los tres me tapan el traste de la vista y el frío, aunque alguno con más dignidad que otro. Por eso y por mucho más estoy enormemente agradecido con la vida. Miro a mi alrededor y veo tanta gente trabajando mucho más que yo y que igual no logran tener dónde caerse muertos, que aunque no me consuela en lo más mínimo, sí me ayuda a apreciar mi suerte, mi fortuna.
Pero... salgo a la calle y no puedo pasar porque hay un auto estacionado en la vereda o alguna obra o cualquier otra cosa que se reduce básicamente a cagarse en el prójimo. Cruzo la calle y me insultan por cruzar al pie de la letra como dice la Ley. Voy manejando por mi carril y el que va a mi lado me tira el auto encima y no tiene luces (no es que las llevaba apagadas; no tiene luces, no tiene nada que prender, solamente un agujero ahí donde, cuando salió de la fábrica hace 50 años, había un faro), ni perfil en las ruedas ni, muy importante, seguro. Sí, vino la policía (después de la 3ra llamada); sí, llamaron a Tránsito; sí, le pusieron multa; sí, le secuestraron el vehículo. No, nada de eso sirve ahora: ni a mí, ni al dueño del cascajo, ni a la sociedad.
A todo esto, y sobre todo después de haber logrado hacer reparar el auto por unos miserables 100 euros y que se me pasara la furia del momento, el pobre tipo me da mucha lástima. Evidentemente no le sobra un peso y, me atrevo a suponer, le faltan. Lo llevaba con dignidad pero sin capacidad de responsabilidad. Me da pena reclamarle lo que me costó el arreglo, y más considerando que lo puedo ver como inimputable, tanto por su insolvencia económica como mental. Él no sabe las normas, nunca se las enseñaron o señalaron, y no tiene la menor idea de que hizo algo mal. No se resistió enormemente a mis reclamos en el momento, y no fue prepotente ni se envalentonó. Simplemente estaba abrumado, y creo que en el fondo tenía ese sentimiento de que por fin pasó lo que temía que pasara: que lo agarraran. Me salió caro y me cagó la noche (hasta Perro, que iba en el auto, vomitó cuando llegamos a casa) pero no deja de darme lástima el pobre tipo. Espero que haya aprendido la lección.
La que seguro no aprendió nada es la necia de esta mañana, que mientras su perro insistía en comerse al mío, ella insistía en que era bueno y, como le dije que lo controlara o lo iba a hacer yo, me "amenazó" con llamar a la policía, momento en que le expliqué que su perro no era bueno sino, de hecho, una mierda y agresivo (y del tamaño de un ovejero alemán, así que también peligroso) y que le faltaba mucho, mucho entrenamiento. Traducido: que tiene una imbécil por dueña. Así que si llamaba a la policía, ellos iban a su vez a llamar a Zoonosis y llevarse el perro. La pobre tendría 30 años y calculo que la tabla del 1 le resultaba misteriosa, y como tal era la típica histérica que va de 0 km/h a víctima en 3 segundos.
Qué maravilla de población tiene este país. Qué futuro nos aguarda, qué hermoso presente tenemos en comparación. Las revolcadas que debe estar pegándose San Martín en su tumba.

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