Tengo más de medio siglo y me gusta una nena de 22, así que como me da mucha vergüenza, y a pesar de ello, voy a hacer lo único que puedo para no sentirme tan así: racionalizarlo. Veamos...
En mi defensa, es una de las pocas veces en que preferiría que la persona que me gusta fuera más vieja en lugar de más joven. No solamente me evitaría o disminuiría el estigma social, sino que realmente sería más cómodo evitar el exceso de paternalismo que siento. Un poco de eso forma parte de una relación, por más saludable que querramos tildarla, y si me preguntan, también quiero que mi novia a veces sea un poco maternalista, me trate como idiota, como a un nene chiquito que necesita un poco de consuelo. Hay momentos para aprender o corregir, y hay momentos para ser malcriados, pelotudos, y además disfrutarlo. Mientras no se joda al prójimo... También, al tener más edad, tendría más experiencia con el mundo, la vida, los prejuicios, la inocencia y todo un espectro de cosas que simplemente tenés que pasarlas para evolucionar, o tenés que tener muy, muy buenos padres, que no abundan.
También en mi defensa, esta chica asomó la cabeza por encima de esa categoría en que los hombres ponemos a las mujeres apenas verlas: la de "cacho de carne", objeto sexual o lo que en inglés muy delicadamente llaman piece of ass. Esta categoría, sostengo, es el resultado de una colaboración destructiva de ambos sexos, un círculo vicioso que hace que los hombres presten atención y las mujeres, siempre ávidas de eso, cultiven el asunto de mostrar el culo. Bastan 5 minutos en Instagram para ver de lo que hablo. Al final, las que tienen substancia sobresalen, como es el caso de esta chica, de forma casi mágica. Es un espectáculo hermoso, algo que no abunda, como un jardín de lavandas en el sur de Francia, un patio con ropa tendida en el centro viejo de una ciudad en el sur de Italia. Cuando sonríe también es mágico, porque algo en lo que sí tiene experiencia es en tomar distancia de los hombres, que constantemente confunden su amabilidad y simpatía con una puerta abierta para hacerse los galanes. A lo que iba cuando empecé este párrafo: nunca me interesó su culo, y una vez se lo miré porque una compañera de ella me contó que un cliente una vez se lo fotografió y lo echaron del café, y ahí me di cuenta de que nunca se lo había mirado. Así que lo hice, y sigo sin tener interés u opinión sobre el asunto. Cae justo en la categoría de "suficientemente bueno" como para tildar la planilla de requisitos y seguir con el siguiente ítem de la lista.
Más en mi defensa (¿perseguido, yo?). Conozco otra camarera, algo más grande (25) incluso, y hasta más linda en cierta forma, pero que no me atrae como lo hace esta chica. Uno de los factores decisivos es que esa tiene la pedorrísima costumbre de poner fotos de ella mostrando sus atributos físicos, que no son pocos, pero clarísimamente buscando esa atención de la que hablaba, por los medios que hagan falta. A veces hasta se pone unas calzas ajustadas hasta las amígdalas para ir a trabajar; totalmente innecesario y hasta diría exagerado. Chocante. Es una persona hermosa, pero esa actitud le va a traer problemas. Creo que una vez o dos le pregunté por qué hacía eso, pero no es capaz de admitir que está buscando roña al pedo, con excusas estúpidas. Mi teoría es que sabe lo que está haciendo, pero no las consecuencias (no en su entera magnitud) y simplemente disfruta la atención sin pensar en el resto del asunto. Me da pena.
Finalmente, lo inevitable. En una sociedad donde fuera más "normal" semejante diferencia de edad, me le tiraría encima sin pensarlo, pero en esta, onda que me siento un poco como me dijo la verdulera, aunque ella sea un reloj descompuesto, que acierta la hora dos veces por día: un degenerado, un viejo verde, un cerdo. Sin embargo, cuando la miro, y sobre todo cuando me habla y me sonríe, tiene ese efecto que las mujeres no logran comprender: que desarma al más recio de los hombres. Tiene magia en los ojos y proyecta una luz hermosa. Es una flor en un jardín de cardos. Me gustaría abrazarla, oler su pelo y consolarla por lo que le está pasando, de lo que apenas conozco uno o dos síntomas y ninguna de las causas. Quisiera lo que quiero de la vida: que me necesite y me abrace y apoye su cabeza en mi hombro y encontremos refugio el uno en el otro. Tampoco es que estoy en esa onda de que de pronto las canciones de amor toman sentido y todo eso, pero dependiendo el día tiene una o dos estrellas Michelin.
Creo que existe la solución: bajo por un par de horas al planeta Miller, a orillas del agujero negro Gargantua en la película Interstellar, donde cada hora en la superficie son 7 años en la Tierra.
Así como están las cosas, me limito a tomar mi café y dejarla en paz, intercalando algún comentario de vez en cuando y tragándome el resto. Por lo que observo, ella no tiene ni el más mínimo interés particular en mí más allá de Perro, y sin él yo sería otro cliente potable. No tengo nada en contra de eso. Estoy tristemente acostumbrado. Tengo el gusto en la boca de haber sido ignorado el 90% de las veces que me gustó una mujer, y como no supe qué hacer, tengo práctica (un doctorado, podría decirse) en esto de tomar mis sentimientos, hacerlos una pelota muy apretada, encapsularlos y enterrarlos en mi alma hasta que me olvido de dónde los puse. Empezó cuando escuchaba a mis padres discutir y mi hermana y yo nos metíamos abajo de la mesa de la cocina o nos íbamos a la pieza a jugar.
Pero me hace volver a mi tragedia fundamental, que, sin ánimo de dramatizar, está peligrosamente cerca de poder ser calificada de Shakespeariana: estoy solo y, peor, nadie me soporta. Yo no me soporto. Perro, pobrecito, me soporta, pero él está genéticamente diseñado para eso; 20.000 años de trabajo de selección lo condenan a mí.
sábado, 12 de octubre de 2024
más del doble
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