sábado, 2 de febrero de 2019

logros

Una de las cosas que más me molestan de mi situación actual es la sensación de no estar logrando nada. Ni siquiera haciendo algo. Peor todavía: estoy durando, transcurriendo. Eso no es lo mismo que vivir. Y sí, parafraseo a Eladia Blázquez en su Honrar la Vida, la canción más hermosa que existe y que una y otra vez me cala hasta los huesos cuando escucho la versión de Sandra Mihanovich.
Tengo un amigo que se recibió conmigo de ingeniero y se fue al sur, a Río Grande, y trabajó muchos años para esas empresas que ensamblan electrónicos de diversos calibres. Es un genio de la automatización y totalmente autodidacta. Hace un año y algo renunció a su trabajo, no sin antes montarse desde cero una fábrica de cerramientos de PVC y ahí anda, automatizando todo lo que puede y poniendo pifucios que abren y cierran, ponen y sacan, atornillan, aspiran, soplan, escuadran, encajan, fijan, sueldan, fresan, y quién sabe qué más. Es un genio con todas las de la ley, un emprendedor, inventor, investigador y, lo que a mí más me gusta, un solucionador de problemas.
Ahora que tengo la pata rota y y vivo solo, una de las cosas que me ayudan a sentirme menos ocioso y evitar caer en videos en internet es leer. Y no leo novelitas de Agatha Christie, que además de repetitivas, deshonestas y triviales, no aportan nada al espíritu. No. Leo cosas que me dejen algo: biografías, arte, fotografía, geografía, historia, política, filosofía. El otro día, mientras leía un libro de fotografía, a pesar de lo enriquecedor me asaltó la frustración de no estar haciendo nada, de no estar construyendo algo, pintando una habitación, sacando fotos, charlando con mis sobrinos, limpiando el baño... no sé, algo productivo. Entonces me puse a pensar en una atornilladora automática que este amigo en el sur está terminando y poniendo a punto, diseñando y fabricando no solamente cada parte individual y probando que funcione todo, sino también la electrónica y la neumática involucrada. Un espectáculo de máquina, que si bien no necesito ni me interesa hacer, sí que me interesaría poder hacer, tener los conocimientos para hacer todo eso que él está ejecutando.
Y así y todo... nop. Me cayó la ficha (y me imagino que esto puede sonar a que estoy nivelando para abajo, o que lo digo por envidia o algo por el estilo; pero de veras no es el caso) de que en realidad él tampoco está creando algo bello, y si bien es loable y admirable, en realidad no está mejorando el mundo, por lo menos no de la forma en que yo aspiro a hacerlo y por lo que paso las horas lamentándome de mi ociosidad e inutilidad. No, eso no es lo que me falta ni la causa de mis lamentos. Automatizar un proceso en una línea de producción cae dentro de eso a lo que se refería una frase que se le atribuye a Einstein que dice que "cualquiera puede hacer algo más grande, rápido, complicado; el verdadero talento reside en ir en la dirección opuesta". Esto no le quita ningún mérito a lo que está haciendo este chico, para nada. Simplemente, no es lo que busco, o lo que me falta cuando suspiro de frustración por lo inútil que me siento. Así como no defino mi inutilidad por ser incapaz de preparar un martini al gusto de James Bond, tampoco me sentiría más útil por saber automatizar una atornilladora. Sí me sentiría más inteligente, más talentoso, incluso. Pero no llenaría mi sed de crear algo bello y dejarlo para la posteridad.
Y cuando digo que pienso en crear algo bello, creo que vale la pena ser más explícito y dar un ejemplo del tipo de aspiración que tengo. Cuando pasé por Dinamarca con la moto hace un par de años, mientras caminaba por los alrededores del centro de Copenhague vi que en esos lugares donde estaban haciendo alguna obra (en la calle, un canal, un puente) había vallas de unos 2 metros de alto en las que habían expuestas fotos de algún fotógrafo famoso, y hasta exposiciones completas. Estas fotos eran aportadas por una asociación de vecinos que aspiraban a que, incluso en esos lugares donde había que romper una vereda, excavar, arreglar un caño y cosas por el estilo, uno pudiera disfrutar de algo bello. Pues bien: ahí es donde me gustaría que expongan mis fotos, incluso (preferentemente, de hecho) sin mención de mi autoría. La sola satisfacción de llegar a las personas y provocarles una reflexión sobre la vida y la existencia, una sonrisa, un recuerdo, una visión o pensamiento... son más que suficiente. Ni aplausos, ni notas con preguntas pseudo-provocadoras, ni atribuciones metafísicas de críticos que no saben sostener una cámara y creen que compensan escribiendo sus ocurrencias llenas de firuletes literarios robados a gente que sí sabe escribir.
Así que ahí estoy, con mi pequeña epifanía de la semana, que no es menor. El hecho de que otros estén haciendo cosas no significa que estén alcanzando esos logros que a mí me gustaría, y eso, honestamente, me estaba machacando un poco el ánimo. Pero resulta que me di cuenta no sólo lo que no merece hacerse malasangre, también me di cuenta de qué es lo que quiero lograr, dónde está el placer que busco. Dato no menor para nada.

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