El tema es que tenía una moto sin perfil en la cubierta trasera. Esto es peligroso (puede reventar en cualquier momento, puede hidroplanear más fácil, puede derrapar sin aviso) y además ilegal. En Europa en general se exige una profundidad mínima de 1,6 mm en cualquier punto del dibujo de la cubierta, y técnicamente 1 mm es el límite a partir del cual se compromete la integridad de la cubierta y su aptitud para aguantar eventuales impactos o la fuerza centrífuga cuando se circula a alta velocidad. Yo no tenía nada. Ni goma. Mientras desayunaba hablé por teléfono con Novia y mirando en internet me ubicó un concesionario de Kawasaki en Edimburgo, a donde yo iba, pero a 90 km de donde estaba. Cuando fui a pagar el hotel, delante de mí había un hombre que me contó que él tenía un negocio de motos, pero a 200 km en la otra dirección. La dueña del hotel oyó y me dijo que su hermano tenía una Kawasaki, y que el lugar donde él compraba sus cosas era cerca. Lo llamó por teléfono y por supuesto no estaba, sino que atendió la hija de 6 años. Después de que la muy turra se dignara a pasarle el teléfono a la madre, pudimos enterarnos que el lugar estaba en Dunfermline, unos 60 km y en dirección a Edimburgo, así que ni siquiera me tenía que desviar.
Con los huevos a medio camino entre la garganta y el escroto, y manejando como una abuelita volviendo de la iglesia, llegué al lugar justo antes de que abrieran. En definitiva, esto fue lo que pasó:
Pirelli Angel ST, unos 2000 km después de cumplirse su vida útil
Dunfermline Motor Cycles (aka ¡¡¡gracias, muchachos!!!)
Dunlop Sportmax Qualifier nuevita
(media hora y 143£ después)
Un detalle de esta cubierta es que no es legal en Alemania. El tema es que, a diferencia de cualquier otro lugar de este planeta (con la irrelevante excepción de la Isla de Man y poco más) en Alemania existen tramos de autopista sin límites de velocidad, por lo que las autoridades alemanas consideran que las exigencias en los neumáticos son más altas. Es por eso que existen organismos técnicos (TÜV, Dekra) que, después de muchas pruebas, elaboran una lista de qué cubiertas y qué vehículos son compatibles entre sí. La Dunlop que me pusieron no está en esa lista, lo que significa que cuando entre en Alemania teóricamente estoy cometiendo un delito y si pasa algo mi seguro puede lavarse las manos. Me ne frega un cazzo.
Por fin, a las 11 de la mañana me tiré el lance de registrarme en el hotel, un par de horas antes de lo permitido, y los dueños eran tan amables que me dieron la habitación y me ayudaron con todo. Edimburgo es una ciudad especial. De todos los lugares que conozco (y esto incluye 24 países europeos) en cuestión de lo definida de la personalidad de una ciudad, pondría a París en primer lugar y a Estocolmo en segundo, aunque Estocolmo es caótica por la simple razón de que es una colección de 13 islas de roca muy dura y los suecos han hecho un muy buen trabajo en hacerlas habitables y a su gusto, pero la naturaleza es lo que es. Tercera en esa lista pondría a Berlín, que quizás me gusta tanto porque es un poco de imperfección y humanismo en una país con el factor humano de Auschwitz. Hay ciudades que tienen lugares para visitar, como el London Eye en Londres, o el Vaticano en Roma, pero Edimburgo tiene personalidad, coherencia, como París. Tiene lugares de sueño para pasear como la Ramsay Garden, el West Princes Street Gardens, o el café The Dome donde sentarse a disfrutar algo rico. Si uno quiere relajarse y tomar solcito y ver la ciudad con un poco de altura, está el Regent Gardens, con monumentos, cartelitos explicativos y bancos con placas dedicatorias de amor a los que ya no están.
Ramsey Garden, a la vuelta del castillo de Edimburgo
el café/restaurante The Dome, que aunque parezca raro no es caro
el N Bridge visto desde el Regent Park
el labrador del hotel, siempre robándole los anteojos
o los zapatos a Max, el dueño
Edimburgo tiene, incluso, imperfecciones, como lo demostró el dueño del hotel al avisarme que si dejaba la moto afuera durante la noche me la podían robar. El tipo me prestó una cadena y candado y me dejó que estacionara la moto delante de su camioneta. Así como la pusimos, la única forma de llevársela era con helicóptero.
Mientras Edimburgo desaparecía en los espejos retrovisores me planteaba cómo iba a llegar a mi último destino del viaje, la última cosa que tenía en mente visitar antes de dejar la isla: el Muro de Adriano. Finalmente me decidí por seguir la A68 hasta Corbridge y de ahí la B6318 que en esa zona más o menos va paralela al Muro. Pero primero pasé por este menhir que muestra el punto en que la A68 abandona Escocia para meterse en Inglaterra:
mi última foto, abandonando Escocia
El primer fuerte que encontré fue el de Cilurnum, pero ahí lo único que sobrevive son las instalaciones para los soldados y no el muro en sí, que es lo que yo tenía en la cabeza desde que la película The Eagle of the Ninth. El de la tienda de recuerdos me dijo que en ese lugar solamente se conservaban unos 10 pies del muro, pero si seguía unas 8 millas al oeste iba a encontrar Vercovicium, el siguiente fuerte, donde había kilómetros del muro.
Un Magnum de chocolate blanco y 9£ después pude por fin contemplar un pedazo de los 113 km de piedras que hace 2130 años el emperador romano Adriano mandó a colocar para demarcar uno de los límites más lejanos del imperio con las tribus bárbaras. Un tilde en mi lista de cosas para hacer antes de morirme. Siguiente parada: Hull, para tomarme el transbordador nocturno a Róterdam. Era este transbordador de 180€ con cabina doble con ducha, o manejar otros 1000 km y de todos modos pagar un hotel. Llegué a Hull a las 5 y media de la tarde, un par de horas antes del embarque, y los negocios ya estaban cerrados. Encontré un café donde engañar al estómago con un pedacito de torta antes de zarpar y la chica de la caja me explicó que ahí el día termina a las 5 de la tarde en que todo el mundo se va a su casa. Una ciudad fantasma.
cabina con vista al mar ;)
El cruce dura once horas. El barco zarpa 8 y media de la noche (9 y media en el continente) y llega 8 y media de la mañana. Hay casino, cine, restaurantes, bares y toda clase de posibilidades a bordo para no aburrirse como una ostra, pero para uno que está viejo y cansado lo mejor es irse a dormir, así que a las 11 me fui a leer una revista de motos que me compré y puse el despertador a las 7 y media de la mañana.
Sin embargo, la empresa dueña de la línea naviera tenía otros planes... Por empezar: ¿se ve ese redondel en el techo al lado la lámpara, en la foto de arriba? Es un altoparlante. A las 6 y media de la mañana pusieron un mensaje (después de poner una melodía extra irritante) donde explicaban que por la módica suma de 10 millones de euros uno podía desayunar en el restaurante del barco, y por única y exclusiva vez, por otros 5 millones de euros podíamos deleitarnos con noséquémierda bufé. Ok. Después de recuperar señal de electrocardiograma volví a cerrar mis ojitos. Media hora después lo mismo. y media hora después, además del mismo mensaje de mierda, sonó mi despertador. A estas alturas, y juro que fue inconsciente, pensé en el Titanic.
Me levanté, junté mis porquerías y después de ver como llegábamos a la inmensidad que es el puerto de Róterdam, me puse lo más cerca que pude la entrada a la cubierta donde estaba la moto. Se terminó lo que se daba.
3 comentarios:
Tus últimas entradas son a los ojos, lo que el chocolate amargo relleno con mazapán es a la boca (bueno, al menos a *mi* boca, porque me encanta).
Ando apurada de tiempo, así que por ahora sólo paso porque esa foto del puente en Edimburgo me pareció tan espectacular que eché un vistazo en google por más vistas de lo mismo, y me salió esta foto de los años 70 y te la quise pasar a compartir...
volveré eso sí! Quiero leer tus relatos!
http://www.edinburgh247.com/photos/north-bridge-1970s.jpg
es increíble, las dos fotos son casi desde el mismo punto. ¿Cómo la encontraste?
Es buenísima, y tú estuviste ahí, genial! Me encantaría conocer Escocia.
La encontré googleando "bridge edinburg" nada más, creo!
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