martes, 13 de junio de 2023

resignación

Hay algo que la depresión me obligó a mirar: la muerte de mis sentimientos. Suena dramático, ya sé, pero no es menos cierto. Siempre me costó empatizar con el mundo y sus demonios, un poco por la intolerancia que me cultivaron, y un poco por ineptitud basada en miedo, a su vez basado en experiencias traumatizantes.
El Patrick Bateman de Christian Bale en American Psycho, al margen de sus tendencias asesinas (que están en la película más para dar contraste y un argumento atractivo sobre el que montar la historia, que porque reflejen la personalidad de los psicópatas), intenta insertarse al mundo por imitación, no porque realmente experimente alguno de los sentimientos que el mundo inspira. Es incapaz de ver el hogar en una casa, o la compañía en una persona. Las cosas no tienen valor, sólo precio. Algo así como describir un ser humano por su peso y altura, dos números que dicen poco y nada de la persona en sí, la que habita ese cuerpo.
Esta semana está haciendo un frío que te raja el alma, con viento y esa lluvia finita de a ratos, fría y de costado que te hace entrecerrar los ojos para no llevarte puesto un poste de alumbrado. Eso roe el ánimo de cualquiera, y ni hablar de los que tenemos depre. Sobreviví el fin de semana con ayuda de Perro y esa caja de herramientas que instaló mi terapeuta en Múnich. Sin esas dos cosas no sé qué hubiera hecho, pero el prospecto es más que dramático: es espantoso, aterrador. Pero me tengo que preguntar: ¿por qué bajó mi nivel general de felicidad y de todos modos no me deprimo? Estaba hablando de mi estado general con un amigo y me surgió el que realmente soy menos feliz acá. Miraba unas fotos de Cefalù y pensaba en la inmensa cantidad de cosas que hacía ahí y lo bien que estaba en general, con muy poco. Tenía mi capuchino con alguna sfogliatella, clase de italiano, almuerzo liviano, moto por la costa siciliana, encuentro con alguien a la tarde (playa, museo, café), y cena en algún lugar de esos que te alimentan el alma. Casi sin tele, casi sin internet, muchas fotos, mucha moto, mucha comida italiana.
Hoy no logro interesarme por nada. Es más, no veo la finalidad de las cosas. Me baño más esporádicamente. Por más que sea invierno, y por más que respete el límite mental de 48 hs que alguna vez me puse, es una señal. Hace meses que no me pongo un pantalón de jean, ni hablar un traje; me limito a unos de esos jogging (lo lamento, en Argentina a los vaqueros les decimos jean y a los pantalones deportivos elastizados de entre casa los bautizamos jogging... y sí, me da vergüenza). Tenía dos grises, uno se gastó y ahora compré uno negro para reemplazarlo. Tampoco me afeito, ni me molesto en tener perfectamente limpio mi departamento de 0,2 m². El hecho de que literalmente se caiga a pedazos me desanima a malgastarme en mantenerlo bonito. Sería como preocuparse por si anda la radio en un auto que lo partió un tren a la mitad.
El golpeteo es constante. Veo una pareja y me afecta. Veo una chica linda (señorita, ¿señora?... ya casi cumplo 50) y me afecta. Veo una mano sobre otra, y me retuerzo de ganas de que una de esas sea la mía y la otra la de una mujer que quiera todo lo que tengo para dar. Que se apoye en mí para levantarse cuando estamos sentados en el cordón de la vereda charlando, aunque no necesite apoyarse en nada para levantarse. Lo hace porque aprovecha cada oportunidad de la vida para tocarme, sentirme, asegurarse de que estoy ahí con ella. Que disfrute haciéndome enojar con mis locuras (tengo una lista, como guardar la leche en la heladera con la etiqueta para adelante). Alguien con quien hablar de mis defectos y me haga crecer, corrigiéndolos o aceptándolos. Que le guste perderme de vez en cuando para encontrarme después. Que quiera, no que tolere, que quiera que me vaya a andar en moto para relajarme y aproveche para salir con sus amigas, con la plena confianza mutua y el placer de saber que el otro está disfrutando su día haciendo lo que le gusta.
Por supuesto, es inteligente preguntarme si caigo en la creencia de que eso me haría feliz. No tengo un buen prontuario cuando se trata de sentirme mejor con esto o aquello, aunque ahora que lo pienso, sí puedo mencionar un par de cosas que definitivamente mejoran mi vida: la fotografía, las motos, los amigos, Perro, pero con el tema pareja no he tenido mucho éxito. Miro en retrospectiva y no me imagino habiendo digerido las cosas que me hicieron decidirme a separarme de esta o aquella novia. Con el diario del lunes, sostengo mi decisión. No por orgullo ni por obcecado, sino porque genuinamente creo que no hubiera funcionado, no llenaban mis necesidades. Y estoy tan harto de escuchar que me digan que mis expectativas son altas, que por supuesto hace rato que empecé a dudar de si ese era el problema. La experiencia me dice que no y acá estoy, sigo buscando. Sigo pensando en ese texto cortito que vi alguna vez: Do you not understand? I will not settle for anything less than a soul-deep, electrifying connection.

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