sábado, 24 de junio de 2023

revelación (después de medio siglo)

Hace casi 48 horas (46 y 24 minutos, para ser exactos) los días dejaron de acortarse y empezaron a alargarse. Por algún motivo que todavía es un misterio para mí, en lugar de empezar el verano, o aunque sea la primavera, empezó el invierno. Y empezó en serio, con temperaturas que ameritan calzoncillos de cuarzo a batería. Así y todo, ayer hizo 16°C y me animé a sacar la moto. Lamentablemente, no me animé a disfrutarla un poco sino que solamente me limité a ir a un lugar que debía ir y volví a casa, sin otro motivo que porque dejé solo a Perro, que no es poco.
Hace un par de semanas tuve una epifanía, que ahora que lo pienso debe estar relacionado con lo que escribí acá. Me apareció, como por arte de magia, el pensamiento de que soy bueno. Que soy buena persona, buena yerba. Estaba acurrucado en las frazadas, en ese sopor lindo de la mañana, esos minutos que la mente necesita para pasar de dormido a despierto, y me invadió ese pensamiento. La sensación fue como la que uno tiene cuando estaba soñando con algo y se despierta, que no te acordás lo que estabas soñando pero persiste el sentimiento. Puede ser de angustia, enojo, o agitación, como cuando soñás que te caés por un precipicio o que te persiguen. También puede ser bueno, como cuando soñás con esa persona que amás y que está lejos, o que ya no está, o con un lugar que te provoca algún tipo de paz. Algo así fue lo que experimenté: me sentí muy bien conmigo mismo, conforme con mi naturaleza como ser humano, así dañado y a veces reventado. No soy el tipo más gentil ni el de mejores reacciones, ni de lejos, pero soy bueno. Soy, sobre todo, una roca de la que cualquiera de mis personas importantes pueden agarrarse cuando la corriente es demasiado fuerte y necesitan un sostén. Quizás no puedo solucionar el problema, pero puedo sostenerlos, ayudarlos con algo, distraerlos, o lo que haga falta para darles tiempo a recomponerse. Lo he hecho muchísimas veces y cada una estuvo bien, incluso aquellas donde después la relación se perdió, por lo que sea.
Al contrario de lo que me temía, no fue un sentimiento pasajero. Es como que alguien bajo y actualizó los controladores en mi cabeza y ahora puedo proponer y aceptar que soy buena yerba. Tardó casi 50 años, pero por fin sucedió. Mejor tarde que nunca, dicen. Lo hablaba con una amiga (la única persona a la que pude mencionárselo) y me decía algo muy lógico y que ya escuché antes: no podemos esperar que alguien nos ame si no nos amamos primero. No es que no pueda pasar que alguien nos ame, es que uno mismo no puede creer que vaya a pasar, y ahí aparece eso de las profecías auto-cumplidas. Así que acá estoy, con mi nuevo y fascinante conocimiento: soy bueno. No es poco. Ahora solamente falta encontrar el amor de mi vida. Aparte de Perro y Moto, obvio.
A ver... repasemos: que no fume, que tenga cerebro y dignidad, que esté buena... y ya está. Y que sea lo suficientemente estúpida para tenerme ganas y actuar en consecuencia. Si me queda vuelto, que esté loca. No de estas estúpidas como la que ya tuve pero que me dejó a los pastores australianos, sino loca linda, artística y con buena autoestima, en lo posible; que le hable a la escoba si se le da la gana, y que no se fije si la están mirando y qué pensarán. Que hable idiomas. Sarcástica. Pelirroja. Todo eso y más, por más que los que están a mi alrededor piensen que a esta altura tendría que conformarme con que fuera mujer y que lo único que puedo pedir que tenga es pulso. Váyanse todos a cagar. Ahora que lo pienso, creo que esperan que me conforme con el primer blip que aparezca en el radar para que ellos no queden tan mal. Nou fáquin uei.
Pero volviendo al motivo por el que me senté hoy a escribir: tengo bondad en mi corazón. Y eso me hace sentir sorprendentemente bien y hasta un poco conforme conmigo mismo. No pasa seguido.

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