Ser invulnerable, y saber empuñar ese poder. Ese es mi deseo.
Pero no tiene nada que ver con lo de hoy. No. Lo de hoy es una reincidencia mía: la falta de amor. La soledad. La falta de objetivos, y de sentido. El hecho de que escriba esto hoy en particular, 14 de febrero, es una absoluta coincidencia. Para el que no me crea, que mire alguno de los 495 escritos pasados. Probablemente más de la mitad hagan referencia a este tema o lo abordan directamente.
Estoy durmiendo espantosamente desde hace unos meses. Estoy bien de salud, de dinero, de techo, diría que de todo lo que está en el primer escalón de la pirámide de Maslow y gran parte del segundo. De ahí para arriba, nada, zip, niente. Demasiado niente. Y, por supuesto, no sé manejarlo. Me encanta escuchar esos imbéciles diciendo que uno tiene que estar bien con sí mismo y no necesitar a alguien. Genial. Pulgar para arriba. No, no... dos pulgares para arriba. En teoría. Porque sí, en general estoy de acuerdo; en realidad estoy de acuerdo en que uno tiene que estar bien con sí mismo, pero de ahí a que funcionemos bien unitariamente... nop. Lo que sostengo, basado en mi experiencia y observando a los demás, es que una pareja hace lo malo la mitad y lo bueno el doble. Lo dije mil veces y lo repetiré 10.000 más. Lo vale.
Pero acá estoy, rascándome solo la espalda, sin una respiración que escuchar para dormirme, sin cómplice, sin compañera, sin motivos, sin sentido las canciones, sin encontrar manos mutuas y jardines lentos ("1964", Borges). Por una u otra razón, no encuentro nada de eso.
Y se va cristalizando la idea de que una razón soy yo. Estoy demasiado dañado. No es una cuestión de exigencias, como muchos creen. El problema, los problemas que tengo, incluyen miedo a ser usado, al abandono... y ahora que lo pienso, a poco más. ¿Querés dormir del lado derecho de la cama? Tuyo. Ah, ¿los días impares del lado derecho y los días pares del izquierdo? Nou problem. ¿Cine con tus amigas? Que te diviertas. ¿El asiento de la ventanilla en el avión? Tuyo. ¿Cortarle el pasto al jardín de la casa de tus padres? Mostrame dónde está el enchufe. Te cocino, te cuido y te mimo. Te espero en la parada del colectivo, te llevo a Amalfi, te busco el aro que te olvidaste en el hotel. Charlemos. Envejezcamos juntos. De la mano.
Cuando era chico, basado, admito, exclusivamente en lo que me contaba mi hermana de sus compañeras de colegio (porque los dos íbamos a colegios de hombres y de mujeres exclusivamente), la mayoría de las mujeres tenían cierto pudor y las promiscuas eran una muy identificable minoría. Era obvio quién era quién. Hoy, o me engañó mi hermana, o las cosas cambiaron. Mucho. Basta con abrir cualquier "red social". Y una cosa yo todavía no había aprendido: la amplia mayoría son repelotudas. Pero pelotudas con esmero, de esas que en un campeonato de pelotudez, no les aceptan inscribirse. Por pelotudas. Da bronca (por si no se nota). Acabo de ver una chica ("chica"... unos 35 años) con su hijo y lo que me pareció su exesposo, desayunando y teniendo una serie de actitudes tan nobles y moderadas, que no hizo más que agregar contraste a la situación de lo pelotudas que son las argentinas. Si no lo fueran, esta chica no hubiera destacado como lo hizo. Y de ese repertorio de pelotudas que ofrece Mar del Plata, Argentina, se supone que tengo que encontrar una que no lo sea. Y no sé cómo. Y estoy a punto de rendirme, con dos posibles corolarios: o me quedo solo, o me voy a otro lado a buscar lo que necesito. Ninguna de las dos opciones me parece aceptable, más bien bastante deprimentes, sobre todo la primera. Fuck.
Pasa el tiempo y mis reservas respecto a las mujeres que encuentro en el camino se cementan cada vez más. También estoy empezando a separar la paja del trigo cuando pienso que no voy a encontrar a la adecuada por mi culpa. O sea, deja de ser un fustigarme sin piedad para pasar a ser algo más constructivo, de lo que puedo, si no cambiarlo, aunque sea sacar conclusiones útiles. En realidad el objetivo sí es eventualmente cambiar lo que pueda, pero también quedarme con lo que no quiero cambiar, porque me doy cuenta de que es mi esencia y no es bueno ir contra la naturaleza de uno. Algo que aprendí es a articular mis emociones, explicar cómo me siento y por qué. Algo que aprendí a dejar como está, y de hecho a cultivarlo, es el ser cuidadoso con mi paz, mi intimidad, mi círculo personal, ese metro cuadrado donde estoy emocionalmente parado, y al que no le guste... Ya está, ahí terminó la oración. No es asunto mío, y lo aplico recíprocamente. Me da mucha paz que cuando alguien rechaza mi compañía, aceptar que está en todo su derecho. Es parte del respeto, y es no hacerse la cabeza con cosas que uno ni conoce las razones, ni puede controlar.
Todo esto, lamentablemente, es para una fase más avanzada en una relación, digamos la que viene después de decir "hola". La macana, como vengo recalcando, es que no me cruzo siquiera con mujeres. Mi trabajo no lo fomenta, ni ninguna otra parte de mi vida, salvo cuando llevo a Perro a la plaza, pero esa es una dosis homeopática de mujeres comparada con... no sé, ir a clases de zumba (que no voy a hacer) o alguna cosas así. Fuck. (sí, otra vez)