domingo, 20 de julio de 2025

corazón bueno

You ever noticed how the world drains the people who feel the deepest, the wise with soft hearts that carry the heaviest loads, not because they're weak, but because they refuse to become what hurt them? See, what we don't talk about enough is the emotional tax of being good in a selfish world. You show up with love, they show up with agendas. You give to build, they take to survive. It's like being fluent in a language that no one wants to understand anymore. You speak soul, they speak convenience. And then you are left wondering: is there something wrong with me? No, there's something right with you. But right doesn't always feel rewarding at first. The truth is, having a good heart comes with consequences. You will be underestimated. You will be misused. You will be overlooked by people who confuse your peace with passivity. But here is the really good check: stop expecting people with shallow intentions to handle your heart like it's sacred. It's not their job to protect it. It's your job to guard it without guilt. So no, don't stop loving. Don't stop caring. But stop letting your love being the lesson for people who refuse to learn.

@alex.morris_ceo_3jblogistics


Mi idea hoy era escribir sobre la intensidad con la que vivo y sobre todo con la que pienso, y que me afecta tanto físicamente. Para mal, valga la aclaración. Es ya casi crónico lo que mi hígado se retoba y los dolores de cabeza que sufro supuestamente por ese tema. Lo mal que duermo, la depresión, la frustración, los arranques de furia, etc.; creo que está claro lo que quiero decir. También tengo contracturas y tirones, y es fácil rastrear su origen a malas posturas (la compu), forzar la vista (la compu), estrés (los argentinos) y cosas así. Sumado al hecho de que no hago una actividad física, por lo menos formalmente. Y a que leo en la cama en una postura como mínimo reprochable. Y está el puto celular. La masajista, corolario de las contracturas, piensa que lo del hígado y los dolores de cabeza que le siguen vienen más relacionados con el nervio vago, que no se llama así por haragán sino por el latín que significa errante. No me voy a meter en los pormenores de esto, que ya leí más que suficiente sobre el tema y al que le interesa puede hacer lo mismo, pero haciendo memoria debo confesar que hace unos años fui al médico para un chequeo general y aproveché para mencionar el tema. El tipo me explicó que mis análisis dieron perfecto y el hígado estaba pipí cucú, y que lo más probable era que la causa fuera... estrés. LPQLP. Además de caro era tan antipático e irrespetuoso (empezando por lo que hacía esperar a sus pacientes, sin el menor reparo en los horarios de los turnos que daba) que me resultó muy tentador despreciar su diagnóstico. Pero tenía razón. Igual era un tarado y un asco como persona.
Volviendo al tema, esto explica, entre otras varias cosas, el por qué los fines de año voy a lo de mi hermana, donde somos 22 y llevamos comida para China, como lo que sea (y no exactamente pollito hervido con puré de calabaza) en cantidades que asustan, y no me descompongo. Ahora, si estoy del orto de ánimo, me como una papa frita y la cabeza al día siguiente me estalla y tengo que andar con pollo y arroz como máximo, dorixina, Pepsi con limón y duchas con el chorro de agua caliente en la cabeza y la nuca a ver si ayuda. 24 o 48 hs más tarde suelo mejorar.
Decía entonces que mi masajista insistió con esto así que me puse a investigar, y hay altas probabilidades de que esté en lo correcto. Y surge la pregunta: ¿dejo de pensar tanto? Primero que nada, esto es asumiendo que pueda. Supongamos que sí. ¿Quiero? Y además, ¿que contraindicaciones tendría?
Lo de poder dejar de pensar tanto creo que se puede entrenar. No es que me voy a convertir en un pececito dorado, pero puedo enseñarme a estar más en el momento y no tanto en el pasado o el futuro. De hecho, hay situaciones o etapas donde lo hago, ni remotamente lo suficiente, pero las hay. El tema es acordarme de hacerlo, y para eso puedo practicar, esforzarme un poquito más. No me costaría mucho y soy testigo de que me ayudaría; soy, incluso, un partidario de esta forma de ver la vida. El vivir en Argentina no coopera y pone a prueba cualquier estrategia de autoayuda, pero es posible. Los argentinos, se sabe, vivimos a mil, estresadísimos, lidiando con demasiados despelotes (y voy a pasar por alto lo de autoinfligidos). El famoso mindfulness, entonces, es lo que haría bien en cultivar más.
Así que sí, quiero dejar de pensar tanto, y creo poder. Tiene ventajas. Lo que me trae a la última pregunta: ¿desventajas? Esto me ha mantenido algo ocupado estos días porque existe el peligro de la represión. Este es un concepto fundamental en psicología: cuando uno reprime algo, no se evapora. El cerebro no tiene válvula de escape. No es una cuestión de hacer deporte, tener un hobby o algo así. Si uno se guarda cosas, se acumulan, y cuando el tanque se llena, salen sin nuestro control... malo. En mi caso, en mi experiencia, muy malo. La solución es procesar las cosas en forma más saludable, más creativa, constructiva. Y eso en casa no lo mamé. Sostengo incluso que al contrario: aprendí formas destructivas, autodestructivas, de lidiar con enfrentar las cosas. Deshacerme de los protocolos que llevan décadas ahí e incorporar nuevos... la ciencia de la escritura no ha progresado lo suficiente para expresar el suspiro que debería poner acá. En esta parte me trabo, honestamente. Soy confrontativo, y la estupidez humana, por más... estúpida que sea (valga la redundancia) está ahí y no voy a lograr cambiarla en la escala que hace falta. Lo que puedo hacer es cultivarme un nicho de gente que rompa el molde y en la que valga la pena invertir mi tiempo. Se achica el universo, por supuesto, pero nunca aprendí, y a esta altura va contra mis principios, a minimizar la estupidez y convivir con ella. Subscribo a los que, como Carlo Cipolla, afirman que los estúpidos son más dañinos que los malos. Ya lo dije: los estúpidos, a diferencia de los malos, son inimputables. Uno se siente mal accionando contra ellos, mientras que contra los malos (yo, por lo menos) no. Onda Dexter.
En fin, por un lado creo que puedo apuntar a pensar menos en general, y por otro, las veces que pienso, hacerlo de forma menos dañina, que me tense menos, que me contracture menos, cosas así. Creo que se deduce de lo vago de esta última oración lo poco versado que estoy en el tema y lo nada seguro que estoy de cómo lograr lo que necesito. Quiero suponer que voy a aprender sobre la marcha. Cruzo los 20 dedos.

viernes, 18 de julio de 2025

trabajo en progreso

Acabo de mirar The Thorn Bird (El pájaro canta hasta morir, en castellano). Son 4 episodios, de casi dos horas y media el primero y el último, y de una hora y media el segundo y el tercero. Es un montón de nostalgia, no solamente por el hecho de que con 9 años vi el estreno en 1983 con mi mamá (Richard Chamberlain era el George Clooney de la época), sino porque me hace revivir muchas cosas, como el formato 4:3, la falta de computadoras para hacer cualquier cosa, la dignidad de la actuación, sabiendo que estaban quemando película al dope si lo hacían mal, la falta de connotaciones pedófilas en la relación de los protagonistas (recordemos: un cura y una nena), la ausencia de esfuerzos por incluir igual cantidad de mujeres que de hombres en el reparto, o de negros, o de chinos, o lo que puta fuera el subgrupo de vaya uno a saber qué cromosoma o gen o gusto de helado es la víctima de moda esta semana. Cuando veo producciones de esa calidad artística, humana, y por supuesto comercial, me viene a la mente el viejo principio de que la televisión está para informar, educar y entretener. Hoy en día, el principio rector de los medios, sobre todo audiovisuales, se ha convertido en vender y punto, al costo moral que sea, llevándose puestas la verdad, la privacidad, la dignidad y tantas otras cosas "pasadas de moda".
En eso pensaba cuando hace unos días se mencionó en varios programas el aniversario 45 de la televisión a color en Argentina, y se romantizó a la televisión en general como "lo que unió a la familia" y un par de gansadas más. En mi opinión, lo que hizo fue ponernos a todos en el hemisferio delantero del televisor y desalentar cualquier contacto transversal entre los a partir de ese momento televidentes, ya no seres humanos. Esa tele, como la radio, se mantenía con publicidad, por supuesto, pero había programas que buscaban audiencia, y con eso promotores, a base de contenido: El Deporte y el Hombre me viene a la mente como uno de los exponentes de lo que quiero decir. Como sea, la familia se "unía" para ver un programa y había que callarse para escuchar el programa, sin charlas entre los familiares, todos ahí mirando la tristemente famosa "caja boba". Cuando terminaba, en lugar de hablar de actualidad o de cosas importantes, empezamos a hablar de si Carlos Alberto se había enamorado de la que sea que personificara la Verónica Castro del momento. Una forma muy eficaz de vaciar de contenido las conversaciones familiares. Todo eso, obviamente, con nuestra connivencia; hay que ser adulto y hacerse cargo de que fuimos cómplices, no víctimas.
En las últimas dos décadas soy testigo del refinamiento de ese proceso con la aparición de las también tristemente famosas redes sociales, con Instagram, Facebook, TikTok y hasta cierto punto Twitter a la cabeza. Ahora, en lugar de hablar con los amigos, se publica. Y se junta seguidores y pulgarcitos para arriba. Fui testigo múltiples veces de parejas alquilando una góndola en Venecia, ciudad "fea" si las hay, y enterrando la nariz en el celular durante cientos de metros sin enterarse que acababan de pasar al costado de Piazza San Marco. Patético no me parece que alcance para describir lo que es llegar a eso. Y es apenas la punta del iceberg. Eso sí: casi podemos saber al instante lo que los famosos (y los que quieren serlo) están desayunando o cagando. Menos mal.

La semana pasada leí en algún lado que el exceso de razonar, de introspección, puede inhibir la capacidad de simplemente vivir y sentir. La disponibilidad de tiempo libre que me provoca mi celo por mi tranquilidad hace que caiga en eso, y si bien lo disfruto, también trae consecuencias negativas. La frase pensás demasiado es la que más he oído en mi vida y la que menos tarda en tirarme cada persona que me conoce, y si bien tienen un poco de razón, yo sigo atesorando mis pensamientos; mejor dicho, más que mis pensamientos en sí, me gusta y busco en otros el esfuerzo de analizar el mundo más allá de la superficie, de lo obvio. Hasta donde puedo, y pretendo refinar esto, navego entre mis sesgos para arribar a la verdad, no a la opinión sobre los hechos, mía o ajena. La opinión de una persona sobre un hecho da información sobre la persona, no sobre el hecho. La mayoría de las personas que conozco se conforman con tener una opinión, la que sea, para evitar el penduleo y a la mierda la realidad. Ahora que lo pienso, de ahí debe surgir esa estupidez de "mi verdad", como si mi versión (limitada, como humano que soy) pudiera equipararse a la verdad. Flor de arrogancia.
Hecha esa salvedad, me gustaría sentir más. Lo de vivir más... no sé, no es algo que me surja como necesidad, más bien me siento relativamente satisfecho en ese aspecto. Pero volviendo a lo de sentir, ya lo dije muchas veces y creo que he hecho algunos avances, pequeños pasitos que igual valoro. El principal instrumento es, cómo no, Perro, y ahora recibió refuerzos, aunque sean temporales. Un conocido se fue de vacaciones por 2 semanas y a pedido mío me dejó a su perra, que es un bombón de criatura y complementa muy bien a Perro. Esta criatura fue adoptada de la calle con alrededor de 1 año de vida y a pesar de eso viene con impecables modales: no hace sus necesidades adentro, no muerde cosas, en la calle camina al lado de mí sin necesidad de correa, no reacciona mal si se la toca mientras come, no es posesiva con juguetes, y varias cosas más. Una cosa tiene y es que es asustadiza, se aterra apenas escucha un ruido fuerte cerca o si le pego un reto a Perro, me parece que porque no distingue de si es para ella o no. Todo esto me obliga, oh sorpresa, a analizar cómo me comporto y me apunta a lo que puedo mejorar. Alucinante.

sábado, 14 de junio de 2025

menos de un minuto

Sé perfectamente que ya empecé una entrada diciendo que estaba desganado, pero acá vamos de nuevo. Razones múltiples, todas lamentables. El mayor lujo material que tengo es el poder apagar todo a mi alrededor relacionado con el trabajo y vivir de mis ahorros mientras mi mente busca la salida de esta situación. Tampoco es que sea muy complicado en este momento eso de apagar, porque históricamente mayo y junio son una tumba en lo que respecta a mi trabajo.
El hecho es que me falta inspiración para mover el culo y encarar cosas. Algo tan tonto como lijar y pintar los zócalos de una parte de casa para ir mejorando de a poco la estética, se me presenta como un proyecto titánico e inabarcable. Sé que no lo es, que voy a disfrutar hacerlo y que incluso voy a sentirme muy satisfecho al terminar. Simplemente me pregunto "¿para qué?". Me sobra el tiempo, no es algo complicado ni cansador, nada más no tengo la motivación. No para eso, ni para nada.
Mantengo una estricta disciplina en lo que concierne a alimentación e higiene, porque sé que esas pequeñas ceremonias diarias nos dan una estructura que nos sostienen, por lo menos en parte. También mantengo horarios de descanso, sin quedarme despierto hasta tarde ni levantándome a cualquier hora. Pero la esencia del asunto subyace y persiste.
Como siempre que escribo acá, estoy en un café y miro por la ventana y me surge otra fuente de razones para sentirme así: los argentinos. Mirar a la calle es ver una manga de imbéciles (el adjetivo que fue escalando en la clasificación de los argentinos hasta llegar a ser el #1, el que más fielmente los califica) intentando matar y matarse, o por lo menos cagar y cagarse en el prójimo. Sistemáticamente. Eso te saca las ganas de aportar tu granito de arena a la sociedad, porque esta no es una sociedad, es una disociación de imbéciles. Ni siquiera puedo decir algo duro como que están compitiendo a ver quién es más imbécil, porque eso implicaría que reconocen la existencia del prójimo, y no me consta, no en el sentido civilizado de la palabra. Sí, salen a donar una frazada que les sobra cuando hay inundaciones en algún lado, salen a festejar colgándose de un poste de alumbrado cuando Argentina sale campeona de fútbol, pero lo que verdaderamente implica hacer el trabajo chiquito y constante de ser ciudadano... ese no, ni siquiera sabrían de lo que estoy hablando.

Esta tarde caminaba por la plaza y vi un corazón dibujado en el piso, medio lavado por la lluvia de anoche, con el nombre de dos tortolitos y la flecha de algún cupido ya atropellado. Pensaba en cómo, cuando yo era chico, escribíamos el nombre de nuestro flechazo del momento abajo del nuestro en el cuaderno de historia o geografía mientras el pobre profesor intentaba encausar nuestras neuronas. Parejas antes que nosotros lo habrán escrito en la piedra del adoquinado frente a su casa, y hoy en día será en el celular, en alguna publicación de una red social. La tinta habrá cambiado, pero el sentimiento no. Ahora que logré identificar qué es lo que busco, me imagino, no sin exceso de inocencia, que todos, consciente o inconscientemente, buscamos lo mismo. Algunos con algo más de miedos, otros más kamikaze, más obstinados, más descuidados. Algunos tienen más suerte y encuentran algo que se parezca más a lo ideal, o lo encuentran más pronto. Otros se resignan a que lo que encuentran es lo más a lo que pueden aspirar y lo toman, otros se resignan a que no lo van a encontrar y adoptan una actitud cínica, de vale todo, y bajan su moral para aunque sea tener esa parte del estar con otro ser humano. Otros ni lo buscan, ni saben que existe, o lo rechazan porque nunca lo vivieron en casa y les asusta lo desconocido.
Mencioné más de una vez lo mucho que extraño la relación que tuve con una exnovia, la complicidad, el humor y la ironía que compartíamos, y el hecho de que ese prefijo de dos letras se debe al hecho de que era fría, y eso fue decisivo para mí. Ayer tuve, en menos de un minuto, un dos claros ejemplos de lo que me faltó con ella y que, cuando me cayó la ficha (gracias a esa dentista polaca) no tuve otra alternativa que terminar la relación, y que todavía hoy me entristece tener que haberlo hecho, aunque sin sombra de arrepentimiento; en las mismas condiciones lo haría de nuevo. Volviendo al presente, había una pareja en otra mesa del café donde estábamos y había estado observándolos un rato, sobre todo a ella, por cómo miraba a su novio y sonreía cuando él hablaba. En un punto ambos se pararon, ella para ir al baño y él para pagar, y cuando ella pasó por atrás de él le dio una palmada en la cola. Un momento más tarde (aparentemente sólo fue a enjuagarse los dedos o algo así) volvió del baño y él ya estaba sentado. Ella, todavía parada, le tomó la cabeza con las manos, la puso contra su pecho y apoyó la suya encima. Los dos se quedaron quietos, suspendidos en el momento, saboreándolo. Yo también. Me alegré tanto de ver algo así, y pensé una vez más en lo bien que hice en separarme de aquella chica, con todo lo bueno que tenía. Es que sin eso no puedo, directamente no puedo. Y no quiero.

jueves, 12 de junio de 2025

la lista

No estaba seguro de si empezar una entrada nueva o seguir la anterior, pero como voy a despotricar de otra cosa, acá estoy, caballeros; el masoquismo nos reúne nuevamente.

Estaba otra vez desperdiciando mi vida en Instagram cuando se me cruzó una historia con un video de uno de esos comediantes que se paran al micrófono y a veces interactúan con el público. El asunto, aparentemente, iba de cosas que no había que contarle a la pareja, y una chica de 21 años contó que a su novio de 3 meses le mostró la lista. Esa lista era de los hombres con los que había tenido sexo, y eran 60. Si sos vago y no querés subir la vista dos renglones, te lo repito: 21 años. 60 pitos.
De por sí eso es muy triste, y más triste es que vivamos en una sociedad donde la nena siente que tiene que contarlo, y sin consecuencias negativas. Pero lo peor, en mi opinión, fueron los comentarios al lado de la historia:

"Eso no se cuenta."
"Deberías haber mentido."
"¿Dónde está el problema?"
"Si fue antes de conocerlo..."
"Negá todo, mujer... me extraña..."
"Cada uno hace lo que quiere."
"No hay que juzgar."
"No se confiesa, manual de la mujer."
"Si empezó a los 15, son 0,8 chongos por mes. No es tanto."
"Si empezó a los 18, y sacando las semanas indispuesta, son 2 por mes. ¿Dónde está el problema?"

Este extracto es de comentarios hechos exclusivamente por mujeres. Eso es deprimente. En mi caso particular, es para cortarse las pelotas con la funda del teléfono.
Y yo acá, extrañando el ruido de la ducha desde el dormitorio. El olor de su cuerpo en las sábanas. El pulso acelerado antes de encontrarnos. Dormirnos haciendo cucharita (para separarnos después, porque soy de los que apenas tolero el pedo de un ratón en otro huso horario cuando quiero dormir). Tomarle la mano mientras manejo. Apretarla contra un árbol antes de llegar al restaurante, y si es posible, zamparle un beso que la deje pensando en el postre. Pero al margen de esas cositas de la convivencia, a veces, por sobra de tiempo, me pongo a pensar qué es lo que busco realmente, y la respuesta no es tan elusiva: alguien que me quiera, y alguien a quien querer. Todas esas cosas que escribí antes apuntan a eso y a eso solamente. Cuando veo a la camarera que tanto me gusta, no me imagino haciendo "la porquería", como diría mi abuela, sino escuchándola contándome acerca de su día o cocinando juntos o discutiendo por algo irrelevante y que los dos sabemos perfectamente que es irrelevante pero irrita al otro y nos divierte. Dos cosas más que busco en una relación son que me ayude a crecer como persona, y que enfrentemos, exploremos y mejoremos al mundo de a dos. Sin ella, quien sea, no hay nada de eso. Y Perro es perro, no novia.

sábado, 7 de junio de 2025

aplausos

¿Quién va a venir a mi funeral? ¿Quién va a visitar mi tumba?
¿Qué va a quedar en mi computadora?
¿Quién va recordar las cosas sabias que dije? (Asumiendo que haya dicho alguna...)
¿A quién llevaría a algún viaje si tuviera un VW de esos tipo bus?

Vivo antagonizado, molesto, irritado por la estupidez y mi alrededor. Los argentinos, aunque sospecho que cada cultura a su manera, insisten en cagarse en el prójimo y (esto sí es común a todos) son sus peores enemigos. Si hoy los ingleses hicieran el equipaje y devolvieran las islas Malvinas, no sabríamos qué hacer con ellas y definitivamente las haríamos peores, equiparando en tiempo récord la situación social y de infraestructura al clima. Estoy aprendiendo, por ejemplo, acepciones a palabras que creía conocer. Un par de ejemplos:

Pelotudo
/adj/
Del latín me cagum en el projimum
Peatón que cruza por la senda peatonal con el semáforo en verde para él.

Boludo
/adj/
Del latín me cagum en la legem
Forma afectuosa de quien, aproximándose por la izquierda a una encrucijada, se refiere a quien viene por la derecha y tiene el atrevimiento de usar su prioridad y pasar primero.

Es triste vivir en un lugar donde simplemente no podés conducir los aspectos más básicos de vivir, como cruzar la calle sin que te pasen por encima, pasear el perro en una plaza sin que te pasen por encima o te ataquen o pisar caca, conversar, pensar, o esperar que los legisladores hablen de los problemas de la gente y no de las idas y venidas de sus chicanas, que no le interesan a nadie. A ellos tampoco, pero creo que piensan que les sube los índices de audiencia o algo así, o que así justifican ganar 30 veces el salario mínimo. También sería lindo, aunque a lo mejor es ponerse exigentes, salir con alguna idea de volver a tu casa sin que te apuñalen, te metan un tiro o cosas por el estilo. Y que cuando llegues a tu casa no haya sido violada. Ya sé, soy raro y tengo ideas locas, pero soñar no cuesta nada, ¿no?
Me sacan las ganas de salir a caminar, de manejar (incluso la moto), o en general de meterme en cualquier situación donde tenga que interactuar con ellos. La estupidez me irrita más que la maldad, pero cuando se mezclan... Es deprimente haber vivido en otro lado y sido testigo de cómo se puede vivir simplemente con unos cambios muy sutiles pero determinantes en el resultado. Y estos tienen las mismas Leyes que los alemanes, por mencionar a algunos, pero prefieren ignorarlas. Aplausos. Imbéciles.

jueves, 5 de junio de 2025

2 pesos

Ayer fue cena en restaurante/bar con hermana y amigos. La noche empezó bien, llegué con hambre, comí bien aunque demasiado y no valía el precio pagado, no por caro sino por mediocre. Lo mejor del lugar eran algunas integrantes del personal femenino, aunque, como "dictan" los tiempos, vestidas como prostitutas. Había entre los comensales algunas chicas lindas. A mi edad ya no sé cuándo decir "chica" y a qué debo llamar "mujer", pero bueno, por ahora me atengo a "chica". Esas lindas no eran pocas, aunque basado en un cachito de información que me llegó esta semana, me pregunto cuál valía 2 pesos.
Resulta que la de cara linda a la que me referí hace un par de entradas llegó a vivir al edificio actual hace unos meses nada más, y uno de los muchachos que llevan a la plaza a sus perros también vive ahí. Y se la cogió. ¿Por qué? Quién sabe, porque ellos no. Fue tan rápido el final como el principio y el sexo en sí. Vivían en el mismo edificio, se encontraron en la plaza, así que por qué no. Y claro, una vez hecho el trámite, uno mira y piensa "¿y ahora?". Y ahora me la limpio en las cortinas y me voy a dormir a mi propia cama, que está un par de puertas más allá, sin tener que mirar a esta tilinga boluda que no vale 2 pesos. Y si te he visto, no me acuerdo.
Me deprime esto. Me deprime saber que si alguna vez llego a conocer a alguien y me gusta, las probabilidades de que sea una persona con algo de moral van a ser ínfimas. Las personas valen cada vez menos por decisión propia, casi como si se lo propusieran. Las mujeres toman la decisión consciente (aunque estúpida e ignorante) de valer menos y menos. Hay una falta de información seguida de desinformación que lleva a que tomen decisiones que creen propias y en realidad son implantadas, aprovechando su estupidez. Nadie está exento, pero en las mujeres jóvenes parece una epidemia.
A veces aparece uno de esos videos hechos con una seguidilla de fotos donde muestra la evolución de los trajes de baño desde finales del siglo XIX hasta ahora, y es una crónica de menos y menos centímetros cuadrados de tela, una especie de competencia para hacer público lo que es privado y reservado para ocasiones especiales, y todo por la sed de atención, la idiotez institucionalizada y la permisividad. Esto no es una queja vacía de un viejo sentado en una plaza idealizando tiempos pasados (¿sarampión, anyone?), es una conclusión honesta y con la mejor intención, la más constructiva. Sí, mi decepción con mis coterráqueos siempre le da leña a mi visión sobre lo que hacen, pero hasta la Pitufina en su mejor día tendría su buena dosis de nervios explicándole a un extraterrestre recién llegado de qué va todo esto y cómo justificar tanta... idiotez. Ojalá tuviera otra palabra, pero esa encaja tristemente perfecto. Al revés que yo.

martes, 27 de mayo de 2025

in fraganti

A veces, como ejercicio mental o de puro masoquista, intento plantear las cosas como si estuviera explicándoselas a mi hermana. Ella es una mina con un carácter explosivo pero un lado muy dulce. Cuando éramos chicos me defendía a muerte de los demás, y después me daba con un garrote en privado. Era como que defendía su coto: yo era exclusivamente suyo para vapulear. Esto es típico de buenos hermanos, creo. Me encanta. A veces duele el garrotazo, pero es también un gimnasio de paciencia.
Otra cosa que tiene ella es que salió una vez a tomar un café con un flaco, y después conoció al que hoy es su marido. Esa es toda su historia en ese rubro, y se le hace difícil seguirle la pista a las complicaciones que sufrimos los que estamos en el mercado de citas, navegando entre la desesperación y la idiotez, propias y ajenas. A ese paisaje se le suma la deshonestidad, hacia uno mismo y hacia los demás, pero ese rasgo sí puedo decir que es puramente ajeno. En lo personal, con todas mis imperfecciones, cultivo la verdad. Una de las pocas cosas de las que estoy seguro y orgulloso, más allá de la depresión, la situación social y política de mi país, mi historia personal y cualquier otra excusa que esgrimen los que son cuestionados cuando los agarran in fraganti siendo deshonestos.
Así que esta hermana mía a veces queda un poco descolocada cuando le cuento lo difícil que me es conocer a alguien, y mucho más formar un vínculo que valga la pena. Pero tiene algo a su favor y es que me quiere mucho, y por eso se calla y escucha con interés lo que le cuento y le da vueltas en su cabeza. Nunca fue su fuerte entender los sentimientos de los demás y cambiar de opinión le es... dificilito, y eso es lo que justamente me causa admiración, porque entiendo que es un esfuerzo grande para ella aceptar lo que le digo y adoptarlo como verdad.
Todo esto para volver al principio y retomar lo de que a veces me planteo cómo le explicaría a ella ciertas cosas, y he aquí esta: si fuera más expresivo, si tuviera comunicación y libertad total para dejar que el mundo viera cómo me siento por lo de estar solo y por el miedo de seguir estando solo, gritaría. Lloraría, pero no un llanto estoico sino sollozando en el piso en posición fetal, con lágrimas y mocos y desconsuelo, sin ánimo ni fuerza para pataleos o histrionismos. Una cierta dignidad, aunque a solas, por supuesto. Un llanto rebozando tristeza y lástima por mí mismo y quizás también por la persona para la cual yo sería ideal pero tampoco me encuentra a mí. Lloro porque no tengo a quién atesorar, que sea la motivación para evolucionar hacia una mejor versión de mí, más cercana al hombre que me gustaría ser. En ese llanto hay un "por qué" subyacente, como si el mundo supiera la respuesta. Como si la hubiera. Para eso se necesitaría un dios titiritero y que dictara el destino. O yo tendría que ser una reencarnación de alguien malo y este capítulo es el de mi expiar las culpas por lo cometido en vidas pasadas. No lo sé.
Este llanto del que hablo, como no sucede porque no hay un detonante (el disparo a la mamá de Bambi, el pitido constante del monitor cardíaco de ET) que me haga echarme a llorar aportando ese empujón inicial que necesito para que mis tripas se aflojen y mi tristeza se libere, está permanentemente presente, en cada cosa que vivo y hago. A veces, casi siempre, me meto en la ducha y cierro los ojos para que el chorro de agua caliente me caiga en las cervicales y me haga olvidar ese sentimiento, que lo apague como la música alta apaga los ruidos de los vecinos teniendo sexo. O cuando salgo en la moto, y la aceleración mata cualquier otra cosa (las frenadas y las curvas también, pero de eso no hay en la pampa y alrededores). La comida también ayuda, el cafecito en un lugar lindo, siempre y cuando no haya, como en este momento, una parejita estúpida agarrándose las manos. Desconsiderados.

sábado, 24 de mayo de 2025

veneno dulce

Estoy harto de quejarme. En serio, me molesta, quisiera volver a tiempos en que observaba la vida y rescataba lo divertido, lo pintoresco, cosas no necesariamente positivas pero que adornan la vida. Pero despertarme a cualquier hora por la cacofonía de alarmas y escapes de motitos, y por lo mismo ver mis pensamientos, películas, conversaciones y lecturas hachadas al medio, tener que prestar el mismo nivel de atención para cruzar una puta esquina que si se me ocurriera salir a pasear en pelotas por Dombás con una bandera estadounidense, o por el norte de Gaza, para el caso. Y estas no son observaciones de alguien que no tiene un choto que hacer, son las de alguien que tiene el descaro de querer dormir, o ir al supermercado sin tener que escribir un testamento antes de agarrar la bolsa de las compras. ¿Tan delirante soy con mis expectativas?
Todo eso pasaría a un lejano segundo plano si tuviera lo que me falta tan asquerosamente: una pareja. Este es el periodo más largo desde Natalia, mi primera novia, en que estoy solo. Es tremendo. Es una mierda. Estoy harto de esto. No tiene sentido. Claro que hay gente en zonas de guerra, sacando pedazos de sus hijos de entre los escombros. Gente con cáncer, o un ser querido. Eso no tiene sentido, eso es una mierda. Lo sé. Pero fuera de esas cosas más allá del punto de inflexión de la izquierda en la campana de Gauss que representa la distribución de felicidad en la humanidad, lo de no encontrar pareja es una chotada, y sospecho que en una persona como yo, con mi sensibilidad, mi inteligencia y mi historial de falta de cariño... no sé, creo que tienen sentido mis quejas. Creo. Pero como sea, las tengo.
Venir a desayunar a donde vengo, donde la camarera es, por lo menos hasta donde puedo ver en este contexto, tan atractiva desde tantos aspectos (sí, excepto la edad)... estoy siendo masoquista, lo sé.
¿Tan execrable soy? Para mi edad, y comparado con tipos en edad similar, me mantengo flaco (sí, podría hacer alguna actividad que me esculpa un poco el cuerpo, no estaría mal), soy decente, tengo humor, cultura, sé agarrar los cubiertos, tengo un pasar económico aceptable, la gente no cruza la calle para esquivarme cuando me ve venir... pero de novia, nada. Ni sombra. Nada. Me voy todas las putas noches a dormir pensando en situaciones donde la camarera y yo terminamos diciéndonos que nos gustamos. El placer que me provocan esos pensamientos se origina tanto en poder finalmente decirle lo que me pasa como en escuchar que yo también le gusto. Raya un poco la obsesión, creo, y no me gusta estar así, pero es como un veneno dulce.
El tema surge en cada cosa que hago: me despierto solo, no hablo con nadie, me preparo el desayuno solo, me lavo mis propios platos y tazas, acaricio a Perro yo solo, hago las compras para mí, decido yo solo qué almorzar, cenar y lo que sea, qué ropa me compro o uso o cuándo lavarla. Todo, absolutamente todo lo que tengo que hacer es para mí o, a lo sumo, para Perro. Si no fuera por él, llega un punto donde las cosas van perdiendo sentido. Para qué bañarse, si oler bien es tan superfluo. Como verse lindo, si no me siento lindo, ni por fuera ni por dentro. ¿Cómo mierda puede uno sentirse lindo si nadie le da la hora? Hay que ser un delirante, y prefiero mantener los pies sobre la tierra. La evidencia dicta, entonces, que soy infumable e inquerible. La imaginación y la falta de madurez social de los argentinos no ayuda cuando, por el hecho de que viví en Alemania, cada pedo que me tiro es "típico nazi". Imbéciles ignorantes.
Creo que tengo mucho para ofrecer, cosas buenas, y que cuando tengo una luz de esperanza en el alma sale lo mejor de mí. Es cierto que es un poco irreal esperar que otra persona nos haga feliz, pero probé lo que es estar con alguien enamorado, como lo estoy con Perro, y quiero eso. No quiero que sea fría como la de Luxemburgo ni que no podamos tener conversaciones como con la de Alemania, que además, después de 15 días de haber terminado una relación de 5 años, conoció al amor de su vida y 6 meses más tarde estaban casados. ¿Tan irrelevante fue lo nuestro, yo en su vida, en su corazón? Sí, parece. Hablamos más en las 2 horas de almuerzo de despedida unos días antes del LH510 en septiembre de 2018 que en 5 años de relación. No me lo merezco.
Me cagaron la cabeza de chico con el divorcio, ya de por sí traumático, y encima mi abuela materna se dedicó 30 hs. al día a llenarnos la cabeza de mierda a mí y a mi hermana. Mis compañeros de colegio eran, y son, una mierda de seres humanos en su mayoría, que ni saben escribir a pesar de haber ido al colegio más cheto, caro y elitista de la ciudad. Estoy harto, y estoy harto de estar harto. No es forma de vivir. Veo gente cogiendo sin ningún tipo de vínculo ni intención de formarlo, y avisándose mutuamente que ese es el caso, y aceptando la nada que les "ofrece" el otro. Cada vez más gente acumulándose en el historial de encamadas sin dejar ni el más mínimo rastro en la otra persona, ni preocuparse por el asunto, ni buscarlo siquiera, como si ya vinieran mentalizados desde el vamos con que eso es normal. Es muy triste. Es rastrero, de hecho. Las redes sociales no han hecho más que disparar lo enfermas que están las relaciones entre hombres y mujeres, ellas regalando el culo y ellos tomando las migajas que les tiran (sí, un culo es una migaja), ellas pensando que ese tipo de atención es lo que valen y ellos... qué me importan ellos, si a mí me gustan ellas, aunque les deseo lo mejor. Y los que no caemos en esa autocondena a la mediocridad nos quedamos afuera del juego, cagándonos de frío, escuchando los gritos y pensando si no nos estamos perdiendo de algo, si no estamos siendo necios, o nos aferramos a principios inútiles y retrógrados.
Estoy envenenado, y lo siento mucho.

domingo, 18 de mayo de 2025

sin título (otra vez)

Estoy enfermo. Estoy consciente de que no es la primera vez que empiezo un párrafo, o una entrada, incluso, con esas dos palabras, pero lo estoy. El estrés, los microbios que pueden haber dando vueltas y el polvo de la remodelación que estoy haciendo en casa han logrado achurar sin contemplaciones mi salud. En situaciones así, suelo darme el gusto de comer alguna torta de más o cosas así, dulces, extra ricas, y ayer me pasé de idiota y por supuesto que hoy me levanté con el hígado resentido, borderline inusable. El cóctel acostumbrado x2 y ahora estoy mejor, pero arroz con pollo y mucho limón fue el almuerzo y será la cena. En el medio, apenas un café con leche y una tostada de pan negro con queso crema y mermelada de frutos rojos. No lo ideal (té con limón y un par de galletitas de agua, dicen) pero tampoco panqueques con dulce de leche & nutella y pedacitos de chocolate, for good meassure. El trauma (del piso, no del hígado) va a durar hasta el miércoles, aparentemente, punto a partir del cual puedo reordenar los muebles y después llenarlos con todo lo que les saqué para alivianarlos y poder moverlos. Entre medio de todo eso, tengo que limpiar, porque la casa quedó como si una locomotora a vapor, o lo que es más relevante, alimentada a carbón, hubiera estado funcionando todos estos días. Es impresionante la cantidad de polvo pegado en cada superficie remotamente horizontal y que se metió en todos los rincones de mi vida. Desde la mesa de la cocina hasta el cepillo de dientes. Las cosas electrónicas (cámaras, compu) las puse a buen recaudo, pero todavía me falta sacarlas y ver si el cuidado dio resultado. Hoy, por suerte, terminan con el grueso del trabajo y mañana vienen a das algunos retoques, y listo. Después de eso es limpiar, y después limpiar, y después limpiar, y recién ahí empezar a ver qué muebles pongo dónde y qué pongo dentro de esos muebles, y qué cosas tiro, vendo o regalo. Candidatos a cambios respecto a lo que tenía son: cambiar de dormitorio, poner el escritorio con la compu en otra habitación, y cambiar la mesa del comedor de posición.

Sigo buscando el nombre para Perra. Busco uno humano, de dos o tres sílabas, cuyo diminutivo o apócope sea aceptable (lo que sea que eso signifique), original pero no pretencioso, y tantos otros requisitos que estoy como la gata Flora. Un detalle que surgió es que hace 9 días le mandé un mensaje al criador y todavía no me contestó. Los primeros días no le insistí para no molestar, en caso de que esté ocupado con algo, pero ya pasó demasiado tiempo y probablemente mi mensaje haya quedado enterrado en su teléfono. No sé qué hacer. Ya estaba dubitativo con este tema por todo lo que implica traer un cachorro a mi vida, y esto no ayuda. Al contrario, necesito un empujón para seguir con el tema, no para abortar.

Hoy hace 5 días que escribí el párrafo anterior, y ayer me enteré de una fea noticia. El criador me mandó un audio de 2 minutos y medio contándome que los cachorros están intoxicados. Todavía vivos, pero con muy mal pronóstico. Comieron cebolla de una bolsa de basura que una empleada dejó en un lugar que no debería haberla dejado. En un perro adulto y saludable, con todos sus sistemas (inmunológico, digestivo...) funcionando bien, un 0,5% de su peso en cebolla (100 gr. para un perro de 20 kg) ya es mortal, pero en un cachorro de poco más de un mes la dosis es mucho menor. Lo del chocolate lo sabía, también las uvas, pero de la cebolla no tenía idea. Así que ahí está Ema/Laura, agonizando, peleando por su vida, junto con todos sus hermanitos. Me rompe el corazón.

El dicho ese de que "más conozco a los hombres, más quiero a mi perro", en mi caso se invirtió la forma de formularlo y quedó así: "más conozco a mi perro, menos me gustan los hombres". Cuando empecé a jugar con la idea de tener un segundo perro (de hecho, cuando empecé a jugar con la idea de tener un primer perro), también tomé conciencia de la posibilidad de alienarme más de lo que ya estoy, tomando más distancia de estos humanos que cada vez me resultan más insoportables. Ahora, después de 7 años y medio de soledad, estoy en camino de convertirme en una de esas viejas solteronas con 7 gatos y cajitas de pañuelitos de papel distribuidas por toda la casa en cajas con estampado de florcitas. So be it. ¿O qué otra cosa puedo hacer? Siento que intenté todo, por lo menos todo lo dignamente defendible, y algunas cosas que no. La tristeza de lo que le está pasando a Ema/Laura saca, por ahora, un poco de efecto al resto de las chotadas que tengo en mi vida, y también me hace apreciar (todavía) más la compañía de Perro, escucharlo respirar cuando me voy a dormir, que me venga a hociquear a las 6 de la mañana porque me escuchó pestañear, o que se pare en el medio de la cocina cuando me pongo a preparar comida. No puede ser más dulce.
Por ahora no voy a buscar otro perro, por lo menos hasta que se resuelva la situación de Ema/Laura.

domingo, 27 de abril de 2025

cero defensas

No es la intención arrancar de tempranito quejándome, pero el hecho es que hace 3 o 4 días que llueve intermitentemente y con una temperatura que obligó a sacar la bufanda y el gorro, y en alguna oportunidad hasta me hizo lamentar no tener guantes.
El pronto arribo de Ema/Alessia/Rafaella/Natalia (nombres provisorios pero con buenas probabilidades), la futura compañera, hermana, concubina, cómplice y posible pesadilla de Perro, podría solaparse con un cambio de piso en casa si no planeo bien las cosas. En este momento tengo parqué y en algunas partes, sobre el parqué, alfombra, instalada apenas se construyó el edificio hace casi 50 años. Es decir, el parqué original quedó debajo sin usar y virgen, sin ningún tipo de tratamiento y con restos del pegamento usado para la alfombra, que a su vez está en pésimo estado y es una colección de polillas y ácaros imposible de rescatar. Hay que hacer algo, empezando por sacar la alfombra, lo que me deja 3 alternativas: si quiero parqué, me obligaría a un pulido y renovado de toda la superficie, que son más de 50 m². O puedo alfombrar de nuevo sobre el parqué. Finalmente, puedo sacar todo (alfombra y parqué) y poner un revestimiento como cerámico o porcelanato. Lo de alfombrar tiene básicamente dos ventajas: calidez y el tema del ruido, porque la alfombra absorbe los ecos. Pero las desventajas son las que tengo ahora y con dos perros, insalvables. Renovar el parqué me dejaría el lugar más lindo pero con un piso más delicado. Siendo realistas, con dos monstruitos, tanto la alfombra como el parqué durarían lo que un pedo en un canasto. La conclusión es cerámica (de alto tránsito) o porcelanato, y para limitar la desventaja con el tema del ruido y la calidez al pisar, poner algún tapiz al costado de la cama y bajo la mesa del comedor, por ejemplo. Creo que con eso voy a andar muy bien.
Hasta acá el chitchat.

Mora's dueña sigue ahí, merodeando en mi cabeza y alrededores. Estimo que es más la soledad lo que alimenta esto, que la atracción que me genera su persona, y eso lo deduzco porque a medida que la voy conociendo como que voy recuperando la cordura y veo con más realismo no solo lo de la diferencia de edad, sino su carácter algo ordinario, independientemente de lo otro. Tiene dos características fundamentales, vagina y pulso, y el resto hay que examinarlo fríamente para ver si vale la pena invertir tiempo, esfuerzo y dinero. Obviamente, como con cualquier mujer joven, todo eso se va a la reverendísima mierda cada vez que me la encuentro y nos saludamos con un beso en la mejilla y siento esa piel con la suavidad de la pancita de una chinchilla y el olor de su champú que bien podría oler a Perro de cachorro, ese aroma intoxicante y que me hace temblar las rodillas, contra el que cualquier hombre tiene exactamente cero defensas.

[update 5 días después] Mora's dueña se bajó de mi cabeza, solita y sin ayuda. Se tiró, más bien. Es más: se zambulló. No entro en detalles porque lo que pasó fue trivial y es inútil darle vueltas, pero esencialmente tuvo un error en el trato (y no fue un desliz puntual sino un error conceptual que se develó en una situación) y cuando se lo resalté hizo algo muy humano pero no por eso menos tarado: ofenderse en lugar de disculparse. Y para eso no hay culo, tetas, piel o lo que sea que compense. Ese déficit de carácter en particular no se me da la gana tolerar. Next.
Sin embargo, el episodio me dio la oportunidad de contemplar el tema de una relación con una mujer notablemente más joven que uno. Nunca había pensado seriamente en eso. Claramente, a la mayoría de los hombres nos atrae una chica más joven, aunque a la inversa suele ser más raro. A nosotros se nos acusa de cochinos y a ellas de una de dos: ser interesadas o tener daddy issues. El cinismo, justificado o no, a veces se olvida de la sencillez del amor y las necesidades humanas. La realidad, una vez más, es más compleja. Me pasó en Europa de conocer mujeres, en especial de Europa del este, que venían de una situación muy fea y la sola posibilidad de salir de ahí hacía que vieran a un hombre extranjero con una mezcla de interés y genuino agradecimiento que perfectamente podía ser confundida por ellas mismas, sin malicia, con amor sincero. Algunas no, por supuesto, y sabían bien lo que hacían, pero otras, a todos los efectos prácticos, se enamoraban de su pseudosalvador.
En mi caso, por ejemplo, hombre que se siente atraído hacia una mujer más joven, viene tanto de la parte física como del hecho que tengo muchos miedos que una mujer joven no evoca, no activa, o lo hace mucho menos. No sé qué carajo es en muchos casos, pero el efecto es patente. Ojalá no fuera así. También tiene que ver, a diferencia de hombres más movidos por su libido, con mi amor por lo estético y mi enorme necesidad de una conexión verdadera y profunda. Hay otra chica en la plaza, por ejemplo, flaquita, delicada, con rasgos muy finos que hace acordar a Ana de Armas, que de pensar en abrazarla se me explota el pecho de ternura. No es ganas de darle bomba como idiota; es ternura y admiración por esa belleza idealizadamente inexplorada que lleva a cuestas y, basado en la charla que tuvimos ayer donde me confesó que le gusta un chico de su edad que conozco (y con quien le voy a hacer el contacto), con ciertos valores. Uno se siente atraído hacia eso independientemente de la edad. Ojalá encontrara una así con 15 años más. El asunto es que las probabilidades son ínfimas.
Como sea, pensar en todo esto me hizo crecer un poquito y lo agradezco.