You ever noticed how the world drains the people who feel the deepest, the wise with soft hearts that carry the heaviest loads, not because they're weak, but because they refuse to become what hurt them? See, what we don't talk about enough is the emotional tax of being good in a selfish world. You show up with love, they show up with agendas. You give to build, they take to survive. It's like being fluent in a language that no one wants to understand anymore. You speak soul, they speak convenience. And then you are left wondering: is there something wrong with me? No, there's something right with you. But right doesn't always feel rewarding at first. The truth is, having a good heart comes with consequences. You will be underestimated. You will be misused. You will be overlooked by people who confuse your peace with passivity. But here is the really good check: stop expecting people with shallow intentions to handle your heart like it's sacred. It's not their job to protect it. It's your job to guard it without guilt. So no, don't stop loving. Don't stop caring. But stop letting your love being the lesson for people who refuse to learn.
Mi idea hoy era escribir sobre la intensidad con la que vivo y sobre todo con la que pienso, y que me afecta tanto físicamente. Para mal, valga la aclaración. Es ya casi crónico lo que mi hígado se retoba y los dolores de cabeza que sufro supuestamente por ese tema. Lo mal que duermo, la depresión, la frustración, los arranques de furia, etc.; creo que está claro lo que quiero decir. También tengo contracturas y tirones, y es fácil rastrear su origen a malas posturas (la compu), forzar la vista (la compu), estrés (los argentinos) y cosas así. Sumado al hecho de que no hago una actividad física, por lo menos formalmente. Y a que leo en la cama en una postura como mínimo reprochable. Y está el puto celular. La masajista, corolario de las contracturas, piensa que lo del hígado y los dolores de cabeza que le siguen vienen más relacionados con el nervio vago, que no se llama así por haragán sino por el latín que significa errante. No me voy a meter en los pormenores de esto, que ya leí más que suficiente sobre el tema y al que le interesa puede hacer lo mismo, pero haciendo memoria debo confesar que hace unos años fui al médico para un chequeo general y aproveché para mencionar el tema. El tipo me explicó que mis análisis dieron perfecto y el hígado estaba pipí cucú, y que lo más probable era que la causa fuera... estrés. LPQLP. Además de caro era tan antipático e irrespetuoso (empezando por lo que hacía esperar a sus pacientes, sin el menor reparo en los horarios de los turnos que daba) que me resultó muy tentador despreciar su diagnóstico. Pero tenía razón. Igual era un tarado y un asco como persona.
Volviendo al tema, esto explica, entre otras varias cosas, el por qué los fines de año voy a lo de mi hermana, donde somos 22 y llevamos comida para China, como lo que sea (y no exactamente pollito hervido con puré de calabaza) en cantidades que asustan, y no me descompongo. Ahora, si estoy del orto de ánimo, me como una papa frita y la cabeza al día siguiente me estalla y tengo que andar con pollo y arroz como máximo, dorixina, Pepsi con limón y duchas con el chorro de agua caliente en la cabeza y la nuca a ver si ayuda. 24 o 48 hs más tarde suelo mejorar.
Decía entonces que mi masajista insistió con esto así que me puse a investigar, y hay altas probabilidades de que esté en lo correcto. Y surge la pregunta: ¿dejo de pensar tanto? Primero que nada, esto es asumiendo que pueda. Supongamos que sí. ¿Quiero? Y además, ¿que contraindicaciones tendría?
Lo de poder dejar de pensar tanto creo que se puede entrenar. No es que me voy a convertir en un pececito dorado, pero puedo enseñarme a estar más en el momento y no tanto en el pasado o el futuro. De hecho, hay situaciones o etapas donde lo hago, ni remotamente lo suficiente, pero las hay. El tema es acordarme de hacerlo, y para eso puedo practicar, esforzarme un poquito más. No me costaría mucho y soy testigo de que me ayudaría; soy, incluso, un partidario de esta forma de ver la vida. El vivir en Argentina no coopera y pone a prueba cualquier estrategia de autoayuda, pero es posible. Los argentinos, se sabe, vivimos a mil, estresadísimos, lidiando con demasiados despelotes (y voy a pasar por alto lo de autoinfligidos). El famoso mindfulness, entonces, es lo que haría bien en cultivar más.
Así que sí, quiero dejar de pensar tanto, y creo poder. Tiene ventajas. Lo que me trae a la última pregunta: ¿desventajas? Esto me ha mantenido algo ocupado estos días porque existe el peligro de la represión. Este es un concepto fundamental en psicología: cuando uno reprime algo, no se evapora. El cerebro no tiene válvula de escape. No es una cuestión de hacer deporte, tener un hobby o algo así. Si uno se guarda cosas, se acumulan, y cuando el tanque se llena, salen sin nuestro control... malo. En mi caso, en mi experiencia, muy malo. La solución es procesar las cosas en forma más saludable, más creativa, constructiva. Y eso en casa no lo mamé. Sostengo incluso que al contrario: aprendí formas destructivas, autodestructivas, de lidiar con enfrentar las cosas. Deshacerme de los protocolos que llevan décadas ahí e incorporar nuevos... la ciencia de la escritura no ha progresado lo suficiente para expresar el suspiro que debería poner acá. En esta parte me trabo, honestamente. Soy confrontativo, y la estupidez humana, por más... estúpida que sea (valga la redundancia) está ahí y no voy a lograr cambiarla en la escala que hace falta. Lo que puedo hacer es cultivarme un nicho de gente que rompa el molde y en la que valga la pena invertir mi tiempo. Se achica el universo, por supuesto, pero nunca aprendí, y a esta altura va contra mis principios, a minimizar la estupidez y convivir con ella. Subscribo a los que, como Carlo Cipolla, afirman que los estúpidos son más dañinos que los malos. Ya lo dije: los estúpidos, a diferencia de los malos, son inimputables. Uno se siente mal accionando contra ellos, mientras que contra los malos (yo, por lo menos) no. Onda Dexter.
En fin, por un lado creo que puedo apuntar a pensar menos en general, y por otro, las veces que pienso, hacerlo de forma menos dañina, que me tense menos, que me contracture menos, cosas así. Creo que se deduce de lo vago de esta última oración lo poco versado que estoy en el tema y lo nada seguro que estoy de cómo lograr lo que necesito. Quiero suponer que voy a aprender sobre la marcha. Cruzo los 20 dedos.