lunes, 11 de diciembre de 2017

quizás la fiebre (ojalá)

Una cosa (bueno, muchas cosas) aprendí de la depresión: el sentido de la vida es una ilusión. Y sin esa ilusión nos sentimos para la mierda, no hay vuelta. Justamente la ilusión es lo que la depresión hace mierda (y viceversa), y si uno no presta atención también destruye la capacidad para ilusionarse, para entusiasmarse con cosas que no sabe si de hecho lo van a hacer feliz pero que seguro entibian el alma, como un simple viaje, una caminata, un helado. O una relación. Sin esa capacidad para ilusionarse uno no puede más que recurrir a variables objetivas: precio, peso, potencia, pros y contras... lo que sea. Muy triste.
Estoy enfermo. De la garganta, ya que preguntan. De qué otra cosa. La tristeza de que no haya funcionado con Novia es enorme, por ahora abrumadora. Las tensiones previas al viaje se cobraron su parte de mi sistema inmunológico, como siempre, y finalmente me quebré también físicamente. Estoy a ibuprofeno, té, sin hablar y tratando de no moverme mucho, aunque ayer acepté la invitación de unos amigos de mi mamá para ir a Balcarce a almorzar. La ruta es hermosa, pasando por Laguna de los Padres y Puerta del Abra, con un sol lindísimo y 20 grados. Para estar enfermo, no se podía pedir más.
Pero a la noche tuve un poco de fiebre y mezclada con la tristeza, la desesperanza que me invade estos días y la sensación de estar muy, pero muy perdido... es demasiado. Ayer me cayó la ficha de algo que ya había hablado con otras personas pero con Novia quedó más definido, como que antes era una posibilidad, pero ahora explica mucho: no tengo un objetivo. Al no ilusionarme, no tengo objetivos de ningún tipo. Con lo que pasó el mes pasado con el imbécil de pseudo socio que me había elegido y su preciosa capacidad para recibir crítica, pero más que nada con su reacción y las cosas que me dijo, como no soy de teflón empecé a pensar que de veras soy un inútil. Y con la patética imitación de autoestima que tengo, esta sensación es muy difícil de sacudírmela. Pero ayer no sé qué pasó, la cosa es que cristalizó en mi cabeza. Me dí cuenta que no es una cuestión de capacidad sino de dirección y motivación.
Ahora la pregunta es: ¿dónde encuentro esas cosas? La respuesta obvia es: dentro de mí. 'Ta, gracias. No me sirve. Ya sé que están ahí, la pregunta es cómo me pongo en contacto con ellas. De hecho, ahora que lo pienso, no estoy seguro de que estén ahí, a lo mejor están tan adormecidas como para no contar más que las ganas de tomarme un vaso de agua, y eso no es suficiente para tomar decisiones de vida.
En el pasado, una ruptura me hacía extrañar, lamentar decisiones, mirar hacia atrás con cariño y el futuro con esperanza. Hoy me encuentro cabizbajo, apaleado, triste porque estoy consciente de que Novia está sola, peleando por su vida con pocos elementos, o peor, con elementos equivocados. Me siento para la mierda por dejarla sola, pero tengo que protegerme. Me estaba arrastrando como un vórtice en el agua y me iba a hacer arruinarme la vida. Desde hace años le estoy huyendo a la depresión y por primera vez sentía cómo me estaba alcanzando. Fuera de maneras muy lentas de morir, no creo que le tenga más miedo a otra cosa. Y Novia necesita de ayuda más capaz que la mía, y yo necesito una persona más agradecida por mi presencia en su vida. Aunque supongo que su situación se define justamente por cosas como no ser capaz de valorar a aquellos que nos ayudan. No le funciona ese dispositivo IFF (identificador amigo/enemigo) que todos tendríamos que tener. Lo sé, estuve ahí cuando estaba con la depresión. Era un poco diferente, pero algo de eso había. La depresión vino, más que contra mi voluntad, sin preguntar, pero a base de voluntad me la saqué e hice algo muy inteligente: aprendí. Es lo mejor que uno puede hacer cuando le pasa mierda, y algo bueno me quedó. Pero así y todo no estoy a la altura de las circunstancias. No puedo con ella, y a cambio de poco voy a morir en el intento, lo cual es una pena.
Volviendo al asunto de qué hacer con mi vida, tengo que reconocer que nunca realmente me planteé grandes logros para mi 9-a-5 sino para lo que hago con el resto, un poco la mentalidad que tanto critican los franceses a los alemanes: los primeros trabajan para vivir, los segundos viven para trabajar. Pero ese 9-a-5 me estaba matando, y tengo miedo a errarla otra vez. Como pinta mi vida, muy probablemente sin hijos, y fallando estrepitosamente en encontrar el amor, mi 9-a-5 tiene que darme alguna satisfacción.
Y por ahora no me queda más que un susurrado "y en eso estoy".

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