Lo último que escribí empezaba contando el prospecto de apareamiento de Perro, y que la dueña de la hembra me viene "bicicleteando". También que tenía que ver si iba o no a quedarme con el cachorro que me toca. A ver...
La señora esta es la típica argentina que no ve ninguna relación entre lo que dice y lo que hace. Voy a recorrer el asunto en orden cronológico inverso.
El cruce debería ser en 3 días, el próximo 1ro de enero, según lo que me explicó de que una vez empezado el celo hay que esperar 10 días, cuando es el momento óptimo. Esto lo hablamos hace una semana, cuando la hembra mostró el primer signo. Un par de días después yo ya había investigado el tema de cuántos cachorros me tocan (uno) y me surgieron muchas preguntas, como por ejemplo qué pasa si la camada es de un solo cachorro, o si puedo elegir macho o hembra, pelaje, etc., o me tengo que conformar con lo que ella diga, etc. La letra chica, que le dicen. Las 9 páginas y media de un contrato de 10 páginas, más plantearle el tema de qué opina ella, que tiene dos perras, de cómo cambió la relación con su perra original al agregar la segunda.
Así que el martes le mandé un mensaje comentándole que necesitábamos hablar para aclarar las cuestiones del arreglo, más mis preguntas menos contractuales pero más importantes para mí en lo personal. Me dijo que andaba ocupada con trabajo, así que le dije que podíamos hablar el jueves o el sábado. Hoy es domingo, y no tengo noticias.
Quizás deba mencionar que esta señora se dedica a las transacciones inmobiliarias, es decir, se dedica a tratar con gente, organizar citas para ver propiedades, turnos con escribanos, encuentros entre comprador y vendedor, redactar, hacer llegar y firmar, y aclarar detalles de contratos, y cosas así. Y no puedo lograr que motu proprio mueva el culo y me conteste 3 preguntas boludas que nos sobran 10 minutos para hacerlo. No le estoy pidiendo que venga a mi casa. ¿Le comprarías un departamento? No me mandó un mensaje, no me llamó, no nada.
Para el tercer celo me había dicho que me llamaba, nunca lo hizo, por supuesto. Cuando le pregunté por qué, contestó que con el trabajo se le iba a complicar cuidar de los cachorros. Pero yo no le pregunté por qué no quería cruzarlos: le pregunté por qué no me avisó. No quise antagonizarla así que no insistí en sacar los crayones de colores y hacerle un diagrama para aclararle el tema.
Cuando tuvo el primer celo, me dijo que quería esperar al segundo porque la perra era muy joven. Totalmente entendible, y creo que yo mismo le hubiera sugerido eso. Pero me prometió que para el segundo celo me avisaba y los cruzábamos. Todavía estoy esperando. Unos meses después le pregunté sobre el tema y me dijo que todavía quería seguir esperando. Pero de avisarme, nada. Es tu perra, tenés derecho a manejar el asunto como se te ocurra. Pero no a boludearme diciendo una cosa y haciendo otra.
El segundo tema, más importante, es el de si introduzco un tercero en casa y el efecto en mi relación con Perro. Todos me dicen que sí, que Perro va a estar más feliz, aunque al principio seguramente le moleste el cachorro y todo eso. Me río de sólo pensarlo. Me imagino la cara de mufa y los suspiros de Perro refunfuñando mientras el cachorro le muerde la cola, ni enterado. Pero Perro es Perro, es yo, es un pedazo y una extensión de mi alma. Hace mucho que dejó de ser un perro y pasó a ser Perro.
Veo gente con más de un perro y no veo (quizás obviamente con los lentes de mi propia forma de pensar) una relación tan fuerte entre el dueño y cada uno de los perros. No quiero pasar por el par de años que hacen falta para ir con el perrito por la calle siguiéndome como lo hace Perro, sin desviarse, sin irse atrás de otro perro, sin darle bola a los pesados que le chistan, sin cruzar solo, sin comer mierda de otros perros o algún pedazo de comida que haya tirado algún imbécil. Son muchas variables que con Perro las tenemos resueltas, apenas hace falta mirarnos o alguna señal del cuerpo que sólo nosotros detectamos. Es hermoso, es nuestro búnker emocional, y no tengo problema en llegar a este punto con otro perro, pero no ahora, mientras Perro esté a mi lado. Y Perro va a vivir 50 años más, mínimo.
El tema de la plata que hace falta para mantener un segundo perro fue fácil de resolver y, si bien no es determinante, inclina un poco la balanza. Lo bonito que sea un cachorro y las ganas de estrujar uno sí que son motivos bien, bien estúpidos para andar incorporando algo tan importante como un perro. Y aunque tuviera ganas, Perro cubre todas esas cuestiones con creces.
En conclusión, aunque todavía no lo decidí rotundamente, me inclino por el no. Los 2000 dólares que me tocarían en lugar del cachorro no son algo para despreciar pero tampoco son algo que me vayan a cambiar la vida. Viendo el forreo que siento de parte de esta idiota, cada minuto que pasa tengo menos ganas de contestar el teléfono cuando llame desesperada que lleve a Perro para que hagan la cochinada. Y para ser honesto, la triste realidad es que un big e infantil FUCK YOU es lo que me sale.
A veces me pregunto si soy yo jodido o realmente me paso de paciente con las imbecilidades que hacen los que me rodean. Mis amigos, y mi madre en su momento, insisten con que el problema estriba en que me esfuerzo por respetar a los demás, pero es ridículo esperar lo mismo de ellos. Claro que los que me dicen eso están en Argentina, que piensan que es un esfuerzo, porque los que ven mi comportamiento como lo más normal del mundo viven en países desarrollados, donde el prójimo es más que una figura de un cuento de Blancanieves o algo así. El prójimo es el otro, es cada paso que damos, cada decisión que uno toma, cada interacción con el mundo. Los límites no los ponen los demás, se los pone cada uno a sí mismo. A mí me lo enseñaron como que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Se me hacía difícil la semántica de la oración, pero el significado me lo explicaron clarito: no jodas a los demás. Y no es por reciprocidad, es porque no se hace. Punto. Me cago en la reciprocidad. Como si el respeto fuera moneda de cambio. No, el respeto es intrínseco a la condición humana, y los argentinos eso no lo entienden. Ni tampoco les interesa.
En Alemania buscaba entablar conexiones humanas. En Argentina busco respeto. Con toda la tristeza del alma no me queda otra que considerar que soy un ridículo.